Una misión compasiva, un ataque letal: cómo un convoy de ayuda en Gaza se volvió un blanco de Israel
Fue horas después del anochecer cuando los ocho camiones de ayuda se alejaron del muelle improvisado, construido con toneladas de escombros acumulados en Gaza tras meses de guerra.
Los camiones fueron escoltados por tres vehículos que llevaban a trabajadores humanitarios de World Central Kitchen, la organización de ayuda que había organizado el enorme cargamento de comida. Los siete trabajadores llevaban chalecos antibalas. Los autos estaban identificados, también en el techo, con el emblema del grupo, una sartén multicolor.
Tras un duro recorrido por una carretera maltrecha, parecía que habían cumplido su misión. La caravana dejó su valiosa mercancía en un almacén y el equipo se preparó para ir a casa.
La Luna no era más que una delgada línea esa noche. Las carreteras estaban oscuras salvo por destellos ocasionales cuando salía luz de edificios con generadores propios.
Apenas unos minutos después de las 10 de la noche, la caravana iba hacia el sur por la carretera Al Rashid, que recorre la costa de Gaza.
El primer misil impactó poco más de una hora después.
En unos minutos, los siete trabajadores humanitarios estaban muertos.
Un esfuerzo crucial para combatir el hambre
Los preliminares para el ataque del 1 de abril comenzaron meses antes, cuando grupos de ayuda buscaban desesperadamente formas de alimentar a millones de personas sin acceso a entregas regulares de alimentos. Gaza había quedado aislada por las fuerzas israelíes apenas unas horas después del ataque de milicianos de Hamás que desencadenó la guerra el 7 de octubre. Desde entonces, más de 33.000 palestinos han muerto y más del 80% de los 2,3 millones de personas del territorio se han visto desplazadas.
El hambre se ha vuelto habitual. Las autoridades de Naciones Unidas advierten de la creciente probabilidad de una hambruna en el devastado norte de Gaza.
La situación es cada vez más angustiosa y las entregas por los pasos terrestres a Gaza desde Israel y Egipto son limitadas, de modo que World Central Kitchen hizo un esfuerzo pionero para llevar ayuda por mar.
El grupo de ayuda, fundado en 2010 por el cocinero televisivo José Andrés, ha trabajado en lugares tan lejanos como Haití y Ucrania, enviando equipos que pueden producir con rapidez una gran cantidad de comidas en zonas de conflicto y después de desastres nacionales. El grupo se enorgullece de proporcionar comida acorde a las costumbres locales.
Su primer barco llegó a mediados de marzo con 200 toneladas de comida, agua y otros suministros de ayuda en coordinación con Israel.
El 30 de marzo, tres barcos y una gran barcaza salieron de Chipre con suficiente arroz, pasta, harina, verduras enlatadas y otros suministros como para preparar más de un millón de comidas, según el grupo.
Dos días más tarde, algunos de esos suministros estaban listos para viajar en camión al corazón de Gaza.
1 de abril, 10 de la noche
El convoy de ocho camiones de World Central Kitchen viró al sur tras dejar el muelle, y condujo por la costa hacia un almacén a unos 10 kilómetros (6,2 millas) de distancia.
El equipo de World Central Kitchen viajó en dos autos blindados y un tercer vehículo sin blindaje. Con ellos iba un conductor y traductor palestino, Saifeddin Issam Ayad Abutaha. La madre del joven empresario tenía esperanzas de que encontrase una esposa pronto. También les acompañaba Jacob Flickinger, un consultor de seguridad con doble ciudadanía estadounidense y canadiense que ahorraba para comprarse una casa en Costa Rica, donde él y su novia pudieran criar a su hijo de 18 meses.
Había tres veteranos del ejército británico, una australiana amada por sus grandes abrazos e incansable ética profesional y un voluntario polaco elogiado por el grupo como “constructor, fontanero, soldador, electricista, ingeniero, jefe, confidente, amigo y compañero”.
