Meloni apacigua los temores de que vaya a dañar la democracia de Italia y a chocar con la UE
Cuando Giorgia Meloni asumió su cargo hace un año como la primera ministra de extrema derecha en la historia de Italia en la posguerra, a muchos en Europa les preocupaba la perspectiva de que el país sufriera un retroceso democrático y se resistiera a seguir las reglas de la Unión Europea.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, emitió una advertencia decididamente poco diplomática de que Europa tenía “las herramientas” para lidiar con cualquiera de sus miembros, Italia incluida, si las cosas viraban en “una dirección difícil”. En Bruselas se temía que Roma pudiera incorporarse a un bloque sonoramente nacionalista, en particular Hungría y Polonia, en un choque con los estándares democráticos de la UE.
Pero desde que asumió el cargo, Meloni —cuyo partido Hermanos de Italia tiene raíces neofascistas— ha desconcertado a los escépticos de Occidente.
Ha respaldado incondicionalmente el apoyo de la OTAN a Ucrania, en particular los suministros militares a Kiev frente a la invasión rusa. No es poca cosa.
Sus principales socios en su gobierno de coalición son partidos cuyo liderazgo ha estado marcado desde hace tiempo por afinidades prorrusas: la Liga Norte de Matteo Salvini, y Forza Italia, fundada por Silvio Berlusconi, el fallecido ex primer ministro que celebró su último cumpleaños con botellas de vodka que le envió el presidente ruso Vladímir Putin.
Meloni, la primera mujer en ser primera ministra de Italia, “le ganó a Salvini y Berlusconi. Demostró que se emancipó frente a estos dos líderes masculinos”, señaló el analista político Massimo Franco.
Si bien la campaña electoral de Meloni se centró en “despotricar contra Europa” y “prometer que se enfrentaría con Bruselas con respecto a temas presupuestales” una vez que asumiera el cargo, no hizo ninguna de las dos cosas, resaltó Tommaso Grossi, analista de políticas públicas para el Centro de Política Europea, un organismo de investigación ubicado en Bruselas.
El primer viaje al extranjero de Meloni como primera ministra fue a Bruselas. Tras reunirse con los funcionarios más poderosos de la UE, incluida Von der Leyen —quien emitió la advertencia en torno a la democracia—, Meloni expresó que probablemente esos encuentros ayudaron a “desmantelar una narrativa en torno a su servidora”.
Cuando el presidente estadounidense Joe Biden recibió a Meloni en la Casa Blanca en julio, la bienvenida fue cálida, lo cual reflejó, en parte, la aparente determinación de la premier de ponerle fin a la participación de Italia en una iniciativa china de construcción de infraestructura conocida como el Cinturón y la Ruta, la cual preocupa a Occidente.
Los temores en torno a la estabilidad de la democracia de Italia resultaron ser “exagerados”, dijo Franco, quien apuntó que el presidente de Italia funge como garantía de la Constitución de la república, redactada en la posguerra. “El verdadero riesgo para Italia no es el autoritarismo, sino el caos, una clase dirigente incompetente”.
En sus propias palabras, el mayor reto que enfrenta Meloni es el de la migración ilegal.
“Queda claro que esperaba hacerlo mejor en temas de migración”, le dijo a la televisora estatal italiana Rai en una entrevista por motivo de su primer año en funciones. “Los resultados no fueron los que esperábamos ver”.
Durante su campaña, Meloni había hecho promesas poco realistas —y que no ha cumplido— de establecer un bloqueo naval en las costas de África del Norte, desde donde contrabandistas de migrantes envían embarcaciones saturadas y no aptas para navegar en dirección a Italia. Para mediados de octubre, la cifra de migrantes que llega en bote casi se ha duplicado, a 140.000, con respecto al mismo periodo del año pasado.
Von der Leyen acompañó a Meloni en señal de solidaridad en la diminuta isla italiana de Lampedusa, luego de que unos 7.000 migrantes desembarcaran el mes pasado en poco más de un día. Tomó prestada una de las frases predilectas de Meloni: “Nosotros decidiremos quién viene a la Unión Europea y bajo qué circunstancias. No los contrabandistas”.
En la actualidad, las costas tunecinas, no las de Libia, son el principal punto de partida de las embarcaciones ilegales. Meloni había cabildeado intensamente en pro de un acuerdo entre la UE y Túnez que le ofreciera ayuda a ese país en dificultades económicas, con la esperanza de alentarlo a implementar medidas enérgicas para frenar la partida de migrantes, pero el acuerdo corre peligro de venirse abajo.
