Declaran culpables de asesinato al padre y la madrastra de Sara Sharif tras años de maltrato infantil
La niña de 10 años sufrió una serie de crueles abusos a manos de sus familiares, quienes huyeron a Pakistán después de haberla matado
El padre y la madrastra de Sara Sharif fueron declarados culpables de su asesinato, tras infligir a la niña una serie de abusos durante los cuales la encapucharon, ataron y golpearon a lo largo de su corta vida.
La niña de 10 años murió tras sufrir una acumulación de 70 lesiones que incluían un traumatismo craneoencefálico, 25 fracturas, una quemadura ulcerada en las nalgas, marcas de mordeduras humanas y heridas por quemaduras.
El taxista Urfan Sharif, de 42 años, alertó a la policía de Surrey (Inglaterra) de su muerte tras llamar a su línea de no emergencias en la madrugada del 10 de agosto del año pasado, después de huir a Pakistán con la madrastra de Sara, Beinash Batool, y su tío, Faisal Malik.
Confesó que le había “pegado demasiado” por ser “traviesa” y que la había “castigado legalmente” antes de tomar un vuelo a Islamabad desde el aeropuerto de Heathrow para eludir a la justicia.
Su cuerpo fue descubierto en una litera en la casa familiar de Woking, Surrey, y con la autopsia se determinó rápidamente que había sufrido un trato atroz en los meses anteriores a su muerte.
Tras seis días de interrogatorios en Old Bailey, en los que Sharif afirmó repetidamente que su esposa Batool, de 30 años, era quien había maltratado a Sara mientras él estaba en el trabajo, al final asumió toda la responsabilidad y dijo a los miembros del jurado que había tratado con violencia a la joven.
Admitió haberla estrangulado con sus propias manos y haberla golpeado con un bate de cricket, un palo metálico y un teléfono móvil, llegando incluso a golpearla en el estómago mientras agonizaba el 8 de agosto.
A veces se mostró conmocionado y dijo a los miembros del jurado, muchos de los cuales estaban sentados con la boca abierta: “Murió por mi culpa. No quería matarla”. Tachado de cobarde por el fiscal, aceptó haber atado a su hija pequeña y haberla golpeado tras enfadarse cuando vomitaba o se orinaba encima.
Negó haber tenido nada que ver con las marcas de mordiscos humanos en su brazo y las quemaduras de hierro en su trasero, y repitió que no quería hacerle daño.
Las impresiones dentales tomadas a Sharif y a su hermano menor, Malik (29 años), habían descartado que fueran los causantes de las marcas de mordeduras en el brazo y el muslo de la niña, mientras que Batool se había negado a participar en el proceso.
Los mensajes de WhatsApp mostraban que la violencia contra la joven era algo habitual en el hogar, y que se originaba desde mayo de 2021. Su madrastra había escrito a su hermana diciéndole que a Sara la habían golpeado tanto que no podía caminar: “Urfan le dio una paliza a Sara. Está cubierta de moretones, literalmente morada”.
En otros mensajes, hablaba de que quería denunciar a su marido a los servicios sociales y se preocupaba por cómo cubriría las lesiones de Sara para poder enviarla al colegio.
Iban acompañados de fotos de una Sara malencarada y magullada, con el mensaje: “Mira lo que él está haciendo. Borra las fotos”.
Batool se quejó repetidamente con su hermana de que Sharif le pegaba a Sara por ser “traviesa”, “maleducada y rebelde” y porque le había cortado la ropa, escondido llaves y roto documentos.
Los profesores tienen registro de que Sara llegó con un moretón debajo del ojo izquierdo en junio de 2022 y, después, en marzo de 2023, con un moretón en la barbilla y una marca oscura en el ojo derecho.
La escuela se puso en contacto con el servicio de bienestar infantil para pedir asesoría, y concluyeron que era necesario remitir el caso a los servicios sociales. Sin embargo, Sara fue apartada de las aulas en abril de 2023, apenas cuatro meses antes de su muerte, y su familia alegó que iba a ser educada en casa.
También se había observado que en enero había empezado a llevar un hiyab a pesar de que ninguna de las demás mujeres de su familia lo hacía, lo que, según la acusación, era indicativo de esfuerzos por ocultar sus hematomas.
Los vecinos también habían expresado su preocupación, después de que se oyeran constantes gritos y chillidos procedentes del domicilio familiar, así como lenguaje agresivo y el uso de groserías.
Antes de mudarse a Woking, Sharif y Batool habían residido en un departamento en el pueblo de West Byfleet. Su vecina Rebecca Spencer declaró a los jurados que los gritos angustiosos habían alcanzado “un punto álgido”, mientras que ella también podía oír los sonidos de traqueteo de puertas cerradas.
Otro vecino oyó por casualidad la voz de una mujer adulta que gritaba “cállate la p*** boca” y “cállate la p*** boca, bastarda”, así como bofetadas y un grito de angustia que parecía provenir de un niño de siete u ocho años.
Cada uno de estos testigos declaró haber visto a Sara realizando quehaceres en el hogar familiar, entre los que se incluía ser la única que ordenaba la ropa y sacaba la basura.
Sin embargo, una vez que estuvo en casa de manera permanente y bajo el control de Sharif, parece que la violencia hacia ella se intensificó de manera drástica. Un patólogo determinó que había sufrido una serie de traumatismos repetitivos por objeto contundente en los tres meses anteriores a su muerte.
El 8 de agosto, Sharif admitió haber utilizado el poste metálico para golpearle el abdomen mientras ella agonizaba en el dormitorio, después de que Batool interrumpiera su turno de taxi para pedirle que fuera a casa.
Esa misma noche, Batool y Sharif se dispusieron a reservar vuelos a Pakistán para el día siguiente, según declaró el fiscal Emlyn Jones.
El fiscal afirmó al jurado que los tres acusados desempeñaron su papel en la violencia y que era “inconcebible” que uno solo de ellos hubiera actuado solo.
Los leggings y pañales sucios de la niña fueron desechados en el jardín cerca de una lavadora a presión con cinta de embalaje y capuchas en la basura, se dijo a los jurados.
Tras sus veredictos de culpabilidad, el juez Cavanagh aplazó la sentencia hasta el próximo martes. Recalcó a los miembros del jurado que el caso había sido “extremadamente estresante y traumático”.
Tras los veredictos, el comisario jefe Mark Chapman declaró: “La madre de Sara y sus hermanos y cualquiera que conociera a Sara en su corta vida siguen en los pensamientos de la policía de Surrey”.
“A lo largo de este proceso, los miembros del público habrán oído o leído detalles horribles sobre las lesiones que sufrió Sara o la negligencia con la que fue tratada. Nos gustaría aclarar a esas personas que también están en nuestros pensamientos”.
Afirmó que las circunstancias del caso eran “inusuales” e hizo mención especial de la persona que atendió la llamada cuando Sharif llamó desde Pakistán para informar la muerte de su hija.
También agregó: “La policía de Surrey trabajó incansablemente en este caso en los primeros días con nuestras agencias asociadas en este país y en el extranjero”.
“Se trata de un marco jurídico y procesal enormemente complejo en el que tuvimos que movernos para buscar a personas buscadas por asuntos graves en este país, pero que se encontraban en el extranjero, en Pakistán”.
“Ese trabajo se prolongó durante muchos días y semanas tras el hallazgo del cadáver de Sara. Me gustaría dar las gracias a esos organismos por su continuo apoyo en esta investigación”.
Traducción de Michelle Padilla