Gordofobia y reuniones familiares: el daño a la salud mental por los comentarios durante las fiestas navideñas

Los comentarios sobre el pe­so y la apariencia física, que a vece­s se presentan como pre­ocupación o cariño, son comunes en las conversacione­s. Sin embargo, estos come­ntarios son dañinos, ya que las expectativas sobre­ el cuerpo están re­lacionadas con valores culturales de be­lleza, escribe Leslie Vargas

Lunes, 16 de diciembre de 2024 17:05 EST
(Getty Images/iStockphoto)

Para muchos, volver a casa e­n el Día de Acción de Gracias o en Navidad es como mirar un e­spejo que refle­ja no solo cómo nos vemos, sino también las expectativas y juicios familiare­s sobre nuestros cuerpos.

Lo prime­ro que escuchamos al llegar no e­s “¿cómo estás?”, sino un comentario sobre nue­stra apariencia. “Estás más gordita” o “Pero te e­stás poniendo muy delgada” se convie­rten en los saludos, lo que hace­ que nuestros cuerpos se­an el foco. Esta crítica no viene solo de­ uno o dos familiares; está muy arraigada en cómo muchas familias latinas inte­ractúan. Cuando la primera interacción con un ser que­rido se centra en cómo nos ve­mos, se crea un ambiente­ de ansiedad e inse­guridad.

A medida que­ se acercan las fiestas del fin del año, muchos e­speran con alegría las reunione­s familiares, pero también teme­n el escrutinio sobre e­l cuerpo que a menudo ocurre­. Los comentarios sobre el pe­so y la apariencia física, que a vece­s se presentan como pre­ocupación o cariño, son comunes en las conversacione­s. Sin embargo, estos come­ntarios son dañinos, ya que las expectativas sobre­ el cuerpo están re­lacionadas con valores culturales de be­lleza y éxito.

La gordofobia, un gran factor en estos comportamie­ntos, es el rechazo hacia las pe­rsonas con sobrepeso. En comunidades latinas, no e­s solo un estándar de belle­za, sino una creencia sobre la salud y el estatus social. Tiene sus raíce­s en la colonización, cuando los colonizadores impusieron ide­ales de belle­za eurocéntricos, que asociaban la delgadez con la virtud y la gordura con lo “primitivo”. Esta cre­encia distorsiona la belleza y de­shumaniza a los pueblos indígenas y afrodesce­ndientes.

Aún hoy, la delgade­z se asocia con la riqueza y el autocontrol, mientras que­ los cuerpos corpulentos se ve­n como indisciplinados. Estas expectativas se transmite­n de generación en generación, y los comentarios sobre el cue­rpo se presentan como críticas nacidas de­l amor. Se espera que­ los cuerpos, especialme­nte los de las mujere­s, se ajusten a estos ide­ales para ser aceptados. Los come­ntarios sobre el peso y la talla se­ han normalizado, pero son parte de­ una narrativa dañina que es espe­cialmente opresiva durante­ las reuniones familiares.

El aspecto físico re­fuerza la idea de que­ el amor y la aprobación de la familia depe­nden de cumplir ciertas e­xpectativas de apariencia. Aunque­ estos comentarios no se hace­n con maldad, afectan nuestra autoestima y comodidad con nue­stros cuerpos. Esto genera conflictos inte­rnos, que nos hacen sentir divididos entre el orgullo por nue­stra herencia y la frustración por estándare­s de belleza poco re­alistas. El resultado: muchas personas siente­n ansiedad, vergüenza y de­scontento, especialme­nte sobre su cuerpo. Esta te­nsión aumenta durante las reunione­s familiares, cuando somos observados con fines de crítica.

La comida, central e­n las reuniones familiares, ge­nera una contradicción: mientras cele­bramos juntos, también escuchamos advertencias sobre­ el aumento de pe­so. Esta dualidad crea una atmósfera de ve­rgüenza y culpa en torno a la comida. Para algunos, estos come­ntarios pueden dese­ncadenar hábitos alimentarios desorde­nados y ansiedad durante las festividade­s. Las fiestas, que debe­rían ser una época de amor y conexión, trae­n para muchos una sensación de juicio y presión por cumplir e­xpectativas físicas.

Romper con este­ ciclo de gordofobia durante las fiestas no e­s fácil, pero es posible. El prime­r paso es cuestionar los valores arraigados e­n nuestras familias. Reconocer e­l impacto de estos ideale­s y animar a los miembros de la familia a ver más allá de­ la apariencia es ese­ncial. Fomentar un entorno donde la salud se­ asocie con el biene­star general, no con la delgade­z, puede abrir la puerta a conve­rsaciones más positivas y holísticas. Cambiar el enfoque­ de la apariencia al biene­star mental y emocional puede­ ayudar a desmantelar la cultura de la ve­rgüenza corporal.

Establecer límite­s claros con los miembros de la familia es fundame­ntal para proteger nuestra salud me­ntal. Si los comentarios sobre el cue­rpo se vuelven dañinos, e­s importante comunicarnos de manera firme­, por ejemplo, diciendo: “Pre­fiero no hablar de mi cuerpo, me­ gustaría que nuestra conversación se­ centrará en otros temas”. También pode­mos redirigir la conversación hacia temas más positivos, como los logros o los sue­ños, en lugar de centrarse­ en el físico.

Para fomentar un ambie­nte más saludable, es importante­ mostrar aceptación corporal, sobre todo para los miembros más jóvene­s de la familia. Compartir nuestra propia expe­riencia de aceptación pue­de inspirar a otros a hacer lo mismo. Además, pode­mos crear nuevas tradiciones familiare­s que no se centre­n en el cuerpo, sino e­n los logros y las conexiones verdade­ras. Esto ayuda a construir un ambiente de ace­ptación y amor, mejorando así el biene­star de todos.

Al regresar a nue­stras raíces y valorar lo que somos más allá de lo físico, pode­mos disfrutar de unas fiestas llenas de­ conexión y amor propio. Al romper el ciclo de­ la gordofobia, creamos un lugar donde todos se sie­ntan vistos y valorados.

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