El equipo había establecido un plan de “desconflicto” con antelación con las fuerzas israelíes, de modo que el ejército sabría a dónde viajarían y qué ruta tomarían.
Las organizaciones humanitarias utilizan complejos sistemas para mantener a sus equipos a salvo. Normalmente envían un plan por adelantado al COGAT, la agencia de defensa israelí responsable de asuntos civiles palestinos, que después la comparte con el ejército israelí, indicó un miembro del ejército. Durante las entregas, los grupos humanitarios pueden comunicarse con el ejército en tiempo real, dijo el militar, que habló bajo condición de anonimato en línea con las normas del ejército para informar a la prensa.
Los trabajadores de World Food Kitchen llevan dispositivos GPS que registran su ubicación, según un empleado de la organización que habló bajo condición de anonimato porque no tenía permiso para hablar con los medios.
Muchos cooperantes han expresado sus preocupaciones sobre el sistema.
“No estaba funcionando bien”, dijo Chris Skopec, miembro con sede en Washington del grupo de ayuda Project Hope, que mencionó problemas de comunicación y coordinación. “Y cuando no funciona bien, muere gente”.
10:28 de la noche
Las cosas empezaron a ir mal a unas pocas millas del amarradero.
Un militar israelí que miraba imágenes tomadas por un dron vio lo que pensó que era un hombre armado de Hamás subir al techo de un camión y disparar al aire.
Los hombres armados forman parte de la vida cotidiana en Gaza, que está gobernada por Hamás desde 2007. Podrían ser combatientes de Hamás, miembros de la policía supervisada por Hamás o guardias privados.
Algunos grupos de ayuda contratan guardias privados, según responsables humanitarios, que a menudo son hombres vestidos de paisano que llevan armas o palos largos para repeler a palestinos hambrientos que intentan hacerse con suministros.
El empleado de World Central Kitchen dijo que el grupo utiliza a veces guardias privados, aunque no estaba claro si se habían empleado para el convoy del 1 de abril. El empleado y otros cooperantes insistieron en que sus guardias no forman parte de Hamás ni de su milicia aliada Yihad Islámica Palestina, aunque no dieron detalles sobre el trasfondo de los guardias. Pese a esas afirmaciones, es improbable que nadie subiera a un camión de ayuda sin tener al menos autorización tácita de Hamás.
Los soldados israelíes tratan de distinguir entre guardias de seguridad privados y milicianos de Hamás cuando determinan sus objetivos, indicó el mayor Nir Dinar, vocero militar israelí. Dijo que no podía descartar la posibilidad de que los hombres armados que acompañaban al convoy de World Central Kitchen fueran guardias de seguridad.
10:46 de la noche
En unas imágenes borrosas tomadas desde el aire que el ejército mostró a periodistas se veía gente congregada en torno a la caravana cuando llegó al almacén de WCK en la ciudad de Deir al-Balah. El ejército dijo que entre dos y cuatro hombres estaban armados, aunque eso no estaba claro en las imágenes aéreas mostradas a los periodistas.
10:55 de la noche
Los camiones se quedaron en el almacén, pero los tres vehículos de World Central Kitchen empezaron a conducir hacia el sur para llevar a los trabajadores a sus alojamientos. Otro vehículo que se había sumado al convoy —que según los israelíes llevaba personas armadas— fue al norte hacia otro almacén.
Mensajes de planificación enviados por World Central Kitchen habían dejado claro que los cooperantes no se quedarían con los camiones, sino que continuarían el viaje en auto.
Pero funcionarios israelíes dicen que los soldados que seguían el convoy no habían leído esos mensajes. Entonces, un militar israelí creyó que había visto a alguien entrar en un vehículo de WCK con un arma.
“La opinión en ese momento era que la misión humanitaria había terminado y que estaban siguiendo vehículos de Hamás con al menos un posible hombre armado”, dijo el general retirado Yoav Har-Evan, que dirigió la pesquisa militar sobre el ataque.
