Presos de Sing Sing ven su proyecto de teatro en película protagonizada por Colman Domingo

Jake Coyle
Martes, 25 de junio de 2024 16:20 EDT

Clarence “Divine Eye” Maclin está de nuevo en el Centro Correccional Sing Sing por primera vez desde que estuvo encarcelado aquí hace 12 años. Recuerda que en este preciso lugar alguna vez vendió drogas, un plan de respaldo para cuando el patio estuviera cerrado.

No muchos hombres anhelan regresar a las prisiones donde pasaron años de su vida. Maclin, de 58 años, vivió en Sing Sing por 15 años. Pero en este día, está animado.

“Ahora tengo un propósito”, dice Maclin.

Maclin estuvo en Sing Sing, una prisión de máxima seguridad de 198 años de antigüedad ubicada en una colina con vista al Hudson, a 30 millas (48 kilómetros) río arriba de la ciudad de Nueva York, el jueves pasado para el estreno de la película “Sing Sing”. En el filme, que debuta el 12 de julio en cines, Colman Domingo interpreta a un hombre encarcelado que ayuda a dirigir un programa de teatro para otros en Sing Sing. Juntos, encuentran comunidad y catarsis a través del teatro.

El programa es real: Rehabilitation Through the Arts (RTA, por sus siglas en inglés) es una organización sin fines de lucro fundada por Katherine Vockins en Sing Sing en 1996. Muchos de sus antiguos participantes conforman el elenco de “Sing Sing” junto a actores profesionales como Domingo y Paul Raci. Maclin se interpreta a sí mismo, un personaje duro y musculoso cuyo talento para obtener dinero de forma truculenta en el patio resulta notablemente buena para interpretar Shakespeare.

“En el escenario”, dice Maclin, “tenía permiso para hacer cualquier cosa”.

En cuanto a los estrenos de películas, el de “Sing Sing” en Sing Sing fue lo más conmovedor posible. La película se proyectó sobre el escenario donde RTA realizó su primer espectáculo para una audiencia mitad civil, mitad hombres encarcelados con monos verdes. Para los actores de la película, regresar a Sing Sing fue una emotiva vuelta a casa. Llevaban un mensaje de esperanza y sanación que ellos mismos todavía están tratando de cumplir.

Las placas fuera de los muros de Sing Sing, una ciudadela de paredes altas junto a la cual pasan regularmente trenes que transportan trabajadores de camino a sus oficinas, dejan ver su rica historia. De aquí es de donde provienen frases que por años han sido omnipresentes en películas: “río arriba” o “la casa grande” para referirse a la prisión. Históricamente, Sing Sing, donde, entre muchos otros, fueron ejecutados Julius y Ethel Rosenberg, ha aparecido en la imaginación pública más como un símbolo de castigo severo al estilo victoriano que como una rehabilitación conmovedora.

En un día sofocante con el sol aún alto sobre el Hudson, dos ex integrantes de RTA, Lorenzo Chambers, de 33 años, y José Robles, de 64, se pararon afuera de los muros de la prisión, repartiendo botellas de agua. En sus más de 35 años en prisión, Robles comenzó a construir sets para producciones de RTA y luego se convirtió en actor.

“Aprendes más sobre ti mismo que de la obra, ¿sabes?”, dice Robles.

Dentro de la primera puerta, Sean Dino Johnson, miembro fundador de RTA y coprotagonista de “Sing Sing”, se sienta a la sombra, encogiéndose un poco cada vez que la puerta se abre y se cierra. Johnson, de 59 años, cumplió 22 años de prisión. Cuando conoció por primera vez el RTA hace casi dos décadas, se sentía un poco escéptico.

“Les dije: ‘¿Quieres que me suba en mallas y diga ‘Ser o no ser’?”, recuerda Johnson, sonriendo. "¿Es un chiste?”.

Pero Johnson, a pesar de sus dudas, lo intentó y pronto descubrió que había “cogido el gusanillo”. Mirar hacia adentro como actor le trajo una paz interior que antes lo había eludido.

“Esa fue mi primera comprensión de lo que es una comunidad”, dice Johnson mientras sube la colina hacia el teatro.

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Mientras los miembros del elenco y otras personas se arremolinan en la capilla, el director y coguionista de la película, Greg Kwedar, mira nerviosamente el teatro de al lado. “Sing Sing” se filmó en gran parte en una prisión desmantelada en el norte del estado, por lo que este era un momento que había esperado durante mucho tiempo.

“He imaginado cómo se vería este teatro durante ocho años”, dice Kwedar. “Esta es la audiencia más importante del mundo para nosotros. Sólo espero que sea honesto”.

