La arena de alta calidad es escasa, es fundamental que gestionemos este recurso natural antes de que sea demasiado tarde
La falta de arena de alta calidad, que se utiliza para fabricar viales de vidrio, ya está afectando los suministros de la vacuna contra el coronavirus. Su extracción puede tener consecuencias ambientales desastrosas, si no se gestiona adecuadamente
Informes recientes han planteado preocupaciones sobre el suministro de la vacuna COVID-19, debido a la escasez de arena de alta calidad, el ingrediente principal en los miles de millones de viales de vidrio necesarios para transportar esas preciosas dosis. A primera vista, este podría parecer el escollo más fácil de resolver de toda la campaña de vacunas. La arena, después de todo, es casi un sinónimo de ubicuidad.
Pero el desafío de asegurar la arena adecuada para esos viales (que requieren una forma pura de arena de sílice) apunta indirectamente a un problema más profundo con la extracción de arena a gran escala. La arena es la segunda materia prima más utilizada en el mundo después del agua y, en volumen, su extracción representa el 85 por ciento de toda la minería de minerales.
Actualmente, existen preocupaciones sobre el suministro de la arena de sílice de grado industrial necesaria para los viales de la vacuna, pero es difícil que nos estemos quedando sin arena. La mayoría de los desiertos, después de todo, están llenos de cosas. Sin embargo, los granos redondeados de la arena del desierto arrastrada por el viento no se adhieren bien al concreto, que representa la gran mayoría del uso de arena (y grava). En cambio, la arena a menudo se extrae de los frágiles ríos, playas y el lecho marino en cantidades tan enormes que está creando importantes impactos ambientales y sociales: levantando sedimentos que sofocan las pesquerías, acelerando la erosión costera, siendo controlada por bandas criminales e incluso provocando tensiones diplomáticas entre países.
La arena, en sus muchas variedades, es un componente de numerosos materiales que damos por sentado, desde la construcción hasta los cosméticos, desde los alimentos hasta la electrónica. Cuando se mezcla con grava y se une con cemento, la arena se convierte en hormigón. Cuando se mezcla con betún, la arena se convierte en asfalto. Cuando se calienta, la arena se convierte en vidrio, y cuando se bombea del lecho marino en grandes cantidades, se convierte en la tierra recuperada que se utiliza para expandir ciudades costeras en expansión como Singapur, Dubai y Hong Kong. No es exagerado afirmar que la arena y la grava constituyen la columna vertebral del mundo moderno.
La gestión sostenible de este recurso natural será cada vez más crítica a medida que hagamos la transición a energías limpias y renovables (tanto los parques eólicos como los paneles solares necesitan arena) y trabajemos para cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Mejorar la forma en que usamos este recurso vital tiene tres dimensiones principales.
La primera es tener una mejor idea de cuánto usamos cada año. Las estimaciones generalmente se basan en variables sustitutivas, como las ventas de cemento. Usando cálculos del reverso del sobre, la ONU estima que el consumo global de arena puede estar en la región de 50 mil millones de toneladas al año. Esto es suficiente para construir un muro de 27 metros de alto y 27 metros de ancho alrededor de la tierra, todos los años. Dado que esto cubre un uso para un tipo de arena, lo más probable es que sea una subestimación.
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Durante los últimos 20 años, la creciente demanda de arena ha sido impulsada en gran medida por un crecimiento explosivo en China. Pero otros países como India e Indonesia tienen poblaciones en rápida urbanización y están entrando en un período de creciente demanda de arena. Algunos expertos estiman que aproximadamente dos tercios de las carreteras, aeropuertos, líneas de tren y edificios que existirán en 2050 aún no se han construido. Mientras tanto, el aumento del nivel del mar y las tormentas más feroces provocadas por el cambio climático pueden requerir miles de millas de nuevos diques de hormigón. Las nuevas tecnologías, como la observación de la tierra por satélite, son herramientas poderosas para crear una imagen del movimiento de la arena en áreas enormes, pero esto debe combinarse con la cartografía a nivel local para completar la imagen.
La segunda prioridad es reducir los impactos negativos de la extracción de arena de los "sistemas activos". La arena es un material voluminoso y pesado, barato pero caro de transportar, lo que significa que la arena normalmente se extrae cerca de donde se necesita. La extracción de arena abarca un espectro que va desde un pobre minero artesanal con pala y carretilla hasta enormes dragas marinas que pueden procesar hasta cien mil toneladas de arena marina al día. Puede extraerse de sistemas 'fósiles' inactivos, como depósitos de arena tierra adentro en canteras, o de sistemas de sedimentos "activos", como riberas de ríos, playas o el lecho marino, donde puede causar devastación ambiental local, sedimentación aguas abajo y erosión costera.
La tercera prioridad es fomentar la cooperación sobre tecnologías y enfoques viables que puedan ayudar al sector de la arena a ser más sostenible. En el lado positivo, hay muchas ideas innovadoras para compartir: nuevas formas de reciclar materiales de construcción viejos; aditivos que podrían hacer que la arena del desierto sea utilizable a gran escala; diseños que reducen la cantidad de hormigón en los edificios, etc. Ninguna tecnología o enfoque ofrece una solución mágica, pero hay mucho de lo que aprender. Tal es la escala de nuestro uso de arena, que incluso mejorar su desempeño en los márgenes podría tener enormes beneficios para las personas y el planeta.
Oli Brown es miembro asociado del Programa de Energía, Medio Ambientey Recursos de Chatham House.
La Dra. Louise Gallagher es la líder de gobernanza ambiental de la Iniciativa Global Sand Observatory