Musk tiene un historial cuestionable en materia de libertad de expresión y eso es un problema para Twitter

Detrás de la base de fans y de la persona divertida hay un multimillonario que no teme utilizar su riqueza como arma contra las personas que provocan su ira

Joshua Potash
Martes, 26 de abril de 2022 19:58 EDT
(Reuters/Getty/iStock)
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Ya es (casi) oficial: Elon Musk compró Twitter por US$44.000 millones. La noticia está plagada de especulaciones sobre el acuerdo y su rentabilidad, mientras que en la propia plataforma las respuestas van desde llamados a un éxodo masivo hasta el júbilo por el supuesto regreso de la libertad de expresión. Sin embargo, entre las muchas dimensiones aún no aclaradas de su adquisición de una plataforma de redes sociales que actúa como el foro público del mundo, la definición exacta de Musk de “libertad de expresión” es una que podría tener consecuencias internacionales, e implicaciones para el futuro de Twitter.

Hay numerosas señales de alarma en el accidentado historial de Musk que demuestran que está bastante dispuesto a suprimir la expresión que va en contra de sus intereses. En un ejemplo notable, llamó públicamente “pedófilo” a Vernon Unsworth, el espeleólogo británico que ayudó a rescatar a 12 niños atrapados en una mina en Tailandia, y luego pagó US$50.000 a un investigador privado (que resultó ser un estafador) para que desenterrara la vida de Unsworth. ¿Por qué? Todo porque Unsworth llamó “truco de relaciones públicas” al intento fallido del multimillonario de volar a través del mundo y ayudar a los chicos. Musk contrató a L. Lin Wood -el aliado de Trump y teórico de la conspiración- para que le representara en un caso de difamación presentado por Unsworth, que Musk ganó. El abogado de Unsworth, Mark Stephens, señaló tras la victoria de Musk: “Es una lástima que un multimillonario acosador haya sido capaz de proyectar una sombra tan larga, y solo espero que nadie más tenga que ir... frente a frente contra Musk”. Un artículo de The Guardian sobre la demanda señalaba que “el caso enfrentaba a un asesor financiero de 64 años que gana un salario de unas ₤25.000 (US$33.000) contra uno de los hombres más ricos y famosos del mundo”.

Luego están los empleados de Tesla, como John Bernal, que fue despedido seis días después de publicar un vídeo en YouTube de un accidente de Tesla. O Martin Tripp, un técnico de procesos de la planta de baterías de Tesla en Nevada que denunció a la empresa, que fue condenado a pagar a su antiguo empleador más de US$400.000 tras admitir haber filtrado información confidencial a un reportero. Un exdirector de seguridad de Tesla declaró a Bloomberg Businessweek que Musk había hackeado y espiado a Tripp después de que el exempleado pusiera en duda las credenciales medioambientales de Tesla. Lo más explosivo es que se alegó que Tesla llegó a engañar a los empleados y a la policía local sobre un francotirador durante su aparente acoso a Tripp. Un portavoz de Tesla negó las acusaciones.

El hombre más rico del mundo también ha demostrado estar en contra de la libertad de expresión cuando esta exhorta a los empleados a organizarse. El trabajador de Tesla Richard Ortiz fue despedido por intentar organizarse con el sindicato United Auto Workers, una medida que fue considerada ilegal por una junta laboral. Además, Musk ha utilizado personalmente Twitter para promover ilegalmente mensajes antisindicales, según dictaminó un juez de California.

En 2018, la SEC (Comisión de Bolsa y Valores) acusó a Musk de hacer declaraciones “falsas y engañosas” a los inversionistas, en este caso para hacer subir las acciones de Tesla. Y, por increíble que parezca, Musk ya ha infringido la ley en su intento de conquistar Twitter. La SEC exige a todo aquel que adquiera más del 5 por ciento de las acciones de una empresa que revele sus participaciones en un plazo de 10 días. Musk firmó su declaración inicial de Twitter 21 días después de su adquisición inicial de una participación del 9,2 por ciento, con 11 días de retraso.

Entonces, ¿qué indica exactamente que Musk hará un buen trabajo al hacerse cargo de la empresa de redes sociales? Bueno, aparte de sus negativas a las acusaciones de irregularidades, no mucho. Bloomberg, que no es una publicación para hacer planteamientos radicales, se limitó a afirmar ayer que Musk “no está a la altura de la tarea de dirigir una empresa de medios de comunicación” y expresó su preocupación de que el acuerdo se llevara a cabo en gran medida por el “entusiasmo de Musk por el acuerdo”, lo cual no es un gran criterio.

Y Musk ha hecho gala de este rasgo en Twitter, con una serie de propuestas como un botón de edición, la prohibición de los bots (algo que Twitter ya pretende hacer) y un algoritmo abierto (una propuesta que ayudaría a los creadores de bots que quiere prohibir). De momento no está claro cómo haría más rentable la empresa, y el acuerdo de adquisición requiere que Twitter, y, por tanto, Musk, pague intereses por valor de US$1.000 millones al año.

Pero incluso más allá de estas señales de alarma de maltrato a los trabajadores, sentimientos de organización antilaboral, incumplimiento de la ley y de la SEC, hay una preocupación aún mayor: la democracia. Musk ha mostrado puntos de vista políticos contradictorios, afirmando ser liberal mientras recibe miles de millones en subvenciones y apoya a políticos de ambos partidos. Lo que sigue siendo coherente es su afán de lucro, y el hecho de que el hombre más rico del mundo sea dueño de un foro público internacional no augura nada bueno para la salud de la sociedad democrática. Ya ha utilizado Twitter para atacar supuestamente de forma ilegal a los sindicatos y hacer subir los precios de las acciones, pero ahora existe la posibilidad muy real de que lo utilice para influir en cualquier cosa, desde las elecciones hasta los movimientos sociales, a una escala mucho mayor.

Es difícil saber qué es lo que le espera a la empresa de redes sociales, o lo que le espera a Musk mientras se hace cargo de Twitter y resuelve los pleitos con la SEC, y los empleados negros que reclaman discriminación. Lo que sí parece seguro es que legiones de fans aplaudirán cada uno de sus movimientos. Musk ha cultivado una base que lo ve como el santo patrón de las criptomonedas, un icono, un genio de los negocios y mucho más. Este culto a los héroes en la plataforma en la que Musk puede influir en el discurso sobre innumerables temas, junto con sus numerosas infracciones de la libertad de expresión, constituye una combinación preocupante.

En última instancia, puede haber un ajuste de cuentas de miles de millones de dólares en pérdidas si no logra monetizar la plataforma lo suficiente, y puede haber algo de justicia poética si el hombre más rico del mundo cava su propia tumba financiera después de decidir volar un poco demasiado alto.

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