Plan de Trump para Gaza deja atónita a la región. Estos son los obstáculos que enfrenta
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La sorprendente propuesta del presidente Donald Trump de trasladar por la fuerza a cientos de miles de palestinos fuera de la Franja de Gaza y convertirla en un destino turístico enfrenta importantes obstáculos.
Para los palestinos y muchas otras personas, estos planes constituyen una limpieza étnica, un intento de expulsarlos de la tierra que llaman hogar después de que la ofensiva de 15 meses de Israel contra Hamás dejara gran parte del lugar inhabitable. También fue considerada como un intento de poner fin a su lucha de décadas para tener un Estado, lo cual cuenta con un amplio apoyo internacional.
Los países árabes, incluidos Egipto y Jordania —aliados cercanos de Estados Unidos y en paz con Israel— han condenado estos planes y han rechazado rotundamente la sugerencia de Trump de que acepten más refugiados palestinos.
Arabia Saudí emitió una infrecuente declaración durante la noche en la que rechaza la idea del traslado y reitera que no normalizará las relaciones con Israel —un objetivo clave del gobierno de Trump— sin el establecimiento de un estado palestino que incluya a Gaza.
La propuesta también podría poner en riesgo el alto al fuego en Gaza y la continua liberación de rehenes tomados en el ataque de Hamás del 7 de octubre de 2023, que desencadenó la guerra. Trump se ha atribuido el mérito de haber negociado la tregua, pero su futuro es más incierto ahora.
Los palestinos no quieren irse
Los palestinos consideran a Gaza como una parte integral de su patria y aspiran a tener un Estado independiente en Gaza, Cisjordania y Jerusalén Oriental, territorios que Israel capturó en 1967, en la Guerra de los Seis Días.
La mayor parte de la población de Gaza son descendientes de refugiados de la guerra de 1948 que rodeó a la creación de Israel, cuando cientos de miles de palestinos huyeron o fueron expulsados de lo que es ahora el territorio israelí. No se les permitió regresar porque habrían superado en número a la población judía del nuevo estado.
Riyad Mansour, el embajador palestino ante Naciones Unidas, sugirió que si el objetivo de Trump es enviar a los palestinos a un “lugar feliz y agradable”, deberían regresar a sus hogares ancestrales en Israel.
El ideal de permanecer en su tierra a pesar de las amenazas de expulsión es un elemento fundamental de la lucha y la identidad de los palestinos, y quedó claramente de manifiesto la semana pasada cuando cientos de miles de personas regresaron al norte de Gaza, a pesar de su destrucción casi total.
Hamás y la Autoridad Palestina, que es respaldada por Occidente y que reconoce a Israel y coopera con ese país en materia de seguridad, han condenado vehementemente la propuesta de Trump.
Países árabes no aceptarán refugiados palestinos
Egipto y Jordania, que hicieron las paces con Israel hace décadas, han rechazado repetidamente propuestas anteriores de reasentar a los palestinos dentro de sus fronteras.
Ellos también temen que Israel nunca permita que los palestinos regresen, y que una afluencia masiva de refugiados palestinos desestabilice nuevamente la región, como ocurrió en las décadas posteriores a 1948, cuando fue un factor clave en la guerra civil del Líbano y las dos invasiones israelíes de ese país. Además, ambos países enfrentan dificultades económicas que les impedirían acoger grandes cantidades de refugiados.
Trump sugirió que los países ricos del Golfo podrían pagar para reasentar a los palestinos, pero eso parece poco probable.
Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Qatar se han unido a Egipto y Jordania en el rechazo de cualquier plan de traslado, y los saudíes repudiaron el plan casi de inmediato.
En su declaración, Arabia Saudí reiteró las declaraciones hechas en septiembre por el príncipe heredero Mohammed bin Salman, quien dijo que su país no normalizaría las relaciones con Israel sin la creación de un estado palestino con Jerusalén oriental como su capital.
El reino dijo que su “posición inquebrantable no es negociable y no está sujeta a acuerdos”.
Trump tiene influencia, pero también los líderes de Oriente Medio
Trump parece disfrutar del uso de aranceles, sanciones y recortes de ayuda para presionar a aliados y adversarios por igual, y podría aplicar una presión económica sobre países como Egipto y Jordania, que han dependido por mucho tiempo de la ayuda estadounidense.
