Inclemencias del clima y colapso de sistemas energéticos: las duras pruebas que desafían la capacidad de gestión de Biden
Las tormentas que azotan a todo el país ya habrían dejado al menos 59 fallecidos; Biden dijo el viernes que espera viajar a Texas la próxima semana, pero no quiere que su presencia y la del séquito presidencial distraigan la atención de las labores de recuperación
Incluyan a la madre naturaleza en el montón de crisis con las que el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, tiene que lidiar.
A un mes de asumir el cargo y centrado en el coronavirus, Biden está viendo como sus capacidades para gestionar desastres son puestas a prueba por las tormentas invernales que sacudieron Texas, Oklahoma y otros estados vecinos con un inusual frío polar que dejó a millones de personas congeladas en unas casas sin calefacción ni electricidad y, en muchos casos, también sin agua.
Estas condiciones climáticas habrían dejado al menos 59 fallecidos en todo el país.
Biden llegó a la Casa Blanca del 20 de enero con la promesa de abordar una serie crisis en curso, empezando por la pandemia del coronavirus y su efecto dominó en la economía. Señaló el racismo sistémico y el cambio climático como sus principales prioridades. Y ahora está lidiando con unas tormentas que no solo han puesto en peligro a la población sino que demoraron el envío y la administración de millones de dosis de vacunas contra el COVID-19.
Biden dijo el viernes que espera viajar a Texas la próxima semana, pero no quiere que su presencia y la del séquito presidencial que lo acompaña distraigan la atención de las labores de recuperación.
“Estan trabajando al máximo para cuidar a sus pares”, dijo Biden acerca de los funcionarios de Texas. La decisión sobre su viaje se tomará a principios de la semana que viene, agregó.
El mandatario, que durante la campaña se presentó como el candidato experimentado y empático que necesitaba la nación en este momento, está trabajando en varios frentes para abordar la situación y para evitar repetir los errores de sus predecesores que se vieron salpicados por respuestas inadecuadas o poco sensibles en momentos de desastres.
Parte de la labor del presidente es responder a la destrucción causada por sismos, huracanes, tornados y otros desastres naturales, o a eventos como tiroteos masivos o incluso actos terroristas.
Algunos han gestionado este tipo de situaciones mejor que otros.
George W. Bush recibió elogios por su liderazgo tras los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, pero tropezó con la respuesta de su gobierno al desastre humanitario que vivió Nueva Orleans cuando el huracán Katrina golpeó la costa del Golfo de México cuatro años después.
Barack Obama reconoció que debió haber anticipado las críticas por irse a jugar al golf justo después de condenar la decapitación de un periodista estadounidense a manos de extremistas islamistas en 2014. Obama estaba de vacaciones en Martha’s Vineyard en ese momento.
Donald Trump fue criticado por arrojar rollos de toallas papel a la multitud en Puerto Rico tras el devastador paso del huracán María por la isla en 2017. El expresidente defendió sus acciones diciendo que la gente se estaba “divirtiendo”.
Bill Clinton, quien en la campaña presidencial de 1992 dijo “siento su dolor”, mostró una conexión natural con las víctimas de los desastres.
Esta semana, el senador republicano de Texas Ted Cruz mostró lo rápido que un mal paso durante una crisis puede convertirse en un problema de imagen para un político.
Cruz fue atacado por viajar a México mientras sus electores sufrían sin electricidad, calefacción ni agua corriente. Su explicación, que sus hijas lo habían presionado para irse de vacaciones porque no tenían clase, fue especialmente criticada. Cruz reconoció más tarde que ir fue un error.
Biden ha tuiteado sobre Texas y los otros estados afectados, y la Casa Blanca emitió numerosos comunicados con el objetivo de demostrar que el gobierno federal está al mando de la situación.
El presidente recibe actualizaciones periódicas de su equipo y ha declarado el estado de emergencia en Texas, Oklahoma y Louisiana. El viernes adelantó que pronto declarará un desastre mayor en el estado de Texas y que pidió a las agencias federales que identifiquen recursos adicionales para atajar los problemas.
La Agencia Federal para el Manejo de Emergencias envió docenas de generadores y suministros, incluyendo combustible, agua, mantas y comidas preparadas, a las zonas afectadas.
Biden ha hablando también con los gobernadores de los siete estados más afectados por el clima invernal. Y tuiteó una foto de su conversación telefónica con el gobernador republicanismo de Texas, Greg Abbott.
El de Oklahoma, el republicano Kevin Stitt, partidario acérrimo de Trump, elogió rápidamente a Biden por su rápida actuación al declarar el desastre.
Tras hablar con el presidente por teléfono a principios de semana, Stitt le dio las gracias específicamente por “tomarse el tiempo para interesarse esta tarde y ofrecer la ayuda del gobierno federal al pueblo de Oklahoma. Tuvimos una conversación muy productiva y espero trabajar juntos en el futuro para hallar soluciones mientras nos recuperamos de esta tormenta histórica”.
Barbara Perry, directora de estudios presidenciales en el Centro Miller de la Universidad de Virginia, afirmó que Biden está “bien preparado” para abordar los desastres por sus décadas de experiencia en el Senado y su experiencia como vicepresidente, además de por “su genuina preocupación por la gente”.
En caso de que decida ir a Texas, Biden podría usar el viaje para insistir en su argumento de que el cambio climático es real y debe abordarse, y que el estado podría hacer cosas como acondicionar sus plantas eléctricas para condiciones invernales, para estar mejor preparados para próximas tormentas, agregó Perry.
Pero debe tener cuidado de no hacerlo en un tono amonestador.
“Sabemos que se preocupa por el cambio climático, y esta es una forma de convencer a la gente”, señaló Perry.