Trump se niega a revelar su historial médico ante crecientes dudas por su edad
A sus casi 80 años, Trump, amante de los filetes y los Big Macs, fue hospitalizado por Covid-19, pero asegura que su salud sigue siendo excelente
Desde su irrupción en la política estadounidense en 2015, Donald Trump ha evitado revelar detalles sobre su historial médico.
A sus 78 años, si triunfa en las elecciones de noviembre, se convertirá en la persona de mayor edad en asumir la presidencia y romperá el récord que ostenta Joe Biden. Al final de un posible segundo mandato, Trump tendría 82 años.
A pesar de su edad, continúa rehusándose a compartir información sobre su salud. En 2015, cuando fue cuestionado sobre su salud, presentó una carta de cuatro párrafos firmada por su médico, quien afirmaba que sería el presidente “más saludable” de la historia.
La edad se ha convertido en un factor decisivo en las elecciones presidenciales de 2024: las crecientes inquietudes sobre la salud cognitiva de Biden culminaron en su inesperada retirada de la contienda, lo que dejó el camino libre para que la vicepresidenta Kamala Harris asuma el liderazgo de la candidatura demócrata en noviembre.
No obstante, la decisión de Biden respondió a la creciente preocupación expresada dentro de su propio partido. En contraste, casi no se oyen voces —si es que las hay— entre los principales líderes republicanos que cuestionen la capacidad de Trump para gobernar, a pesar de que se acerca a los 80 años. Además, no está claro si tales inquietudes tendrían algún impacto en el expresidente.
Lo poco que se sabe sobre la salud de Trump proviene de su exmédico en la Casa Blanca, Ronny Jackson, quien en 2018 ofreció algunos detalles sobre su salud cardíaca, según informa New York Times.
Según su médico, la presión arterial de Trump y una ecografía de su corazón eran normales, pero señaló con preocupación que su colesterol era demasiado alto y que se encontraba apenas 0,1 puntos por debajo del umbral de obesidad médica.
El informe de Jackson indicaba que el colesterol de Trump era de 143, a pesar de estar tomando medicación para reducirlo. A ese nivel, los cardiólogos expresaron abiertamente su preocupación sobre el riesgo de que sufriera un ictus o un infarto.
Un año después de ese informe, el peso de Trump aumentó de 108 a 110 kg, lo que lo clasificó como obeso según los estándares médicos para su estatura. Aunque su colesterol bajó a 122, lo cual representaba una mejora, seguía siendo elevado para considerarlo saludable. La primavera siguiente, la Casa Blanca comunicó que el colesterol LDL de Trump había descendido por debajo de 100.
El año pasado, cuando fue fichado en la cárcel del condado de Fulton, en Atlanta, se informó que pesaba 97.500 kg, aunque esa cifra provino de sus asistentes y no de una medición oficial.
La última declaración oficial sobre su salud fue emitida en una carta de tres párrafos por su médico, el doctor Bruce Aronwald, en noviembre de 2023. En la carta se destacaba la reducción de peso del expresidente, aunque no se mencionaba el peso exacto ni se dieron detalles sobre los medicamentos que tomaba o los análisis que se había realizado. Solo informaba que sus análisis de sangre estaban “dentro de los límites normales” y calificaba su estado de salud como “excelente” y “excepcional”.
Quizá más preocupante que su salud física sea su estado cognitivo, ya que el padre de Trump padecía Alzheimer, una enfermedad que puede tener un componente genético. En el pasado, Trump afirmó haber superado con éxito pruebas cognitivas y acostumbraba a criticar a Biden por su capacidad mental.
A pesar de las críticas dirigidas a Biden por sus lapsus verbales, Trump ha exhibido problemas similares: en múltiples ocasiones, se refirió a Hillary Clinton y a Biden como “la administración Obama” y cometió frecuentes errores al mencionar nombres y lugares. En sus actos electorales, suele hablar de forma desordenada e incoherente, tanto que ha llegado a acuñar un término para describir su estilo particular de comunicación, al que denomina “retórica entrelazada”, sugiriendo que el caos en sus discursos es intencional y estratégico.
Anand Kumar, un experto en psiquiatría geriátrica de la Universidad de Chicago, comentó al Times que, para un jefe ejecutivo, y en particular para el presidente de Estados Unidos, es fundamental que su función cognitiva esté “al máximo rendimiento”.
Trump se sometió a una tomografía computarizada tras un intento fallido de asesinato en julio que le provocó una herida en la oreja, pero los resultados de esa prueba nunca se hicieron públicos.
Trump no ha sido el único en mostrarse reservado sobre su salud: Harris no ha revelado ninguna información básica al respecto y Biden, durante su candidatura presidencial, eludía las inquietudes relacionadas con su estado de salud.
Traducción de Leticia Zampedri