Vladimir Putin no puede esperar ninguna victoria real en esta guerra imprudente
Al igual que cualquiera de sus predecesores, o de hecho cualquier otro líder nacional rodeado de personas que no lo cuestionan, Putin puede perder la guerra equivocada al pelearla en el momento equivocado y de la manera equivocada
Puede ser una ilusión vana, pero ¿es demasiado preguntarse si Vladimir Putin podría realmente perder su apuesta temeraria de hacer una guerra? ¿O al menos lograr una “victoria” que apenas merece ser llamada así?
A corto plazo, algunas cosas sorprendieron y conmocionaron al Kremlin, e impresionaron y animaron a la mayor parte del resto del mundo. Las fuerzas rusas no están logrando el progreso que deberían haber esperado obtener al enfrentarse contra unos oponentes más pequeños y débiles. El ejército ruso tiene muchos reclutas, por el momento, y como muchos, no tienen claro de qué se trata esta guerra. Saben que no están defendiendo a la madre patria de una invasión de las fuerzas ucranianas-nazi, o de las hordas imperialistas estadounidenses, claro. Parece más como si fuera al revés.
Según el Ministerio de Defensa, el ataque ruso se ha visto frenado por una mala logística y, presumiblemente, una planeación inadecuada, a pesar de que el Kremlin se preparó durante semanas. Los rusos se están quedando sin combustible: incluso un ciudadano ucraniano se ofreció a remolcar un tanque ruso de regreso a casa.
El pobre liderazgo de Putin, simbolizado en sus incoherentes discursos sobre historia, un ejército de reclutas sin motivación y líneas de suministro sobrecargadas, está conspirando para generar decepción. Por el contrario, vemos al presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, visiblemente desafiante, haciendo vídeos patrióticos en las calles de Kyiv (Kiev) para desmentir la cruda propaganda rusa que aseguraba que había huido de la capital, y apareciendo con equipo de combate para visitar a las tropas en las trincheras. Es una figura al estilo de Churchill, que ha inspirado a las personas a pelear con aún más fuerzas y hacer que la vida de los rusos sea un infierno.
Putin tal vez esperaba que Zelenski ya hubiera abandonado a su pueblo y que los ucranianos se hubieran rendido ante su fuerza abrumadora. Estaba equivocado. Es posible que sus oficiales de inteligencia simplemente le dijeran a él, el exKGB, lo que sabían que quería escuchar (y pareciera así, según la extraña reunión televisada del Consejo de Seguridad Ruso del otro día). Los ucranianos no se dan por vencido. La perspectiva de vivir bajo el régimen de Putin y su pandilla es tan sombría que muchos ucranianos, viejos y jóvenes, preferirían morir. Esta no es la cálida bienvenida y la gratitud que los rusos esperaban por “liberarlos”.
Por supuesto, Putin tiene un plan B, pero no es muy útil. Rusia destruyó la fuerza aérea ucraniana, y tiene suficientes misiles de crucero posicionados lejos de los ucranianos y armados con fusiles AK-47 para destruir infraestructura vital (y ciudades enteras si es necesario). Los suministros de alimento, combustible y energía pueden ser objetivos. También puede serlo la infraestructura digital (aunque Anonymous ha hecho un mejor trabajo tumbando los sitios web rusos oficiales). Puede bombardearlos y matarlos de hambre hasta que se sometan, eventualmente. Tiene muchos más tanques, algunos con combustible a bordo, lanzacohetes y bombarderos. Tiene armas nucleares para aterrorizarlos.
Los rusos ya están haciendo estallar depósitos de petróleo y lanzando cohetes contra edificios de apartamentos. Su talento para destruir y acabar con la vida de civiles no tiene límites. Eventualmente, podrían romper la resistencia y rodear Kyiv, que es supuestamente su plan. Putin podría amenazar con amenazar la hermosa e histórica Kyiv y otras ciudades a menos que los “nazis” se rindan.
No parece que Zelenski vaya a aceptar eso, tampoco su gente, y la simple idea de tal resistencia y masacre continua debe horrorizar a los rusos e incluso a algunas personas en el Kremlin. Supuestamente, los ucranianos y los rusos son parientes y amigos, no antiguos enemigos tribales. ¿Por qué destruir Ucrania? Sin embargo, Putin muestra todos los indicios de que está preparado para hacer precisamente eso.
