Dentro de la Asamblea General de la ONU: ausencias durante el discurso de Rusia y verdades incómodas
Si bien una vez tuvimos oradores como Fidel Castro, Nelson Mandela y Nikita Khrushchev, ahora nos quedamos con Sergei Lavrov y Liz Truss
Estamos de vuelta. Es el Super Bowl de las reuniones diplomáticas, el evento anual con el cual sueñan los accionistas de Ferrero Rocher. Esta semana es el Debate General de la Asamblea General de las Naciones Unidas, y la fecha más importante del calendario para diplomáticos como yo.
La Asamblea General de este año no podría ser más oportuna. Sin embargo, tanto el optimismo global como la moral interna en la ONU son bajos. Las voces que piden la recuperación tras la pandemia de covid-19 se pierden entre las críticas de los líderes mundiales que condenan la crisis de Ucrania. Diplomáticos que representan a países de todo el mundo han discutido entre ellos sobre cuál es el problema mayor y más urgente, con la excepción del presidente de Colombia, quien optó por dedicar la mayor parte de su discurso a la adicción al fentanilo. Lo mismo fue tan inesperado que hubo cierto desconcierto acerca de si los traductores traducían su discurso con precisión. Pero resultó ser el caso.
La verdad es que dentro de esta mezcla de pompa, prestigio y supuesto progreso, se descuidan muchos temas. Este año, claramente hay un elefante en la sala. No es de extrañar que mucha gente esté preocupada por la impotencia de la ONU, sobre todo la gente, como yo, que trabaja en ella.
Durante casi 77 años, la ONU aseguró, de manera lenta, burocrática pero en gran medida exitosa, que se mantuvieran a raya los peores excesos en la intersección de la humanidad y la violencia. Pero ahora empieza a parecer cada vez más irrelevante.
¿Cómo se ve una ONU eficaz? No es complicado: coloca una mesa redonda en el centro de una habitación y asegúrate de que haya suficientes sillas para que todos los que quieran sentarse puedan sentarse juntos por igual. En términos generales, como la mayoría de los líderes mundiales no están dementes, podemos acordar de forma colectiva “lo que” todos queremos: seguridad, protección y prosperidad. Por lo general, los conflictos surgen cuando no podemos resolver el “cómo”.
Pero luego están los casos extremos, y abundan en este momento. La ONU es la interfaz entre los países; esto inevitablemente implica más reuniones, más discusión y, en el peor de los casos, completa inercia.
La situación en Yemen es quizá una de las crisis humanitarias más graves en nuestra memoria viva. El reciente alto el fuego entre Kirguistán y Tayikistán ofrece un espectro de guerras de poder aún por librar. La recuperación desigual de países de todo el mundo por el covid-19 amenaza con impedir el progreso de muchos países en desarrollo. La crisis climática que se avecina amenaza a todo nuestro planeta. Sin embargo, el ciclo de noticias está dominado por la escalada de la guerra en Ucrania y con lo que Putin decide amenazar.
La Hungría de Victor Orban se desliza de forma rápida hacia el autoritarismo de extrema derecha. Sin embargo, su director ambiental, Csaba Kőrösi, es ahora el presidente de la Asamblea General. Es una situación que resulta ser un problema para los procedimientos de esta semana. Pero un problema aún mayor es el orador aquí en Nueva York, quien representará a uno de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad: la Federación Rusa. Sergei Lavrov, el ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, plantea numerosos temas para la misión de la ONU. Su jefe, Vladimir Putin, eligió quedarse en casa en Moscú.
En lugar de pronunciar su discurso durante la semana, como es habitual, Lavrov hablará el sábado. Lo más probable es que culpe de esta reprogramación a los gastos generales administrativos de la embajada de EE.UU. en Moscú por no emitir su visa de manera oportuna. La explicación más probable de la elección inusual de tiempo es que ayudará a minimizar el espectáculo público de numerosos miembros del salón de la Asamblea General que abandonarán la sala cuando suba al estrado para hablar.
Dentro de la ONU, varios Primeros Secretarios están molestos con Rusia. Se ven obligados a asistir al discurso en virtud de sus trabajos, o al menos se les exige que estén presentes al comienzo del mismo, pero planean irse en el momento en que Lavrov comience a hablar. Y se espera que el encargado de negocios y los embajadores que por lo usual se sentarían detrás de sus placas de identificación también estén ausentes, recuperándose de sus resacas mientras ven UNTV desde la comodidad de sus casas en el Upper East Side. Dichos embajadores han comentado que se espera que el discurso sea un completo desastre.
Por lo tanto, el estado de ánimo de los empleados se vuelve malhumorado. La guerra en Ucrania es una crisis legítima. Pero perdemos el enfoque cuando deberíamos concentrarnos en crisis aún más severas que se avecinan. El TDAH (trastorno por déficit de atención e hiperactividad) no contribuye a una buena política exterior. Conocemos las consecuencias de la inacción, lo estamos viviendo. Necesitamos actuar, y actuar con decisión, en lugar de dejar que Rusia acapare el centro de atención.
Hacerlo requerirá mucha madurez de todos los involucrados. Conocemos las consecuencias de ignorar el cambio climático, y ahora sabemos que es el mayor problema que enfrenta el planeta. En Nueva York esta semana, deberíamos aprovechar la oportunidad para elaborar estrategias juntos al respecto, por el bien de la humanidad.
Ya tenemos la mesa en el medio de la habitación. Usémosla para lo que se diseñó. El personal actúa en función de esta intención, pero la voluntad política carece de visión. Si bien una vez tuvimos oradores como Fidel Castro, Nelson Mandela y Nikita Khrushchev, ahora nos quedamos con Sergei Lavrov y Liz Truss. ¿Estarán a la altura?
Mejor ni pensar en las consecuencias si no ganamos algo de perspectiva y acertamos de una vez otro camino.
Emin Pasha es el alias de un miembro del personal diplomático de la ONU con sede en Nueva York