Agricultores europeos pasan apuros, pero algunos clientes comprensivos no pueden pagar sus productos
Jeremy Donf, que se gana la vida manejando un camión, es consciente de las dificultades que pasan los agricultores franceses y quiere apoyar a los productores locales. Pero, como muchos otros consumidores, comprar alimentos franceses no siempre es posible.
Las protestas agrarias de esta semana en toda Europa han llamado la atención sobre los problemas que sufren hoy en día tanto los productores como los hogares a causa de múltiples factores, como la persistente inflación, los elevados tipos de interés y la volatilidad del precio de la energía.
“Comprendemos su enfado porque valoramos a los agricultores. ¿Qué vamos a hacer si no están? No comeremos. Estas protestas son importantes", dijo Donf.
Pero mientras pesaba unos limones procedentes de España en un supermercado de las afueras de París, Donf destacó que la mayoría de los productos a su alrededor eran importados. Y cuando hay alimentos cultivados en Francia, no todo el mundo puede permitírselos. Esta semana, en un mercado en París, las clementinas marroquíes y las setas polacas costaban casi la mitad que los producidos en tierras francesas.
Las protestas de los agricultores han recibido un amplio apoyo público en Francia, incluso de camioneros como Donf, cuyo medio de vida se vio amenazado por los bloqueos de carreteras de los inconformes. Donf vive en el suburbio parisino de Boussy-Saint-Antoine pero procede de la isla francesa de Reunión, en el Índico, donde la agricultura es importante y muchos compran directamente a los productores.
Gobiernos como los de Francia, España y Grecia acordaron en los últimos días inyectar cientos de millones de euros (dólares) en el sector agrario para calmar las protestas. La Unión Europea también ha realizado concesiones a los agricultores, sensible a las preocupaciones de los votantes antes de las elecciones al Parlamento Europeo previstas para junio.
En un mercado agrícola próximo, varios compradores eligieron específicamente esta semana carne y verduras francesas, más caras, en lugar de importaciones más baratas, en parte alentados por las movilizaciones.
“Soy muy consciente de que para algunas personas no es fácil gastar más dinero en comida, pero como mi pensión me lo permite, decidí optar por los productos (franceses) de alta calidad”, dijo Patrick Jobard, que está jubilado.
El precio del trigo, el maíz y otros granos — a excepción del arroz — son más bajos que antes de que la invasión rusa de Ucrania impulsase los costos de los alimentos básicos a máximos históricos en 2022, lo que empeoró el hambre en el mundo pero benefició a los agricultores.
A los consumidores, por su parte, el descenso del precio del trigo y de otros alimentos en los mercados globales no les ha repercutido porque el repunte de los precios en las tiendas está ligado a otros los costos añadidos que se suman al producto una vez sale de la granja, apuntó Joseph Glauber, investigador en el Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias.
Aspectos como el alza del costo de la energía y de la mano de obra han “afectado a cada paso del proceso (...) hasta los estantes de los comercios", añadió.
Con la bajada de los precios, los agricultores obtienen menos por lo que cultivan y se enfrentan la incertidumbre de la volatilidad en el precio de la energía.
Esto es especialmente difícil para los agricultores en Europa, que se quedaron sin el gas natural ruso barato y sufren problemas en la cadena de distribución debido a los ataques de los rebeldes hutíes de Yemen en el Mar Rojo, explicó Glauber.
El Mar Rojo es una ruta comercial clave entre Asia y Europa, por lo que los productores en la UE, Ucrania y Rusia se enfrentan a las consecuencias de que las navieras desvíen a sus mercantes en rutas más largas que rodean el extremo sur de África.
“Estos costos repercuten en los productores”, dijo Glauber, antiguo director económico del Departamento de Agricultura de Estados Unidos.
Y no solo eso, las elevadas tasas de interés encarece los préstamos para comprar maquinaria o cubrir otras necesidades. Los agricultores europeos deben cumplir también regulaciones climáticas que pueden elevar unos costos que no tienen sus competidores en Estados Unidos y en otros países.
Pero los productores de grandes economías como la UE y Estados Unidos reciben ayudas públicas por cultivar alimentos, mientras “la mayor parte de la agricultura mundial no está subvencionada. Y están compitiendo en este entorno”, apuntó Glauber.
Las economías se han ralentizado, especialmente en Europa, por lo que la inflación sobre los alimentos se ha reducido, pero “la gente sigue pensando en hace dos años y dice: ‘Vaya, esta carne sigue siendo muy cara con respecto a lo que pagaba hace dos años’”, afirmó.
El abaratamiento de las importaciones es una gran preocupación entre los agricultores europeos.
En Francia, uno de los focos de su indignación fue el enorme centro comercial de Rungis, el mayor mercado de alimentos de Europa. Abastece a muchos de los restaurantes y mercados de París, pero también se considera un símbolo de las cadenas de alimentos globalizadas.
Un grupo de productores de una zona rural del suroeste acampó esta semana a sus puertas con sus tractores, y más tarde empujaron a los vehículos blindados que custodiaban el recinto, lo que causó 91 detenciones.
“Elegí venir aquí porque este es un lugar muy simbólico, un símbolo alimentario”, dijo Jean-Baptiste Chemin, que cultiva cereales y fruta y viajó en su tractor desde la región sureña de Lot-et-Garonne. Cerca, un cartel decía “Os estamos alimentando y nos estamos muriendo”.
Cuando la policía fue a detenerlo, bromeó con los agentes con su característico acento del sur diciendo que no se oponía a que lo llevasen a una comisaría, “de todos modos ya he recorrido 600 kilómetros (360 millas)”.
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La periodista de The Associated Press Courtney Bonnell en Londres contribuyó a este despacho.