Irlanda del Norte suma 25 años de paz, pero hay inquietud
Este mes se cumplen 25 años desde que el Acuerdo de Viernes Santo puso fin en gran medida a tres décadas de conflicto en Irlanda del Norte que dejaron 3.600 muertos
Peter Olphert tenía 14 años cuando hombres armados del Ejército Republicano Irlandés mataron a su padre. Cuarenta años después, él dice que es hora de dejar atrás el pasado.
Mark Thompson perdió a su hermano por las balas del ejército británico, otra víctima del periodo conocido como “The Troubles" ("Los Problemas") que asolaron a Irlanda del Norte durante tres décadas. Él piensa que la sociedad no puede avanzar hasta que confronte los asuntos pendientes y haga que algunos de los responsables rindan cuentas.
Este mes se cumplen 25 años desde que el Acuerdo de Viernes Santo puso fin en gran medida al derramamiento de sangre que dejó 3.600 muertos, unos 50.000 heridos y a miles de personas en duelo. Los norirlandeses están conmemorando el aniversario con una reunión de los principales actores del proceso de paz y una visita del presidente estadounidense Joe Biden.
El acuerdo de paz pudo haber detenido la lucha, pero persisten divisiones profundas sobre el legado del conflicto, lo que dificulta que algunos de los 1,9 millones de habitantes de Irlanda del Norte lo superen. Y la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea ha complicado las cosas, creando tensiones políticas que han sacudido los cimientos del acuerdo.
“Es hora, en mi opinión, de trazar una raya en la arena y seguir adelante”, dijo Olphert, quien recientemente se jubiló tras 30 años como oficial de policía, el mismo trabajo que tenía su padre, John Olphert, asesinado a tiros por pistoleros enmascarados en la tienda de la familia en 1983.
En cierta forma, Olphert tomó la decisión de seguir adelante hace años. Dijo que hubiera sido “muy fácil” para él, como adolescente en duelo, unirse a una de las milicias probritánicas que libraban una guerra contra los milicianos republicanos irlandeses en un conflicto entre vecinos que también atrajo al ejército de Gran Bretaña.
“La invitación estaba allí, digamos, de que debería seguir cierto camino y vengarme. Pero eso nunca fue para mí”, explicó. “Cuanto más perpetúas lo que sucedió en el pasado, es mayor la cantidad de generaciones que van a tener esa amargura”.
Pero Thompson argumentó que, para muchas familias en duelo, seguir adelante no es tan simple, y hacerlo sin confrontar el pasado podría, sin querer, preparar el escenario para más conflictos.
Después de que su hermano Peter fuera asesinado a tiros por soldados británicos encubiertos en Belfast en 1990, cofundó Relatives for Justice (Familiares por la Justicia), un grupo que hace campaña para descubrir la verdad sobre los asesinatos que involucran a fuerzas de seguridad británicas, por los cuales ha habido pocos enjuiciamientos.
“Decir que tracemos una raya al respecto significa que no aprendamos las lecciones”, dijo Thompson. “La lección de cualquier sociedad que emerge de un conflicto es que no puedes esconderlo bajo la alfombra porque… ello realmente reactiva algunos de los agravios que conducen a más conflictos”.
Poner fin a Los Problemas significó equilibrar las identidades enfrentadas en Irlanda del Norte, que siguió siendo parte de Gran Bretaña cuando el resto de Irlanda obtuvo la independencia hace un siglo. Los nacionalistas irlandeses del norte —la mayoría de ellos católicos— desean la unión con la República de Irlanda, mientras que los unionistas —quienes son mayoritariamente protestantes— quieren seguir siendo británicos.
El Acuerdo de Viernes Santo, alcanzado el 10 de abril de 1998 tras casi dos años de conversaciones respaldadas por Estados Unidos, comprometió a los grupos armados a dejar los enfrentamientos, puso fin al dominio británico directo y estableció un Parlamento y un gobierno de Irlanda del Norte con el poder compartido entre los partidos unionista y nacionalista.
“Hoy tenemos apenas una idea del premio que está ante nosotros”, dijo el entonces primer ministro británico, Tony Blair, el día en que se concretó el acuerdo. “El trabajo para ganar ese premio continúa. No podemos, no debemos dejar que se nos escape”.
