El billar se populariza en Zimbabue como medio de vida
El billar, un deporte que solía ser minoritario y se jugaba principalmente en los vecindarios más ricos de Zimbabue, ha incrementado su popularidad a lo largo de los años, primero como un pasatiempo y ahora como un modo de sobrevivir para muchos en un país donde es muy difícil encontrar empleos de tiempo completo
Lo más destacado de los eventos deportivos mundiales está a la vista en televisores de pantalla ancha en Ruwa, en las afueras de Harare, la capital de Zimbabue, pero todos los ojos están puestos en la mesa de billar... Adicionalmente, en el dinero.
Entre ellos se encuentra Levite Chisakarire, de 18 años.
“Tengo que llevar el dinero a casa... hay mucho dinero hoy”, dijo, mientras sostenía un taco y esperaba a su próximo oponente.
Está en juego un primer premio de 150 dólares, una suma principesca en un país donde la mayoría gana un poco más de 100 dólares al mes, según cifras oficiales del gobierno y cerca de la mitad de los 15 millones de habitantes viven en la pobreza extrema, según el Programa Mundial de Alimentos.
“Puede servir mucho para pagar las facturas”, dijo Chisakarire, el jugador más joven que compite por el premio del día.
El billar, un deporte que solía ser minoritario y se jugaba principalmente en los vecindarios más ricos de Zimbabue, ha incrementado su popularidad en el país a lo largo de los años, primero como un pasatiempo y ahora como un modo de sobrevivir para muchos en una nación donde es muy difícil encontrar empleos de tiempo completo.
Incapaz de continuar su educación después de terminar la escuela secundaria con bajas calificaciones en 2019, Chisakarire pasó apuros para encontrar un trabajo en las agobiadas industrias de Zimbabue. El brote de COVID-19 significó que su padre, un camionero, perdiera su trabajo habitual. Así que Chisakarire comenzó a frecuentar una taberna ilegal donde los clientes esquivaban o sobornaban a la policía para que pasara por alto las restricciones por la pandemia de forma que ellos pudieran beber cerveza y jugar billar.
Su pasatiempo se convirtió en una habilidad y mostró talento para meter las bolas en las troneras. Pronto eso ayudó a resolver sus problemas financieros cuando comenzó a apostar en sus juegos y a salir victorioso. En estos días, al jugar billar gana unos 300 dólares en un buen mes, dice.
No es el único. La mayoría de los zimbabuenses se ganan la vida con actividades informales, las cuales incluyen vender tomates en puestos al borde de las carreteras y también jugando billar, según una encuesta laboral realizada en octubre por la agencia de estadísticas del país. Aproximadamente la mitad de los jóvenes de entre 15 y 34 años están desempleados y no participan en la educación ni en algún entrenamiento formal.
Algunos, como Chisakarire, se ganan la vida en las mesas de billar.
“El billar se hizo popular como una forma de entretenimiento en los bares, pero ahora demuestra ser más popular que el fútbol en muchos lugares”, dijo Michael Kariati, un periodista deportivo veterano de Zimbabue desde hace más de 30 años. “Se ha convertido en un deporte intensamente competitivo con personas que hacen apuestas y sobreviven a partir de él”.
Tan sólo en Harare, el número de jugadores profesionales se ha cuadruplicado a unos 800 en los últimos cinco años, según Keith Goto, portavoz de la Asociación de Billar Profesional de Harare.
“Luego están los juegos con dinero que han crecido exponencialmente. Encuentras mesas de billar dondequiera que vayas en los suburbios”, dijo. “Ofrecen una forma de empleo y pagan mediante las apuestas”.
Otros advierten que apostar es un hábito peligroso que puede tener impactos desastrosos en las familias, pero con tanta gente sin trabajo y la perspectiva económica de Zimbabue tan terrible, muchas personas luchan desesperadamente por ganar dinero valiéndose de un taco.
Los salones de billar improvisados florecen en bares, terrazas frente a tiendas y en casi cualquier espacio abierto. Algunos residentes emprendedores tienen mesas de billar en sus casas, donde cobran a las personas 50 centavos por jugar y hacer apuestas, en violación de las leyes de la ciudad que requieren que dichas empresas tengan la licencia debida. A menudo las mesas están desgastadas y se tambalean, pero a la gente parece no importarle.
En Warren Park, un suburbio de Harare, las personas ignoraron el derbi más importante del fútbol local en el mayor estadio del país, que está cerca, para congregarse alrededor de mesas de billar, donde el dinero cambiaba de manos velozmente.
Para obtener dinero rápido, las apuestas requieren medios ingeniosos. En lugar de jugar la partida completa de ocho bolas, algunos apuestan a la posición de la bola 8 negra después del primer tiro del juego, también llamado el saque. Otros apuestan al mejor de tres bolas. Un jugador experto se ofreció a jugar con una sola mano porque la gente dudaba mucho acerca de apostar en su contra.
En ocasiones las autoridades llevan a cabo las llamadas operaciones de limpieza para confiscar mesas de billar esparcidas por todas partes. A menudo, a los funcionarios que hacen respetar el reglamento de la ciudad simplemente se les paga un soborno de apenas 2 dólares para que se hagan de la vista gorda. La mayoría de los apostadores en suburbios de bajos ingresos hacen apuestas en dólares en juegos en los que pueden ganar 3 o 4 dólares.
En Ruwa, la competencia está más organizada y las apuestas son más altas. Cada miembro del club pagó 10 dólares como cuota de participación, que se destinó al dinero del premio. Recientemente, 31 jugadores pagaron para participar. Decenas más eran espectadores que animaban a sus jugadores favoritos y apostaban sobre su desempeño.
“¡Imagina llevarte a casa 150 dólares! Eso es más de lo que muchas personas con empleo remunerado reciben al mes”, dijo Goto, el portavoz. “Ahora el billar debería pasar de los bares a las escuelas y los salones comunitarios como otros deportes; después de todo, se ha vuelto masivo”.
Para Chisakarire, el joven de 18 años, el billar se ha convertido en más que un juego. Después de jugar y apostar en tabernas en traspatios, sueña en grande.
“Ha cambiado mi vida”, dijo, antes de meter su siguiente bola para ganar el torneo y embolsarse 150 dólares. “Puedo verme jugando en Europa algún día”.