Previo a conferencia para recaudar fondos para Siria, trabajadores humanitarios temen más recortes
Viviendo en una tienda de campaña en el noroeste de Siria tomado por rebeldes, Rudaina al-Salim y su familia batallan para encontrar suficiente agua para beber y usarla en otras necesidades básicas como cocinar y lavar. Su campamento al norte de la ciudad de Idlib no ha recibido ayuda en seis meses.
“Antes recibíamos ayuda alimentaria y artículos de higiene”, dijo la madre de cuatro. “Ahora hace tiempo que no tenemos mucho”.
La historia de Al-Salim es similar a la de muchas personas en esta región de Siria, en donde la mayoría de sus 5,1 millones de residentes han sido desplazados al interior del país —a veces más de una vez— durante la guerra civil, que ya está en el 14o año, y dependen de ayuda para sobrevivir.
Agencias de Naciones Unidas y organizaciones humanitarias internacionales han batallado durante años con presupuestos cada vez más reducidos, agravados aún más por la pandemia del coronavirus y los conflictos en otras partes. La guerra en Ucrania y Sudán y, de forma más reciente, la guerra de Israel con Hamás en la Franja de Gaza están en el centro de la atención mundial.
La guerra de Siria, que ha matado a casi medio millón de personas y desplazado a la mitad de los 23 millones de habitantes que tenía antes de la guerra, desde hace mucho está prácticamente paralizada, así como los esfuerzos por encontrar una solución política viable para ponerle fin. Mientras tanto, millones de sirios han sido arrastrados a la pobreza y batallan para conseguir alimentos y atención médica conforme la economía se deteriora en los frentes de todo el país.
Junto a la pobreza que se profundiza, existe una hostilidad cada vez mayor en países fronterizos que albergan a refugiados sirios y que batallan con sus propias crisis.
Las organizaciones de ayuda están haciendo sus presentaciones anuales a los donadores previo a la conferencia de recaudación de fondos para Siria en Bruselas del lunes. Pero los trabajadores humanitarios creen que las promesas probablemente se queden cortas y que seguirán más recortes de ayuda.
“Hemos pasado de asistir a 5,5 millones de personas al año a unas 1,5 millones en Siria”, dijo a The Associated Press Carl Skau, director ejecutivo adjunto del Programa Mundial de Alimentos de la ONU. Hizo los comentarios durante una visita reciente a Líbano, que alberga a unos 780.000 sirios refugiados registrados y a cientos de miles más sin documentos.
“Cuando veo en todo el mundo, este es el programa (de apoyo) que se ha reducido más en el periodo más corto”, agregó Skau.
Sólo se garantizó el 6% de la petición de ayuda para Siria en 2024 de la ONU antes de la conferencia de recaudación de fondos mundial del lunes organizada por la Unión Europea, dijo David Carden, coordinador regional humanitario adjunto para Siria.
Para la región noroeste de Siria, eso implica que la ONU sólo podrá alimentar a unas 600.000 personas de las 3,6 millones que se enfrentan a inseguridad alimentaria, lo que significa que carecen de acceso a suficientes alimentos. La ONU señala que unos 12,9 millones de sirios sufren de inseguridad alimentaria en todo el país.
La ONU espera que en la conferencia de Bruselas pueda recaudar más de 4.000 millones de dólares en “ayuda para salvar vidas” para apoyar a casi dos terceras partes de los 16,7 millones de sirios necesitados, tanto dentro del país devastado por la guerra como en países vecinos, particularmente en Turquía, Líbano y Jordania.
En la conferencia del año pasado, los donantes prometieron 10.300 millones de dólares —aproximadamente 6.000 millones de dólares en subvenciones y el resto en préstamos— meses después que un sismo de magnitud 7,8 azotada Turquía y gran parte del norte de Siria, matando a más de 59.000 personas, incluidas 6.000 en Siria.
Para el noroeste de Siria, un enclave bajo control rebelde, el apoyo de este año es “literalmente una cuestión de vida o muerte”, Carden le dijo a la AP durante una visita reciente a la provincia de Idlib. Sin fondos, 160 instalaciones de salud podrían cerrar para finales de junio, agregó.
La jefa para Siria del Comité Internacional de Rescate, Tanya Evans, dijo que las necesidades “están en su punto más alto”, con cada vez más sirios optando por el trabajo infantil y endeudándose para pagar alimentos y artículos básicos.
En Líbano, en donde casi 90% de los refugiados sirios viven en pobreza, también se enfrentan a cada vez menos ayuda y cada vez más resentimiento por parte de los libaneses, que batallan con la propia crisis económica del país desde 2019. Funcionarios disgustados han acusado a los refugiados de un aumento en la delincuencia y en la competencia en el mercado laboral.
Los partidos políticos de Líbano en disputa se han unido en un llamado para tomar medidas severas contra los migrantes sirios sin documentos y exigir que los refugiados regresen a las llamadas “zonas seguras” en Siria.
Agencias de la ONU, grupos defensores de derechos humanos y gobiernos occidentales dicen que no existen dichas zonas.
Um Omar, una refugiada siria de Homs, trabaja en una tienda de abarrotes en Trípoli, una ciudad en el norte de Líbano, una comunidad empobrecida que alguna vez recibió de buena gana a los refugiados sirios.
Gracias a su trabajo, ella puede llevar a casa todos los días un paquete de pan y algunos vegetales para alimentar a su familia de cinco. Pueden vivir sin pagar renta en una tienda de campaña en un terreno que pertenece a los propietarios de la tienda.
“Tengo que dejar a los niños temprano en la mañana sin desayunar para que pueda trabajar”, dijo, pidiendo ser identificada por su apodo, que significa “la madre de Omar” en árabe. Teme represalias debido a las cada vez más intensas hostilidades contra los sirios.
La reducida ayuda de la ONU que reciben no paga las cuentas. Su esposo, que comparte los temores por su seguridad, antes trabajaba como jornalero, pero en las últimas semanas rara vez ha salido de su casa.
Ella dice que la deportación a Siria, en donde el gobierno del presidente Bashar Assad está firmemente afianzado, podría ser el acabose para su familia.
“Si mi esposo fuera regresado a Siria, iría a la cárcel o sería reclutado a la fuerza”, explica.
Aún así, muchos en Líbano le dicen a su familia: “nos quitaste nuestros sustentos”, dice Um Omar. También hay quienes les dicen que deberían irse, agregó, para que los libaneses “finalmente tengan un respiro”.
___
Albam reportó desde Harbnoush, Siria.