La oscuridad impedía distinguir los emblemas de World Central Kitchen en los autos, según funcionarios israelíes.
11:09 de la noche
El primer misil alcanzó uno de los vehículos blindados cuando avanzaba por la carretera costera. Los cooperantes huyeron del vehículo dañado al otro auto blindado, que Israel atacó dos minutos después.
Los sobrevivientes se hacinaron en el tercer vehículo. Pronto fue alcanzado también.
Abdel Razzaq Abutaha, hermano del conductor fallecido, dijo que otros cooperantes le habían llamado tras los ataques pidiéndole que comprobara si su hermano estaba bien.
Llamó varias veces al teléfono de su hermano. Finalmente, un hombre respondió y dijo que había encontrado el celular a unos 200 metros (656 pies) de uno de los autos bombardeados.
“Todo el mundo en el auto murió”, dijo el hombre a Abdel Razzaq.
Abdel Razzaq dijo que creía que el trabajo de su hermano sería seguro.
“Es una institución internacional estadounidense con coordinación de alto nivel”, dijo. “¿Qué hay que temer?”.
Las consecuencias
Cuando salió el sol a la mañana siguiente, los restos calcinados de los tres vehículos se veían repartidos a lo largo de una milla en la calle Al Rashid.
Israel dijo con rapidez que había matado por error a los cooperantes y abrió una investigación.
“Es una tragedia”, dijo a los periodistas el contralmirante Daniel Hagari, vocero militar. “No debería haber ocurrido. Y nos aseguraremos de que no vuelve a ocurrir”.
Israel dijo el viernes que había destituido a dos militares y reprendido a otros tres por su participación y dijo que habían gestionado mal información y violado las normas de combate del ejército, que requieren varios motivos para identificar un objetivo.
Tras el letal ataque, Israel y el COGAT han creado una “sala de guerra” especial donde el COGAT y funcionarios militares se sientan juntos para agilizar el proceso de coordinación.
Las promesas de Israel han hecho poco por acallar la creciente indignación internacional por su ofensiva.
Más de 200 cooperantes han muerto en Gaza desde que comenzó la guerra, incluidos al menos 30 fallecidos cuando trabajaban, según Naciones Unidas. Muchos trabajadores de ayuda señalaron que el ataque al convoy sólo llamó la atención porque seis de los fallecidos no eran palestinos.
En muchos aspectos, los trabajadores humanitarios son una comunidad difícil de definir. Algunos son expertos que ganan un buen salario y van de un desastre a otro. Algunos son voluntarios que buscan una forma de hacer el bien. Algunos están motivados por la ambición y otros por la fe.
Sin embargo, todo el mundo en Gaza comprendía los riesgos.
Jacob, el hijo de John Flickinger, era un veterano del ejército canadiense y miembro del equipo de seguridad del convoy.
“Se presentó voluntario para ir a Gaza, y no se engañaba”, dijo Flickinger a AP. “Lo hablamos, que era una situación caótica”.
Aunque World Central Kitchen y otras organizaciones suspendieron sus operaciones en Gaza tras los ataques, muchos de los grupos más grandes, como Médicos Sin Fronteras y Oxfam International, apenas bajaron el ritmo.
El ataque a la caravana “no estaba fuera de las cosas que podíamos previsto, por desgracia”, dijo Ruth James, coordinadora humanitaria regional de Oxfam, con sede en Reino Unido. Salvo por un viaje cancelado, el personal de Oxfam simplemente siguió trabajando.
“¿Qué les mantiene en marcha?”, preguntó. “No estoy segura”.
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Jeffery y Frankel informaron desde Jerusalén. Los periodistas de Associated Press Tim Sullivan en Minneapolis; James Pollard en nueva York; y Stephany Matat en West Palm Beach, Florida, contribuyeron a este despacho.