“Más tóxico, más difícil”: cómo los disturbios del 6 de enero también afectaron a la Cámara
El motín del Capitolio no fue solo un ataque a la democracia; también provocó un ambiente de trabajo hostil en el Congreso, escribe Eric García
A los ojos de Nikema Williams, el ataque al Capitolio también afectó el trabajo que ella había hecho en su estado natal. Williams se desempeña como presidenta del Partido Demócrata de Georgia, que acababa de ganar la elección en el estado que Trump convirtió en una de las piezas centrales de sus mentiras electorales.
“Fue profundamente personal, especialmente viniendo de Georgia, pues mi estado fue uno de los que iban a ser sujetos a objeciones, y debido a que una falsa narrativa de fraude electoral seguía opacando la victoria electoral, y yo era una de las personas electas en Georgia , esto fue muy personal para mí”, señaló.
Williams tenía apenas tres días en el cargo cuando ocurrió el motín, luego de haber prestado juramento para reemplazar a quien alguna vez fue el héroe de los derechos civiles, el diputado John Lewis. Pero debido a la pandemia de covid-19, había tenido pocas oportunidades para conocer a los recién llegados del otro partido, lo que generó aún más sospechas entre sus colegas republicanos.
“Y sé que, antes de comenzar muchas de las conversaciones, investigo cómo votó la gente ese día para saber a qué me enfrento cuando entro a las reuniones y en las conversaciones futuras”, comentó para The Independent.
El motín del 6 de enero fue un ataque a la democracia, destinado a socavar el proceso democrático. Pero el Capitolio también es una oficina donde trabajan 435 miembros del Congreso, junto con cinco delegados sin derecho a voto, 100 senadores y miles de empleados que van desde profesionales experimentados hasta recién graduados y pasantes.
Las entrevistas de The Independent a varios miembros de la Cámara y exmiembros del personal pintan un cuadro de un ambiente de trabajo hostil a raíz de los disturbios en el Capitolio. Un año después, el corazón de la democracia estadounidense está desgarrado por la desconfianza y la división que superan por mucho las de la política partidista habitual.
El diputado Jason Crow de Colorado, un ex ranger del ejército que intentó proteger a sus colegas durante la insurrección, señaló que esperaba que en algún momento el Partido Republicano denunciaría las mentiras de la Casa Blanca.
“Por desgracia, eso no ha ocurrido y muchos de ellos aún respaldan a Donald Trump y siguen firmes en la Gran Mentira”, agregó.
Los republicanos, por su parte, claramente consideran que las consecuencias de la insurrección son desproporcionadas. Después del motín, la Cámara instaló detectores de metales, lo que ha indignado a algunos. Los diputados Louie Gohmert de Texas y Andrew Clyde de Georgia fueron multados por infracciones relacionadas con el detector de metales, y presentaron una demanda contra su uso, especialmente dado que el jefe de la bancada mayoritaria, Jim Clyburn, evitó el procedimiento y la presidenta de la Cámara, Nancy Pelosi, pasó de largo frente a ellos.
De manera similar, los republicanos se indignaron después de que la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, rechazara la selección que el líder de la minoría de la Cámara, Kevin McCarthy, hizo para que los diputados Jim Banks y Jim Jordan fuera parte del Comité del 6 de enero, lo que lo llevó a retirar a todos sus miembros del comité seleccionado.
“Esto representa un atroz abuso de poder y dañará irreparablemente a esta institución”, declaró entonces. “Pelosi ha creado un proceso simulado”.
Como resultado, los únicos republicanos en el comité son los diputados Liz Cheney y Adam Kinzinger, quienes han sido casi exiliados del grupo republicano. Es probable que las tensiones aumenten cuando la Cámara regrese, ya que el comité ha solicitado documentos previos al motín de los diputados republicanos Scott Perry y Jordan, ambos fervientes aliados de Trump.
Además, la situación en el Congreso no se deterioró de la noche a la mañana. Los horarios extendidos y los bajos salarios comenzaron a desgastar incluso al personal más experimentado. Un alto funcionario demócrata que solicitó el anonimato para hablar con franqueza y que renunció en el verano, dijo que los salarios no aumentaron en la última década.
“He ascendido, pero mi sueldo es el mismo que el de la persona que tenía mi puesto hace seis años, para empezar, y ese es un problema constante”, aseveró a The Independent . Al mismo tiempo, el horario errático desincentivó a muchos, pues aseguraron que antes solía haber certeza de cuándo la Cámara estaba y no estaba en sesión. Pero en las semanas previas a los disturbios, el Congreso regresó al menos un día todas las semanas.
“El 6 de enero fue la culminación de un periodo realmente loco que lo fue preparando, en el que simplemente hubo muchas disputas que provocaron cierres”, señaló. “Yo trabajaba para un miembro del Congreso que estaba en un distrito indeciso, así que tiene sentido. Fue un largo periodo antes de llegar ahí”.
El miembro del personal también aseguró que había señales de que las cosas podrían salir mal, pues en la semana de la votación hubo una llamada con un miembro del personal de alto rango.
“Hablaba de los riesgos de seguridad de una manera en la que, francamente, no corresponde con lo hecho por la policía del Capitolio, o tal vez por la Guardia Nacional, dependiendo de todas esas noticias que se publicaron”, añadió, y también señaló que el miembro del personal de alto rango estaba “más enterado del hecho de que esto podría salir muy mal, y tratamos que la gente no se fuera de la oficina”.
E incluso entonces, algunos miembros del personal demócrata consideraron que sus jefes no entendieron a cabalidad lo traumático que fue el motín. Otro miembro del personal que pidió hablar de manera anónima confesó que, el día después del motín, el miembro para el que trabajaba los llamó para tuitear un artículo de la destitución que había redactado, porque temía que otro de los miembros lo robara.