“Cuando salgamos de aquí, espero que el aire se sienta un poco diferente para aquellos de nosotros que nos vamos a casa”, agrega Kwedar. “Y soy muy consciente de que la mitad del público regresará a sus celdas”.

Desde su debut en el Festival Internacional de Cine de Toronto, “Sing Sing” ha sido ampliamente celebrada. A24 la adquirió poco después de su estreno. En marzo, ganó el premio de favorita del público del festival en SXSW.

La respuesta emocional que provoca “Sing Sing” va en dos sentidos, erradica algunas de las divisiones que existen entre los que están dentro y los que están fuera. Para los ex integrantes del RTA, es una plataforma rara para demostrar de lo que son capaces. Para los civiles menos familiarizados con las vidas a menudo ignoradas de los presos, es una ventana a su humanidad.

“No te sientes tan separado del mundo”, dice Shaytuan Breazil, un hombre de 32 años que cumple una condena de 12 años y que ayudaba a servir bocadillos a los visitantes.

Cuando RTA comenzó, las actuaciones eran vistas sólo por hombres encarcelados. Sus líderes, como el director Brent Buell (interpretado por Raci en la película), hacían cintas de video para que sus familias las vieran. Lo que comenzó con expectativas modestas creció y creció. “Pensé que vendría aquí y dirigiría, me encanta dirigir”, dice Buell. “No tenía idea de que vendría y haría las amistades de mi vida”.

Desde entonces, más de 1.000 personas han pasado por el RTA, que ahora opera en ocho centros penitenciarios. El programa planea expandirse a dos más en septiembre. El Departamento de Justicia de Estados Unidos ha descubierto que, en el plazo de un año tras su liberación, el 43% de las personas anteriormente encarceladas vuelven a ser arrestadas. Entre los ex integrantes del RTA, ese número es inferior al 3%.

Jon-Adrian “JJ” Velázquez cumplió más de 23 años en Sing Sing antes de que el exgobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, le concediera clemencia por su condena injusta. Ha trabajado en estrecha colaboración con RTA y aparece en “Sing Sing”.

“La forma más efectiva de cambiar a alguien”, dice Velázquez, “es creer en él”.

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Dentro del teatro sin aire acondicionado, las viejas vidrieras habían sido oscurecidas. Los guardias se sentaron en sillas elevadas a lo largo de las paredes. Los antiguos presos saludaron calurosamente a los que actualmente cumplen sus condenas al otro lado del pasillo. Era la tercera proyección de ese día en Sing Sing, cuya directora, Marlyn Kopp, dijo que quería que toda la población de la prisión la viera. (Las dos primeras proyecciones fueron sólo para personas encarceladas).

Después de sentarse en una fila trasera, se instó a Maclin a tomar asiento en primera fila. “Voy para allá”, dice mientras salta hacia el frente. Había viejos conocidos a los que Maclin quería ver en Sing Sing, pero, dijo antes de la proyección, era más importante que los hombres encarcelados lo vieran, para darse cuenta de lo que podía deparar la vida después de la prisión.

Cuando terminó la película, el público encarcelado parecía visiblemente conmovido y se puso de pie en una ovación. Volvieron a ponerse de pie solo para aplaudir a A24. Sus mayores aplausos no eran para Domingo, sino para aquellos que habían sido encarcelados junto a ellos. Después de la película, Maclin y Johnson hablaron en el escenario con un par de hombres actualmente encarcelados que compartieron su emotiva reacción.

“Estoy en casa”, dijo Maclin. “De vuelta a casa en mi escenario”.

Maclin y Johnson giraron sus sillas hacia los encarcelados y dirigieron la mayoría de sus comentarios a ellos. Dentro de los muros de la prisión, el tenor de la conversación era sorprendente. La actuación, dijo Maclin, le enseñó que la vulnerabilidad y la empatía no eran debilidades sino fortalezas. Johnson habló de escuchar, de la importancia del llanto y del amor. Sigan trabajando, imploró. “Los hombres pueden cambiar”, dijo.

Pronto iniciaría su toque de queda y los hombres del Bloque B saldrían primero. Pero por ahora, muchos asintieron al escuchar a Johnson. No tienen mucho, les dijo, pero se tienen el uno al otro. Y para los miembros de RTA cuando salgan, viejos integrantes estarían allí para llevarlos, para darles algo de ayuda y tal vez unos pocos dólares para su bolsillo.

“Este era el secreto mejor guardado de Sing Sing”, dijo Johnson. “Ahora, el mundo lo va a saber”.

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Siga al periodista de AP Jake Coyle en: http://x.com/jakecoyleAP

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