De hecho, Putin podría “hacer un Grozny” y capturar un montón de restos y escombros, así como los rusos hicieron cuando finalmente sofocaron la rebelión en Chechenia, pero esa no es exactamente la victoria que está buscando, una basada en crímenes de guerra. El mundo miraría aún más asombrado por la barbarie de Putin y estaría aún más determinado a oponerle resistencia. Muchos rusos seguramente estarían decididos a poner fin a su gobierno. Puede que no sobreviva fácilmente una batalla así en Kyiv. Pero para Putin, la alternativa es una guerra de desgaste y terror, que tomaría semanas, si no es que meses. Incluso si arrasa a Ucrania, el país es demasiado grande y está demasiado decidido como para poder ser gobernado con el viejo estilo soviético. Seguiría habiendo resistencia civil y armada.
Se suponía que la “operación especial” de Putin ya habría terminado. Se esperaba que se instalara un régimen títere en Kyiv para gobernar a una población ucraniana apática, y que el país se desarticulara, dejando un pequeño estado remanente ucraniano tan obediente con Moscú como con su vecina Bielorusia. Está claro, incluso ahora, que eso no ha sucedido, y no sucederá. Vivo o muerto, en prisión o (poco probablemente) en el exilio, Zelenski será un poderoso punto de encuentro para la resistencia a tal destino. Para usar la frase de Churchill, nunca se rendirán.
El mismo terror que Putin está infligiendo a Ucrania ha empujado a la OTAN a la acción y la ha alertado sobre los peligros inmediatos para Polonia, las repúblicas bálticas y Rumania. Estados Unidos está aumentando su presencia en Europa del Este, no reduciéndola. China y los estados del Golfo han manifestado su inquietud al abstenerse en la votación del Consejo de Seguridad de la ONU sobre la invasión. Buena parte del mundo no quiere relacionarse con Rusia. Si Putin quiere recuperar el imperio soviético, tiene que aceptar la Guerra Fría, las dificultades y el aislamiento.
El pueblo ruso no anhela eso. Están protestando por una guerra que nunca quisieron y saben a quién culpar. En la era del internet y las redes sociales, Putin no puede controlar por completo el acceso de la gente a fuentes de noticias externas y confiables, como lo hicieron Stalin o Brezhnev. La máquina de propaganda rusa parece tosca e ineficaz estos días. Demasiados rusos tienen vínculos con amigos y familia en Ucrania como para que se extinga la verdad. Todos tienen teléfonos inteligentes, y pueden decirles que no hay genocidio en Ucrania. Los soldados pueden transmitir lo que está pasando realmente. La policía secreta no puede intervenir todas las tablets y teléfonos inteligentes.
La cancelación simbólica del fútbol, la Fórmula 1, Eurovisión y otros eventos deportivos y culturales está arrasando. Los rusos pueden darse cuenta de que a su presidente se le prohibió viajar a Occidente. Saben que se acercan las sanciones. Aunque históricamente están acostumbrados a hacer colas, a la escasez y a las graves privaciones en sus valientes guerras patrióticas de resistencia, los rusos se preguntarán por qué se les pide que hagan sacrificios ahora, solo por la vanidad de Putin.
A veces se asume que Rusia es grande e imbatible, pero no siempre ha sido así. A veces, los pequeños logran resistir e incluso vencer. El zar Nicolás II los consideraba infrahumanos, pero los japoneses ganaron su guerra contra Rusia en 1905. Los finlandeses minimizaron las ganancias rusas en la “Guerra de invierno” de 1939-1940, principalmente porque Stalin disparó contra sus mejores generales en purgas paranoicas. Y desde luego, conocemos el destino del intento de ocupación rusa y pacificación de Afganistán que se alargó por una década después de la invasión de 1979 (un conflicto que regaló al mundo a Osama Bin Laden), una lucha costosa que moldeó la moral de los pueblos soviéticos y contribuyó al colapso de la URSS, lo mismo que Putin ve como una tragedia. Ucrania será otra humillación, y una victoria pírrica.
Las vastas columnas de tanques, el arsenal de misiles y las armas nucleares de Putin no le sirven de nada en Ucrania, a menos que desee ser amigo de una pila de polvo radiactivo. Al igual que cualquiera de sus predecesores en el cargo, o de hecho cualquier otro líder nacional rodeado de personas que no lo cuestionan, Putin puede perder la guerra equivocada al pelearla en el momento equivocado y de la manera equivocada.
Putin va por el buen camino para hacer de Rusia un objeto mundial de odio, ridículo y desprecio. Él no es, después de todo, el genio estratégico y táctico que sus fanáticos en Occidente (como Donald Trump) lo hacen parecer. No habrá una liberación gloriosa de Ucrania, no habrá reconciliación. La OTAN está más unida de lo que estaba la semana pasada, y Putin está resentido con su propia población.
Los rusos no desean ni necesitan una expansión territorial al estilo del siglo XIX para sentirse orgullosos de su país. Su presidente está siendo llamado criminal de guerra, y no solo por los extranjeros. No es el legado que este artero e inseguro hombre de 69 años busca dejar tras de sí.