El acuerdo de paz tuvo mucho más éxito de lo que muchos esperaban, a pesar de los atentados ocasionales de grupos armados disidentes que el mes pasado llevaron a las autoridades de Gran Bretaña a elevar el nivel de amenaza terrorista en Irlanda del Norte a “severo”, lo que significa que es muy probable que se produzca un ataque.
Durante Los Problemas, el centro de Belfast era un pueblo fantasma por la noche, rodeado por un anillo de seguridad de acero. Ahora es posible hallar aquí y allá tabernas concurridas, cafés de moda y cervecerías artesanales en las calles victorianas. Un flamante campus nuevo de la Universidad del Ulster está ayudando a reanimar el centro de la ciudad lleno de cicatrices.
Steve Malone, un guía que dirige recorridos a pie centrados en el pasado sangriento de Belfast, dijo que “la gente realmente sólo sabe dos cosas cuando dices Belfast: piensan en Los Problemas y piensan en el Titanic”, el desafortunado transatlántico que fue construido en el astillero de la ciudad.
“Es un lugar muy diferente ahora”, agregó. “Incluso en la infraestructura física. Ahora tenemos un sistema de transporte que conecta el lado occidental de la ciudad, en el que predominan los católicos, con el lado oriental, donde predominan los protestantes. Eso no ocurrió durante el conflicto”.
Pero la amenaza de la violencia nunca ha desaparecido del todo, y Katy Hayward, profesora de sociología política en la Universidad Queen’s de Belfast, dijo que se ha descuidado un objetivo del acuerdo de paz: la reconciliación.
Explicó que el acuerdo puso énfasis en la liberación de los presos encarcelados por participar en el conflicto y reintegrarlos a la sociedad. A consecuencia de ello, algunos exmilicianos “siguen siendo poderosos e influyentes” en sus comunidades, a menudo al grado de excluir a quienes trabajan por la paz.
“Nunca abordamos adecuadamente las causas de la situación en la que todavía se ensalza la violencia en algunas comunidades”, agregó Hayward.
Un plan de Londres para poner fin a los enjuiciamientos de milicianos y de soldados británicos por presuntos delitos cometidos durante Los Problemas solo enterraría aún más las esperanzas de que los perpetradores rindan cuentas. Ha sido recibido con una oposición generalizada.
La posibilidad de que haya violencia es la razón por la que los llamados “muros de la paz” fortificados de 8 metros (25 pies) de altura todavía separan algunos barrios nacionalistas de vecindarios unionistas en Belfast. Murales rivales de combatientes enmascarados del Ejército Republicano Irlandés y milicianos armados leales a la corona adornan ambos lados de las calles.
La salida de Gran Bretaña de la Unión Europea, que dejó a Irlanda del Norte en una posición incómoda entre el resto de Gran Bretaña e Irlanda —que es miembro del bloque—, también alteró el delicado equilibrio político, incluido el sistema de poder compartido establecido por el acuerdo de paz.
La Asamblea de Irlanda del Norte no se ha reunido en más de un año, después de que el principal partido unionista se retirara del gobierno en protesta por las nuevas reglas comerciales para los norirlandeses establecidas después del llamado Brexit.
Algunos argumentan que la estructura de poder compartido ya no funciona en una Irlanda del Norte que está cambiando, donde más del 40% de las personas rechazan las viejas etiquetas sectarias y no se identifican ni como nacionalistas ni como unionistas.
Por primera vez, los católicos ahora superan en número a los protestantes, y la cuestión de si, a la larga, Irlanda del Norte continuará siendo parte de Gran Bretaña o se unirá al sur —el problema que alimentó Los Problemas—, sigue sin resolverse. El Acuerdo de Viernes Santo autoriza llevar a cabo un referéndum sobre la unificación irlandesa si las encuestas llegan a indicar que es probable que sea aprobado.
“Es una paz imperfecta en muchos aspectos”, dijo Thompson. “(Pero) hoy hay miles de personas que probablemente se salvaron de lesiones, duelos y encarcelamiento debido al acuerdo”.
Olphert contó que sus hijos, que ahora tienen poco más de 20 años, crecieron en una sociedad transformada, a diferencia del lugar dividido y peligroso que él alguna vez conoció.
“No tienen idea de cómo era, y no quiero que nunca tengan una idea de cómo era porque ya está en el pasado”, dijo. “Ahora Los Problemas son historia para la generación de niños que crece. Y eso es bueno”.