Pero esos países tienen sus propios puntos de apoyo ante lo que consideran una gran amenaza a su seguridad nacional. Y los países ricos del Golfo, que históricamente también han brindado ayuda a Egipto y Jordania, podrían contribuir a amortiguar cualquier golpe económico.
Egipto ya advirtió que cualquier traslado masivo de palestinos a la península del Sinaí, que colinda con Gaza, podría socavar su tratado de paz con Israel, que ha sido una piedra angular de la estabilidad regional y la influencia estadounidense durante casi medio siglo.
Egipto y Qatar también han servido como mediadores clave con Hamás en las conversaciones que condujeron al alto al fuego, y ambos trabajan con Steve Witkoff, el enviado de Trump a Oriente Medio, para tratar de ampliarlo.
El plan gusta a los israelíes, pero los rehenes son la prioridad
La idea de una reubicación masiva ha estado confinada, históricamente, a la extrema derecha de Israel, pero el miércoles, líderes de las corrientes principales dijeron que valía la pena considerar el plan de Trump.
En la conferencia de prensa con Trump, el primer ministro Benjamin Netanyahu reconoció que “se quedan boquiabiertos” cuando el presidente estadounidense propone ideas poco ortodoxas, pero luego “la gente se rasca la cabeza y dice: ‘¿Sabes? Tiene razón’”.
Benny Gantz, un político centrista y exgeneral considerado durante mucho tiempo como una alternativa más moderada a Netanyahu, dijo que la propuesta de Trump mostraba “un pensamiento creativo, original e intrigante”, y que debería estudiarse junto con otros objetivos de guerra, “priorizando el regreso de todos los rehenes”.
Yair Lapid, líder de la oposición y feroz crítico de Netanyahu, que ha expresado en el pasado su apoyo a la solución de dos Estados, no se opuso a la idea. En cambio, dijo en una entrevista con los medios locales que era demasiado pronto para reaccionar a la propuesta de Trump ya que no hay detalles concretos, y que lograr el regreso de los rehenes era lo más importante.
La fase actual del alto al fuego de Gaza, en la que Hamás liberará a 33 rehenes a cambio de cientos de prisioneros palestinos, termina a principios de marzo. La segunda fase, en la que los aproximadamente 60 rehenes restantes serían liberados a cambio de más prisioneros, está en negociaciones.
Hamás ha dicho que no liberará a los rehenes restantes sin el fin de la guerra y una retirada israelí total, lo que probablemente impediría cualquier traslado forzoso.
Bezalel Smotrich, el ministro de Finanzas de extrema derecha de Israel, quien apoya lo que él llama la “emigración voluntaria” de un gran número de palestinos y el restablecimiento de asentamientos judíos en Gaza, ha amenazado con abandonar la coalición de Netanyahu si no continúa con la guerra tras la primera fase, lo cual probablemente conduciría a elecciones adelantadas. Él acogió con agrado la idea de Trump.
La reanudación de la guerra pondría en riesgo la vida de los rehenes restantes y no hay garantía de que eliminaría a Hamás, que todavía controla la mayor parte de Gaza. También desmantelaría lo que Trump ha presentado como un logro importante y retrasaría aún más cualquier normalización de relaciones con Arabia Saudí.
¿Táctica de juego?
Existe otra posibilidad: que la propuesta de Trump sea una jugada táctica en un proceso de negociación destinado a asegurar en el futuro el tipo de acuerdo a gran escala en Oriente Medio que dice querer.
Fue apenas la semana pasada cuando Trump amenazó con imponer grandes aranceles a Canadá y México, los dos principales socios comerciales de Estados Unidos, antes de ponerlos en suspenso después de que sus líderes tomaron medidas para apaciguar sus preocupaciones sobre la seguridad fronteriza y el tráfico de drogas.
Durante su primer mandato, Trump coqueteó con la posibilidad de que Israel se anexe partes de Cisjordania ocupada, antes de que la idea fuera archivada como parte de un acuerdo de normalización de relaciones con Emiratos Árabes Unidos.
En última instancia, el mandatario estadounidense podría hacer menos extrema su propuesta o dejarla en suspenso a cambio de concesiones de los líderes árabes, tal vez sobre la reconstrucción de Gaza o la normalización de las relaciones con Israel, aunque la declaración saudí pareció descartar esa posibilidad.
Podría haber más claridad cuando pase el shock y cuando Trump se reúna con el rey Abdullah II de Jordania en la Casa Blanca la semana próxima.