Los guatemaltecos esperan una transición pacífica de poderes con la investidura de Arévalo
El futuro de Guatemala está a solo dos días.
Tras casi medio año de un camino sembrado de tropiezos judiciales, las expectativas de los guatemaltecos por la llegada a la presidencia de Bernardo Arévalo alumbran esperanza en esa mayoría de votantes que se decidió por un cambio de rumbo en el país.
La transición presidencial, prevista para el domingo, ha sido un tema recurrente en los hogares de los guatemaltecos incluso en la época de fiestas de diciembre, sobre todo por la incertidumbre de que puedan llegar más acciones judiciales contra el proceso electoral y contra el presidente electo, pese a que Arévalo ganó con una amplia ventaja en unas elecciones avaladas por los observadores internacionales.
A dos días de la investidura, Giammattei entregó el viernes su informe final a la nación abriendo paso a la llegada del nuevo presidente, quien es percibido como una amenaza por sus promesas de lucha anticorrupción contra los intereses enraizados en el país centroamericano.
Por eso, el traspaso de poderes es para muchos guatemaltecos la culminación de la victoria de Arévalo y de su defensa de la democracia nacional.
Walter Cruz, un empresario comercial de 55 años cuenta que durante la última cena navideña su familia se preguntó sobre qué les depararía el nuevo año. “Esperábamos que la toma de posesión se diera sin ningún problema, que ojalá sea un buen gobierno para beneficio de todos como país”, dijo.
Cruz explicó que le preocupan la seguridad y la economía, pues según su percepción la delincuencia se ha elevado y hay poco control en las armas. “También siento que el desarrollo del país se ha estancado”, opinó.
Para la abogada Stephanie Rodríguez, en los hogares guatemaltecos no pasa desapercibido lo sucedido en el ámbito político en el país. “Creo que hay un proceso de politización de las familias, hay gente que no se considera afín a un partido político en específico, pero se ha volcado a las calles por el tema de las elecciones, me parece que es algo nuevo”, dijo.
Y agregó: “Hay preocupación por temas como seguridad o cómo aliviar está crisis política que estamos viviendo y que creó la fiscal general Consuelo Porras; o que sea un gobierno anticorrupción, ésas son las mayores expectativas de mi familia”, dijo la abogada.
Ante las acciones judiciales promovidas por la fiscalía, que llegó a afirmar que hubo fraude electoral, que había elementos para anular la elección y que ha pedido tres veces que le retiren la inmunidad al presidente electo, miles de indígenas guatemaltecos salieron a las calles a protestar y exigirle a la fiscal general del país, Consuelo Porras, y a sus fiscales, que se respetara el voto emitido en las urnas el 20 de agosto.
En el balotaje, Arévalo ganó con más de un 60% de respaldo popular a la ex primera dama Sandra Torres, quién no reconoció su derrota.
El sociólogo Vaclav Mašek asegura que “la decisión de los pueblos indígenas de llamar al a movilización para evitar que un grupo criminal profundizara u orquestara un golpe de Estado en el país se hizo, no para defender a Arévalo, sino para defender la democracia, defender el derecho a votar, elegir y ser electo”.
Mašek reconoce, además, que "sin ellos no podemos hacer cambios profundos estructurales y durante el paro nacional indefinido eso fue clarísimo”.
La victoria de Arévalo, defendida en las calles, recibió además el respaldo de la comunidad internacional. La Unión Europea, la Organización de Estados Americanos y países como Estados Unidos se pronunciaron en demanda del respeto de la voluntad popular.
Estados Unidos sancionó retirando visas y aplicando la ley Magnitsky a funcionarios y civiles guatemaltecos a los que calificó de actores corruptos que intentan socavar la democracia guatemalteca. Y advirtió que aún tiene herramientas para seguir sancionando.
“La comunidad internacional han sido actores importantes en el elenco de esta obra que hemos llamado defensa de la democracia; las sanciones diplomáticas fueron un disuasivo importante y creo que marcan un parteaguas en la forma en que Guatemala es vista a nivel geopolítico", recalcó Mašek.
Pero el sociólogo cree que las hostilidades no cesarán y que será importante mantener la vigilancia en adelante, pues la fiscal general, Consuelo Porras, señalada de ser quién está tras los intentos de impedir que Arévalo, asuma como presidente, estará en el cargo hasta el 2026.
Arévalo, de 65 años, es diplomático y doctor en sociología, hijo del expresidente guatemalteco Juan José Arévalo Bermejo que gobernó la mitad de lo que se conoce en Guatemala como los “gobiernos de la primavera” —entre 1945 y 1954—, que lideraron reformas sociales para la inclusión de los pueblos indígenas, acceso a la tierra para campesinos y la creación del Instituto de Seguridad Social.
Junto a su padre y familia, estuvieron en el exilio por 20 años.
Es fundador del partido Movimiento Semilla, de tendencia izquierdista y liderazgos jóvenes. Actualmente es diputado al Congreso de la República, fue embajador y viceministro de Relaciones Exteriores y se dedicó a proyectos de reconstrucción social tras la guerra civil de 1960 a 1996.
Según las encuestas, Arévalo tenía muy pocas posibilidades de ganar la presidencia y estaba incluso fuera de los primeros cinco candidatos con posibilidades de llegar a la presidencia. Pero alcanzó el balotaje ante el cansancio de la sociedad por la corrupción y el impulso del voto joven.
Luisa Godoy, profesional de la salud, no tiene altas expectativas respecto del nuevo gobierno, pero espera que cumplan con lo prometido en campaña.
“Tengo claro que el cambio no va a ser inmediato pero que sí haya más inversión en salud, en educación, en el medio ambiente que estamos en la ruina, más oportunidades de trabajo y mejoras en la infraestructura”, plantea Godoy.
“No pretendo que seamos un país avanzado de la noche a la mañana con este nuevo gobierno, pero que den pasos para que así pueda suceder y lleguemos a ser un país próspero”, dijo.