Gordofobia y reuniones familiares: el daño a la salud mental por los comentarios durante las fiestas navideñas
Los comentarios sobre el peso y la apariencia física, que a veces se presentan como preocupación o cariño, son comunes en las conversaciones. Sin embargo, estos comentarios son dañinos, ya que las expectativas sobre el cuerpo están relacionadas con valores culturales de belleza, escribe Leslie Vargas
Para muchos, volver a casa en el Día de Acción de Gracias o en Navidad es como mirar un espejo que refleja no solo cómo nos vemos, sino también las expectativas y juicios familiares sobre nuestros cuerpos.
Lo primero que escuchamos al llegar no es “¿cómo estás?”, sino un comentario sobre nuestra apariencia. “Estás más gordita” o “Pero te estás poniendo muy delgada” se convierten en los saludos, lo que hace que nuestros cuerpos sean el foco. Esta crítica no viene solo de uno o dos familiares; está muy arraigada en cómo muchas familias latinas interactúan. Cuando la primera interacción con un ser querido se centra en cómo nos vemos, se crea un ambiente de ansiedad e inseguridad.
A medida que se acercan las fiestas del fin del año, muchos esperan con alegría las reuniones familiares, pero también temen el escrutinio sobre el cuerpo que a menudo ocurre. Los comentarios sobre el peso y la apariencia física, que a veces se presentan como preocupación o cariño, son comunes en las conversaciones. Sin embargo, estos comentarios son dañinos, ya que las expectativas sobre el cuerpo están relacionadas con valores culturales de belleza y éxito.
La gordofobia, un gran factor en estos comportamientos, es el rechazo hacia las personas con sobrepeso. En comunidades latinas, no es solo un estándar de belleza, sino una creencia sobre la salud y el estatus social. Tiene sus raíces en la colonización, cuando los colonizadores impusieron ideales de belleza eurocéntricos, que asociaban la delgadez con la virtud y la gordura con lo “primitivo”. Esta creencia distorsiona la belleza y deshumaniza a los pueblos indígenas y afrodescendientes.
Aún hoy, la delgadez se asocia con la riqueza y el autocontrol, mientras que los cuerpos corpulentos se ven como indisciplinados. Estas expectativas se transmiten de generación en generación, y los comentarios sobre el cuerpo se presentan como críticas nacidas del amor. Se espera que los cuerpos, especialmente los de las mujeres, se ajusten a estos ideales para ser aceptados. Los comentarios sobre el peso y la talla se han normalizado, pero son parte de una narrativa dañina que es especialmente opresiva durante las reuniones familiares.
El aspecto físico refuerza la idea de que el amor y la aprobación de la familia dependen de cumplir ciertas expectativas de apariencia. Aunque estos comentarios no se hacen con maldad, afectan nuestra autoestima y comodidad con nuestros cuerpos. Esto genera conflictos internos, que nos hacen sentir divididos entre el orgullo por nuestra herencia y la frustración por estándares de belleza poco realistas. El resultado: muchas personas sienten ansiedad, vergüenza y descontento, especialmente sobre su cuerpo. Esta tensión aumenta durante las reuniones familiares, cuando somos observados con fines de crítica.
La comida, central en las reuniones familiares, genera una contradicción: mientras celebramos juntos, también escuchamos advertencias sobre el aumento de peso. Esta dualidad crea una atmósfera de vergüenza y culpa en torno a la comida. Para algunos, estos comentarios pueden desencadenar hábitos alimentarios desordenados y ansiedad durante las festividades. Las fiestas, que deberían ser una época de amor y conexión, traen para muchos una sensación de juicio y presión por cumplir expectativas físicas.
Romper con este ciclo de gordofobia durante las fiestas no es fácil, pero es posible. El primer paso es cuestionar los valores arraigados en nuestras familias. Reconocer el impacto de estos ideales y animar a los miembros de la familia a ver más allá de la apariencia es esencial. Fomentar un entorno donde la salud se asocie con el bienestar general, no con la delgadez, puede abrir la puerta a conversaciones más positivas y holísticas. Cambiar el enfoque de la apariencia al bienestar mental y emocional puede ayudar a desmantelar la cultura de la vergüenza corporal.
Establecer límites claros con los miembros de la familia es fundamental para proteger nuestra salud mental. Si los comentarios sobre el cuerpo se vuelven dañinos, es importante comunicarnos de manera firme, por ejemplo, diciendo: “Prefiero no hablar de mi cuerpo, me gustaría que nuestra conversación se centrará en otros temas”. También podemos redirigir la conversación hacia temas más positivos, como los logros o los sueños, en lugar de centrarse en el físico.
Para fomentar un ambiente más saludable, es importante mostrar aceptación corporal, sobre todo para los miembros más jóvenes de la familia. Compartir nuestra propia experiencia de aceptación puede inspirar a otros a hacer lo mismo. Además, podemos crear nuevas tradiciones familiares que no se centren en el cuerpo, sino en los logros y las conexiones verdaderas. Esto ayuda a construir un ambiente de aceptación y amor, mejorando así el bienestar de todos.
Al regresar a nuestras raíces y valorar lo que somos más allá de lo físico, podemos disfrutar de unas fiestas llenas de conexión y amor propio. Al romper el ciclo de la gordofobia, creamos un lugar donde todos se sientan vistos y valorados.