Los sirios soportaron bombardeos rusos durante años, ahora advierten a los ucranianos que esperen lo peor
Dentro de la provincia de Idlib controlada por los rebeldes, los sirios hablan de sus esperanzas y temores por la guerra de Ucrania. Borzou Daragahi informa desde cerca de Saraqib
Una red de túneles subterráneos y bermas de tierra atraviesan la fangosa línea del frente entre las posiciones de la oposición siria y las fuerzas del régimen respaldadas por Rusia, justo más allá del campo al sur cerca de la ciudad de Saraqib.
Los combatientes sirios curtidos en batalla aquí se han enfrentado a las fuerzas de Vladimir Putin y sus aliados locales durante gran parte de la última década. Y junto con otros sirios, tienen algunos consejos para los ucranianos que intentan sobrevivir a los misiles y el poder aéreo rusos: atrincherarse, prepararse para más angustias y consolarse con estar en el lado correcto de la historia.
“Pueblo ucraniano, los amamos”, exclama Abu Taim al Mourad, un exenfermero de Hama de 45 años que ahora se encuentra entre los combatientes que manejan la línea del frente y elogia alegremente los esfuerzos de los ucranianos para detener el avance ruso. “Los ucranianos luchan como bestias y esperamos que ganen. Estamos luchando contra el mismo enemigo, y si los rusos pierden allí, es bueno para nosotros aquí”.
Al darse cuenta de lo que está en juego, los sirios también han ofrecido a sus homólogos ucranianos pequeñas medidas de inteligencia y consejos sobre las tácticas de guerra rusas, según varias fuentes.
Durante una visita de dos días a la provincia de Idlib, el rincón en el noroeste de Siria controlado por los restos del levantamiento del 2011 contra el gobierno de Bashar al-Assad, la invasión rusa contra Ucrania estaba en mente de todos.
En universidades y hospitales, en cafés y campamentos improvisados, así como entre los combatientes que se enfrentan a diario con los ataques de morteros a lo largo del frente, las personas ven vídeos de las luchas en Ucrania y la destrucción rusa en las pantallas de sus teléfonos y sus televisiones.
Ven edificios bombardeados, tesoros arquitectónicos en ruinas, largas filas de personas desesperadas con bolsas de plástico, con sus hijos de la mano, buscando refugio en las fronteras.
Es desgarrador e invoca recuerdos traumáticos de sus propias ciudades en ruinas: Alepo, Hama y Homs.
“Van a ser destruidos mentalmente”, asegura Sara Kassem, una periodista del medio de noticias en línea Sy Plus. “Ahora no tendrán tiempo para tocar instrumentos o practicar deportes, o ir a la escuela, ir a conciertos o visitar a sus amigos. Van a perder personas: amigos y familiares. Van a perder su cordura mientras luchan por conseguir comida, por su tierra, por sus casas, por sus hijos. Lo peor es cuando ves a tus seres queridos ser asesinados frente a ti”.
Sin embargo, existen grandes diferencias entre el conflicto en Siria, que se ha prolongado por 11 años, y la guerra de un mes en Ucrania.
Mi experiencia es que los rusos son salvajes. Tratan de destruir todo. No respetan ninguna regla. Y ahora intentan hacerle a Ucrania lo que le hicieron a Alepo
La saga de Siria comenzó como un levantamiento popular de masas contra la dictadura del presidente Bashar al-Assad, que luego derivó en una feroz guerra civil y que finalmente atrajo al poder aéreo y las fuerzas terrestres rusas para apoyar al gobierno de Damasco. Rusia invadió a Ucrania el 24 de febrero, en un aparente intento de derrocar el gobierno elegido democráticamente de Volodymyr Zelensky e instaurar un regimen a favor del Kremlin en Kyiv.
Pero también hay muchas similitudes. En ambos países, Rusia desacredita a sus oponentes públicamente como extremistas: terroristas yihadistas en el caso de Siria, y nazis en el caso de Ucrania.
Rusia y sus aliados atacan complejos de apartamentos civiles y áreas comerciales, lo que provoca un gran número de víctimas y un gran flujo de personas que tienen que desplazarse. Hospitales, escuelas, lugares de culto, tesoros culturales y centros comerciales se convierten en blancos, a veces golpeados por bombas incendiarias de termita que pueden quemar el acero. Las ciudades son citiadas por meses o años en actos de castigo colectivo que son una forma cruel pero efectiva de reprimir la resistencia.
“Es una guerra total y da mucho miedo”, dice Jassem Mohamed, de 58 años, quien llevó a su familia desde la ciudad siria de Maarat al-Numan a una tienda improvisada junto a una vía para escapar de los ataques aéreos de Putin y las bombas de barril de Assad. Ahora ve en su teléfono celular escenas similares a las de Siria en Ucrania.
“Si quieren vivir, solo huyan”, implora a los ucranianos.
El gran número de víctimas civiles es deliberado, aseguran los sirios. Mujeres, niños y ancianos desesperados y heridos que huyen, inmovilizan los recursos, obstruyen los caminos y desvían la atención de los soldados, los planificadores de guerra y los líderes políticos. Los ucranianos están aprendiendo esto a la mala, mientras los rusos bombardean edificios que están claramente marcados como viviendas de niños desplazados, al igual que atacan hospitales sirios claramente marcados como instalaciones médicas.
“Para los rusos, los civiles y los combatientes son lo mismo”, señala Abu Hudayfa, un combatiente sirio de 25 años que ha sido soldado durante nueve años.