Mientras tanto, Meloni siente la presión de su aliado-rival Salvini, quien parece resuelto a demostrar que él es más de “extrema derecha” que ella, sobre todo en temas migratorios, de cara a las elecciones del Parlamento Europeo programadas para junio de 2024, en las se prevé que el problema ocupe un lugar preponderante.
Como ministro del Interior en un gobierno populista entre 2018 y 2019, Salvini mantuvo a los barcos de rescate aguardando durante días, incluso semanas, en el Mediterráneo a que se les diera permiso de desembarcar a los migrantes.
“Cuando Salvini era ministro (del Interior), todo esto no estaba ocurriendo”, dijo el ministro de asuntos regionales Roberto Calderoli, criticando a Meloni luego de que designó a Salvini su ministro de Transporte, no del Interior, como este esperaba.
Meloni criticó a los jueces italianos, que han desafiado un decreto reciente del Gabinete que permite a los migrantes que perdieron solicitudes de asilo, y que provienen de los así llamados países “seguros” —como Túnez—, sean enviados a centros de detención hasta por 18 meses, a la espera de ser repatriados. Para evitar eso, los migrantes pueden pagar un depósito de casi 5.000 euros (5.500 dólares), una cifra que la mayoría no puede costear. Luego de llegar a la conclusión de que esas restricciones infringen la Constitución italiana, algunos jueces liberaron a los migrantes.
Meloni sostiene que el fallo avala una creencia que tiene la derecha desde hace tiempo de que los magistrados italianos simpatizan con la izquierda.
La primera ministra ha tenido otros reveses. Un decreto del Gabinete buscaba que los bancos pagaran un impuesto por las así llamadas “ganancias adicionales” derivadas de las tasas de interés más altas en hipotecas y préstamos para comercios. Pero el viceprimer ministro Antonio Tajani se opuso, obligando a que se el decreto fuera redactado de nuevo. Tajani encabeza el partido de Berlusconi, y la familia del magnate de los medios tiene una participación importante en un banco italiano.
Cuando el gobierno de Meloni quiso resolver la escasez de taxis en Italia —que se sintió fuertemente durante un auge del turismo extranjero— al liberalizar la expedición de nuevas licencias de taxis, los conductores organizaron una huelga nacional de 24 horas.
“No me parece una catástrofe, sino un muy mal gobierno”, dijo Grossi en entrevista telefónica desde Bruselas para evaluar el primer año de la primera ministra.
Sus otros objetivos incluyen proteger a las “familias tradicionales” de Italia. Durante su campaña, Meloni criticó sonoramente a la “ideología de género”. En el Parlamento se encuentra una propuesta de ley que busca penalizar que los italianos recurran a la gestación subrogada en el extranjero, la cual está inspirada en una propuesta que Meloni presentó cuando era legisladora de la oposición.
Pese a que los Hermanos de Italia tienen raíces en un partido formado por nostálgicos del dictador fascista Benito Mussolini, Meloni ha insistido en que ella no mantiene “culto al fascismo”.
Tras el ataque de Hamas contra Israel el 7 de octubre, acudió a la principal sinagoga de Roma y se comprometió a defender a los ciudadanos judíos de cualquier “manifestación de antisemitismo”. En Italia, una nación de cerca de 57 millones de personas, hay menos de 30.000 judíos.
La directora de la Unión de Comunidades Judías-Italianas, Noemi Di Segni, dijo que le gustaría que Meloni fuera más clara acerca del daño que Mussolini le causó a los judíos. “Para ella debe ser fácil”, dijo Di Segni en entrevista. “Está en el pasado”.
Hay indicios de que la perspectiva de Meloni con respecto a la historia está evolucionando. El lunes, durante el 80mo aniversario de la redada contra los judíos en la Roma ocupada por los nazis, Meloni emitió una declaración condenando “la complicidad fascista” que envió a 1.259 personas de la ciudad a los campos de concentración nazis, donde casi todos perecieron.
Desde que llegó al poder, Meloni ha encabezado las encuestas a los votantes elegibles, rondando el 30%, a diferencia del 26% de los votos que su partido recabó en las elecciones de 2022.
“Italia definitivamente carece de una alternativa progresista, firmemente proeuropea, y eso también, desde luego, le ayuda a Meloni a sentirse más estable”, declaró Grossi.
Para su segundo año, Meloni se compromete a trabajar por una reforma constitucional para que los votantes elijan directamente al primer ministro, con la esperanza de que haya gobiernos más estables. En la actualidad, el presidente de Italia le encarga formar un gobierno a alguien que probablemente sea capaz de encabezar una mayoría parlamentaria.
Desde 1946, los gobiernos de Italia han durado un promedio de 361 días.
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El periodista de The Associated Press Raf Casert contribuyó con este reportaje desde Bruselas.