“Tenía la esperanza de tomarme un día libre para procesarlo, pero fue como volver al trabajo”, apuntó. “Lo entiendo, la destitución era importante. Pero no hubo un punto, entre ese momento y cuando me fui, en el que el miembro o el jefe se acercaran al personal para preguntarnos cómo estábamos o animarnos a tomar un tiempo libre”.
En cambio, el miembro del personal dijo que decidieron compartir los recursos de consejería que la Cámara ofreció a las oficinas, aunque no les correspondía, pero nadie más hizo algo al respecto.
Después del ataque, el miembro del personal de alto rango que trabajaba para un miembro moderado dijo que hubo sospechas que antes no existían, y señaló que durante una de sus últimas semanas, la Cámara restableció su mandato de mascarilla y que, en un ascensor con republicanos, hubo una sensación de desconfianza o de que podría estallar una pelea.
“Podías sentir la tensión con las personas a las que no conocías. La gente ya no sentía que estaba allí con los demás por la misma razón, que era lo que solía unir al personal del Congreso, independientemente del partido. Eso también se sintió entre los miembros de la Cámara”, concluyó, y agregó que la hostilidad comenzó a crecer después de las elecciones. “El periodo posterior a las elecciones dejó que se acumulara [la hostilidad], y creo que eso hizo que las personas dejaran de verse como colegas de la forma en que, tal vez, solían hacerlo, y comenzaron a sentirse rivales”.
De igual manera, algunos miembros del personal lidiaron con los efectos psicológicos traumáticos del ingreso violento de personas a su lugar de trabajo. Un exmiembro del personal que vive no muy lejos del Capitolio y no estaba ahí durante el motín pero renunció a raíz del evento, confesó que su gato lo despierta por las noches cuando se da cuenta de que está llorando mientras duerme.
“¿Sabes lo que hubiera sido realmente bueno? Que hubieras cancelado los votos durante tal vez una semana, y simplemente decirles a todos, ‘Tómate un tiempo libre’, pero eso no pasó”, declaró. “Y entiendo por qué no fue así. Pero lo hizo todo mucho más difícil hasta el punto de que cuando recibí una llamada de amenaza en junio, me derrumbé. Y era una de esas cosas en las que me reprendía a mí mismo por derrumbarme. Y luego tuve que recordarme a mí mismo: ‘No, tu lugar de trabajo fue atacado. Está bien’”.
Asimismo, muchos miembros demócratas del Congreso dijeron que el motín cambió la forma en la que interactúan con sus colegas republicanos. El diputado Ted Lieu de California, que participó el año pasado en el juicio político de destitución, dijo que se lleva bien con los republicanos que coinciden en que lo que sucedió el 6 de enero fue un ataque y no una visita turística normal, como algunos han tratado de calificarlo.
“Entonces, si un republicano del Congreso dice que fue una visita turística normal, entonces no puedo dialogar con alguien que está en una realidad alternativa”, mencionó. También dijo que los líderes republicanos no han logrado tranquilizar el ambiente en la Cámara.
“Los líderes republicanos pueden reducir el riesgo de violencia política, si dan una declaración veraz: las elecciones no fueron robadas”, señaló. “La negativa a hacer esa simple afirmación verdadera está aumentando el riesgo para todos nosotros”.
La diputada Barbara Lee de California declaró que ha cambiado su relación con algunos republicanos, pero que ella y todos los demócratas siguen trabajando con algunos de los miembros.
“Bueno, quiero decir que todos trabajamos con algunos de los republicanos a nivel individual”, aseveró. “Nos vuelve recelosos, me hace recelar el hecho de que algunos, ya sabes, si mienten sobre lo que todo el mundo sabe que sucedió, ¿qué más harán?”.
Por cierto, si bien todavía hay disputas ocasionales en el Senado, no llegan a los mismos niveles de las que hay en la Cámara. La senadora Kirsten Gillibrand de Nueva York, que trabaja frecuentemente con los republicanos, planteó la hipótesis de que las reglas del Senado son diferentes, y por eso la situación es distinta.
“Disentimos profundamente en muchísimos temas, pero también podemos encontrar muchos puntos en común, y mi trabajo depende de encontrar esos puntos en común”, mencionó.
El diputado Filemon Vela, un demócrata de Texas que se jubiló, dijo que el motín jugó un papel “inexistente” en su decisión de irse, pero dijo que este podría tener un efecto paralizante en las personas que van llegando al Congreso.
“Creo que aunque para algunos de los escaños vacantes se presentaron candidatos bien calificados, hubo muchos funcionarios públicos electos que optaron por no postularse, y creo que la disfunción aquí es probablemente una de las principales razones para ello”, concluyó.
El diputado Jimmy Gómez de California dijo que espera que más personas ingresen al servicio público y que el 6 de enero no paralice a las personas con vocación cívica.
“Desalentará a algunos, pero al final, las personas que creen en este país, que entienden lo que está en juego, van a dar un paso al frente, creo, en todo el espectro político”, declaró. “Creo que tal vez en el lado republicano, es más tóxico y más difícil postularse, pero espero que haya republicanos de buena fe que den un paso al frente”.
El miembro del personal de alto rango que dejó la oficina también comentó que esperaba que hubiera algunas personas que quisieran trabajar en el Capitolio.
“Me alegro de haberme ido cuando lo hice. Creo que necesitamos que la gente se preocupe, y si te preocupas lo suficiente y estás ahí por las razones correctas, definitivamente debes ir”, añadió. “Tienes que tener cuidado y estar atento a lo que es mejor para ti y darte cuenta de que en algún momento puede que ya no sea así”.