“Cuando no pueden vencernos, bombardean a los civiles”, coincide Abu Taim al Mourad, quien, como todos los combatientes sirios, usa su nom de guerre cuando habla públicamente. “Todos tenemos familias. Si los bombardean, no podemos pelear. Iremos a buscarlos”.
Los conflictos también están de alguna manera entrelazados. Putin se ha jactado de que mercenarios sirios pro-Assad se han ofrecido como voluntarios para reforzar la ofensiva rusa en Ucrania. Los observadores sirios a favor de la oposición detectaron esta semana una gran cantidad de aviones que salieron de la base aérea de Khmeimim en Latakkia y de una base militar en las afueras de Alepo, presumiblemente de regreso a Rusia para reforzar el asedio en Ucrania, menciona un funcionario sirio.
Existe la esperanza de que los ucranianos, respaldados por las principales potencias occidentales y de la OTAN, puedan darle al Kremlin una derrota humillante y decisiva que cambie el equilibro del poder en Siria y obligue al régimen de Assad a comprometerse con una solución política.
Con ese fin, los sirios han comenzado a acercarse a los ucranianos, ofreciéndoles inteligencia, conocimiento e información sobre las tácticas y debilidades de Rusia, explica Yasser al-Hajj, un alto funcionario del Gobierno Interino de Siria, que es un organismo de oposición con sede en el sureste de Turquía y el norte de Siria.
“Si los rusos triunfan en Ucrania, no sabemos quién será el siguiente”, dice en entrevista. “Si Rusia pierde en Ucrania, eso nos ayuda porque entonces a los rusos no les quedarán amigos. Hasta ahora, el régimen se niega a participar en cualquier discusión política”.
Ha habido una medida de intercambio de información sobre asuntos humanitarios.
Los Cascos Blancos, los rescatistas civiles sirios calumniados por el Kremlin y sus incautos occidentales, y sus homólogos ucranianos han discutido las mejores prácticas para rescatar a los heridos de los escombros, contó Navvar Saban, del think tank centrado en Siria Instituto Omraan.
“Fueron contactados por activistas ucranianos en el terreno que tienen algún tipo de conexión con el ejército ucraniano sobre cómo evitar ser asesinados en un ataque ruso”, explica.
En ambos países, Rusia y sus aliados locales violaron repetidamente los altos el fuego y atacaron convoyes humanitarios que buscaban escapar de las zonas de conflicto. Para Rusia, los altos el fuego a menudo son poco más que oportunidades para que las fuerzas proKremlin se reorganicen, reevalúen y restablezcan su postura militar.
Más de una década de guerra ha convertido a cada sirio en Idlib en una autoridad en las formas de la guerra rusa. El Museo de Idlib, un edificio imponente y en su mayoría sin ventanas cerca del centro de la ciudad, que contiene artefactos arqueológicos raros que datan de las épocas bizantina y romana, ha sido alcanzado casi una docena de veces por bombas rusas.
Los directores del museo se habían llevado y escondido la mayoría de los objetos cuando comenzó el conflicto, pero quedaron en el patio pesados monumentos y restos de ruinas que han resultado dañados en los constantes ataques. Los funcionarios del museo dicen que esperan que sus homólogos en Ucrania hayan visto las señales de guerra y hayan hecho preparativos de antemano.
“Mi experiencia es que los rusos son salvajes”, comenta Ayman Nabu, director del museo. “Intentan destruirlo todo. No respetan ninguna regla. Y ahora están tratando de hacerle a Ucrania lo que le hicieron a Alepo”.
El corazón de los sirios se rompe cuando se dan cuenta de que el mismo destino que vivieron a manos de Putin y sus aliados podría afligir a otra nación.
Están especialmente atormentados por las imágenes de los rescatistas en pánico sacando cuerpos sin vida de entre los escombros en los edificios de apartamentos, y las madres angustiadas sobre sus hijos muertos. Están horrorizados por lo que está ocurriendo, y temen que los ucranianos tengan que soportar lo que ellos han sufrido.
“Lo que temo son las masacres, las masacres masivas y el sufrimiento”, dice Sara Kassem. Ella habla de familias destrozadas, la educación interrumpida, los sueños destruidos.
“Lo que va a haber es sufrimiento por años, no solo días o meses”, prevé en una entrevista. “Se convertirá en una rutina para ellos. El enemigo destruirá todo, no solo personas y edificios, sino también almas. La mayoría de las personas aquí están destruidas por dentro, porque nunca pueden volver a casa”.
El verdadero horror y el verdadero peligro pueden ser las tácticas de Rusia que infligen a sus víctimas a largo plazo. En todo Idlib, hombres con máscaras negras gobiernan las calles, miembros de la organización terrorista yihadista Hayat Tahrir Sham, el más cruel y despiadado de los grupos rebeldes, pero también los combatientes más efectivos contra las fuerzas de Rusia y Assad. Vallas publicitarias gigantes muestran a hombres armados que sostienen bebés y AK-47, mientras miran a través de pasamontañas.
“La realidad es que si quieres deshacerte del criminal, tienes que convertirte en un criminal”, observa Kassem.
“El criminal te obliga a convertirte en algo que no eres. En la guerra, no son los civiles los que ganan. Es el luchador. Es el asesino. De lo que los ucranianos deben tener cuidado es de no corromperse o destruirse psicológicamente”.