¿Quién es Keir Starmer, el líder laborista favorito en las elecciones británicas del 4 de julio?
Diligente, gerente, un poco aburrido. Keir Starmer no encaja en la idea de nadie de un político que causa sensación.
El Partido Laborista confía en que eso sea justo lo que quiere y necesita Reino Unido tras 14 años accidentados de gobierno conservador. Starmer, el líder de 61 años del partido de centroizquierda, es el actual favorito para las elecciones del 4 de julio.
Starmer ha pasado cuatro años como líder opositor, en los que ha llevado a su partido socialdemócrata desde la izquierda hacia el centro político. Su mensaje a los votantes es que un gobierno laborista traerá cambios, de los tranquilizadores en lugar de los que asustan.
“Un voto por el laborismo es un voto por la estabilidad política y económica”, dijo Starmer después de que el primer ministro, Rishi Sunak, convocara elecciones el 22 de mayo.
Si los sondeos de opinión que dan a los laboristas una ventaja consistente de dos dígitos se materializan en las urnas, Starmer se convertirá en el primer jefe laborista del gobierno británico desde 2010.
Starmer, abogado y que sirvió como fiscal jefe de Inglaterra y Gales entre 2008 y 2013, es denostado por sus críticos como un “abogado izquierdista de Londres”. Fue nombrado caballero por su trabajo al frente de la Fiscalía de la Corona y a sus rivales conservadores les gusta utilizar su título, sir Keir Starmer, para describirle como un miembro de la élite y desconectado de la realidad cotidiana.
Starmer prefiere recalcar sus credenciales de hombre corriente y sus raíces humildes, en un contraste implícito con Sunak, un exbanquero de Goldman Sachs casado con la hija de un multimillonario.
Le encanta el fútbol —y aún juega los fines de semana— y nada le gusta más que ver jugar al Arsenal, un club de la Premier League, con una cerveza en el pub local. Él y su esposa Victoria, que trabaja en salud ocupacional, tienen dos hijos adolescentes que intentan mantener alejados de la vista del público.
Nació en 1963, hijo de un fabricante de herramientas y una enfermera que le pusieron el nombre de Keir Hardie, por el primer líder del Partido Laborista. Él y sus tres hermanos crecieron en una casa donde costaba llegar a fin de mes, en una pequeña localidad a las afueras de Londres.
“Fueron tiempos duros”, dijo durante un discurso para presentar su campaña. “Sé como se siente una inflación descontrolada, cómo el creciente coste de la vida puede hacer que tengas miedo del cartero que viene hacia la puerta, ‘¿traerá otra factura que no podemos pagar?’”.
“Solíamos elegir la factura del teléfono porque cuando lo cortaban, siempre era lo más fácil para vivir sin ello”, señaló.
La madre de Starmer sufría una enfermedad crónica, la enfermedad de Still, que le causaba dolor, y Starmer ha dicho que visitarla en el hospital y ayudar a cuidarla ayudó a consolidar su firme apoyo al Servicio Nacional de Salud, financiado por el estado.
Fue el primer miembro de su familia en ir a la universidad, estudió derecho en la Universidad de Leeds y en Oxford y ejerció como abogado de derechos humanos antes de ser nombrado fiscal jefe.
Entró en política en la cincuentena y fue elegido parlamentario en 2015. Discrepaba a menudo con el líder del partido, Jeremy Corbyn, un socialista acérrimo, y en una ocasión abandonó la cúpula del partido por esas diferencias, aunque aceptó servir como vocero laborista sobre el Brexit durante el liderazgo de Corbyn.
Starmer ha enfrentado preguntas reiteradas sobre esa decisión y sobre haber instado a los votantes a apoyar a Corbyn en las elecciones de 2019.
Ha dicho que quería quedarse y luchar por transformar el laborismo, y alega que “los líderes son temporales, pero los partidos políticos son permanentes”.
Después de que Corbyn lideró a los laboristas en derrotas electorales en 2017 y 2019 —ese último, el peor resultado del partido desde 1935—, la formación eligió a Starmer para liderar la reconstrucción.
Su liderazgo ha coincidido con una época accidentada en la que Reino Unido pasó por la pandemia del COVID-19, salió de la Unión Europea, absorbió el choque económico de la invasión rusa de Ucrania y sufrió un revés económico por el turbulento mandato de 49 días de Liz Truss como primera ministra en 2022.
Los votantes están cansados de la crisis de coste de la vida, la sucesión de huelgas en el sector público y de disputas políticas en las que el Partido Conservador cambió de primer ministro dos veces en cuestión de semanas en 2022 —Boris Johnson y Truss— antes de instaurar a Sunak en un intento de calmar las aguas.
Starmer impuso disciplina en un partido con una merecida reputación de divisiones internas, abandonó algunas de las políticas más abiertamente socialistas de Corbyn y se disculpó por el antisemitismo, cuya propagación se había permitido durante el mandato de Corbyn, según una investigación interna.
Starmer prometió “un cambio cultural en el Partido Laborista”. Su lema ahora es “país antes que partido”.
Starmer se opuso con firmeza a la decisión británica de abandonar la Unión Europea, aunque ahora dice que un gobierno laborista no intentaría revocarla.
Sus detractores le acusan de falta de principios políticos. Sus partidarios dicen que es pragmático y respeta el hecho de que los votantes británicos tienen pocos deseos de retomar el divisivo debate de Brexit.
Ahora Starmer debe persuadir a los votantes de que el gobierno laborista puede facilitar la crisis crónica de vivienda en Reino Unido y reparar sus erosionados servicios públicos, especialmente el maltrecho servicio de salud, pero sin imponer subidas de impuestos ni aumentar la deuda pública.
Para consternación de algunos partidarios laboristas, suavizó una promesa de invertir miles de millones en tecnología ecológica y dijo que el gobierno laborista no se endeudará más para financiar el gasto público.
“Mucha gente en la izquierda le acusará de decepcionarles, traicionar los principios socialistas. Y mucha gente en la derecha le acusa de cambiar de opinión”, dijo Tim Bale, politólogo de la Universidad Queen Mary de Londres.
“Pero, bueno, si eso es lo que hace falta para ganar, creo que eso nos dice algo sobre la personalidad de Starmer. Hará lo que haga falta —y ha hecho todo lo que ha hecho falta— para llegar al gobierno”.
El partido ha ganado terreno en los sondeos bajo su liderazgo, lo que ha ayudado a mantener a raya a los críticos internos de Starmer.
En la conferencia del partido en octubre mostró un destello de vehemencia y dijo a los entusiasmados delegados que “yo crecí en la clase trabajadora. Llevo toda la vida peleando. Y no voy a parar ahora”. También mostró una llamativa compostura cuando una persona subió al escenario para protestar y le arrojó purpurina y pegamento.
Algunos han comparado estas elecciones de 1997, cuando Tony Blair lideró a los laboristas a una victoria abrumadora tras 18 años de gobierno conservador.
Bale dijo que Starmer no tiene el carisma de Blair. Sin embargo, señaló, “dada la agitación que los británicos han tenido que soportar desde el referendo del Brexit en 2016, creo que para la población, un poco de aburrimiento no vendría tan mal”.
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La periodista de Associated Press Danica Kirka contribuyó a este despacho.