¿Cuál es el significado del altar de Día de Muertos?
Aquí te decimos cuándo y cómo se coloca, a quén se puede dedicar y qué significan los diferentes símbolos que acompañan el altar del Día de Muertos
La última semana de octubre marca el inicio de las festividades del Día de Muertos en México y otros países de Latinoamérica, aunque es una fecha marcada en el calendario litúrgico de la iglesia católica, solo en México se ha popularizado gracias a su herencia, pues las culturas prehispánicas consideraban a la muerte como parte del ciclo de la vida a la que no hay que tenerle miedo, sino un respeto solemne que no deja fuera el humor.
Al llegar a América, la evangelización debió tropicalizar la religión y convirtió varios de los ritos indígenas en parte de las festividades eclesiásticas. Tal es el caso del altar del día de muertos con el que las personas dan la bienvenida a sus seres queridos que vuelven por una noche, que hoy es considerado por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad.
El festival, que después se convirtió en el Día de Muertos, se conmemoraba en el noveno mes del calendario solar mexicano, iniciando en agosto y celebrándose durante todo el mes. Sin embargo, la religión católica cambió radicalmente la forma de concebir la muerte con la idea del paraíso y del infierno, que agregó una connotación moral a la muerte.
El fin de la vida comenzó a ir acompañada del terror de quemarse eternamente y al juicio de un solo dios castigador. Pero también comenzó a celebrarse el Día de los Fieles Difuntos, festividad instituida en el siglo VIII, con la veneración de diferentes santos que viajaban por las iglesias, acompañados de arcos de flores, oraciones, reliquias de pan de azúcar, que antecedieron a los alfeñiques; y de pan de muerto.
En la actualidad, la ofrenda se pone desde el 28 de octubre, para aquellos que murieron con violencia, de forma trágica o en soledad; el 30 y 31 de octubre se dedican a los niños; el 1 de noviembre se celebra a todos los que llevaron una vida ejemplar; y el 2 de noviembre reúne a todos los muertos.
¿Cuál es el significado del altar de muertos?
En su representación más rigurosa, tiene varios niveles, que representan los diferentes destinos de las almas, puede ser de dos, como símbolo del cielo y el infierno; o bien, los siete niveles que las almas cruzan antes del descanso eterno.
Las ofrendas, por su parte, deben de tener elementos y símbolos que inviten al espíritu a viajar desde el otro mundo para convivir con sus deudos. Entre ellos destacan las imágenes y objetos personales del difunto, la cruz, que se introdujo por los evangelizadores con el fin de incorporar el catecismo en esta tradición arraigada entre los indígenas que ya colocaban un símbolo similar, pero en representación de los cuatro puntos cardinales; copal e incienso que purifica y santifica el lugar; flor de cempasúchil para adornar la entrada al mundo de los muertos; velas para guiar a las almas; agua, que desde el tiempo prehispánico tiene un significado de purificación, regeneración, vida y alivio para las almas; comida preferida de los difuntos; pan, también agregado por los evangelizadores, como símbolo de la eucaristía.
¿Cuál es el origen del altar del día de muertos?
Dentro de la visión prehispánica, el acto de morir era el comienzo de un viaje de cuatro días hacia el Mictlán, el reino de los muertos descarnados o inframundo, también llamado Ximoayan. Al llegar, el viajero debía ofrecer regalos a los señores del Mictlán, a Mictlantecuhtli, señor de los muertos; y a su compañera Mictecacíhuatl, señora de los moradores del recinto de los muertos.
Por lo tanto, los entierros eran acompañados por los objetos que en vida habían sido utilizados por quien falleció y aquellos que podría necesitar en su tránsito al inframundo.
Según lo que llevaran, los viajeros eran enviados a otras regiones en donde permanecía un periodo de prueba de cuatro años, antes de continuar su vida en el Mictlán hasta llegar al lugar del eterno reposo, denominado “obsidiana de los muertos”.
Esta costumbre se trasladó al altar de los muertos, en donde las almas pueden volver a descansar y tomar aquello que necesitan para seguir su viaje.
Los registros de la figura del muerto descarnado se han encontrado en las etnias totonaca, nahua, mexica y maya, entre otras, por lo que se asume que era común entre las culturas prehispánicas. En esa época era común la práctica de conservar los cráneos como trofeos y mostrarlos durante los rituales que simbolizaban la muerte y el renacimiento.
A diferencia de la visión dicotómica de la iglesia, en las culturas prehispánicas, las personas podían tener diferentes destinos, por ejemplo, las almas de los que morían en circunstancias relacionadas con el agua se dirigían al Tlalocan, o paraíso de Tláloc; los muertos en combate, los cautivos sacrificados y las mujeres muertas durante al parto, llegaban al Omeyocan, paraíso del Sol, en donde reinaba Huitzilopochtli, el dios de la guerra. El Mictlán estaba destinado a los que morían de muerte natural. Los niños muertos tenían un lugar especial llamado Chichihuacuauhco, donde se encontraba un árbol de cuyas ramas goteaba leche para que se alimentaran.