Mujer valiente revela lo que sucedió cuando descubrió que sus padres son hermanos
Para la mayoría de nosotros es bastante difícil imaginar lo que se sentiría ser adoptado.
Es aún más difícil imaginar lo que supondría descubrir quiénes son tus padres biológicos tras años de silencio.
Pero una mujer habló sobre el momento en que descubrió la verdad sobre su madre y su padre, y cómo eso determinó el resto de su vida.
Teresa Weiler, que ahora tiene 64 años, fue adoptada de pequeña por un alto funcionario y su esposa, y creció en un hogar lleno de amor en Middlesex, en el Reino Unido.
Cuando cumplió los 18 años, su padre adoptivo le entregó el certificado de nacimiento original, en el que figuraba como su madre Teresa Maureen O'Reilly, una camarera que vivía en el barrio londinense de St Pancras, en Londres. No se mencionaba la identidad de su padre.
No fue hasta que Teresa tuvo veintitantos años cuando se puso en contacto con los servicios sociales, que le entregaron su expediente de adopción.
El documento revelaba que O’Reilly tenía 16 años cuando dio a luz a la niña. Pero la verdadera bomba llegó cuando Teresa leyó quién era su padre biológico: Sean, el hermano de 15 años de su madre.
En una conmovedora y sincera entrevista con el programa Life Changing de la BBC Radio 4, Teresa explicó el martes cómo se sintió en ese momento, y le comentó a la presentadora, la Dra. Sian Williams: “Lo primero que sucede es la conmoción y la repulsión y la vergüenza, porque había crecido en una estricta familia católica donde el sexo antes del matrimonio estaba prohibido”.
“Así que, para mí, esto estaba completamente fuera de mi escala”, añadió, para luego describir el incesto como “el mayor tabú”.
Mientras crecía, Teresa siempre se había preguntado por qué sus padres la habían abandonado, así que, según le relató a la Dra. Williams, ahora se sentaba y se decía a sí misma: “Esto explica por qué nadie regresó a buscarme, esto explica por qué nadie me quiere”.
También se preguntaba si su ascendencia era la causa de los problemas de salud que padecía, incluida la artritis de aparición temprana. Pero, “sobre todo”, continuó, transmitiendo su monólogo interno: “Esto es algo que no le puedo contar a nadie. Nadie más debe saber esto”.
Explicó: “Creía que mi familia no me querría más, pensaba que me darían la espalda si sabían la verdad, y no podía afrontar la vergüenza de contar la verdad a mis amigos o a otras personas”.
Teresa aclaró que el expediente no daba detalles sobre las circunstancias de su concepción: si había sido consentida o no. Pero en ese momento, su pensamiento predominante era simplemente: “Soy mercancía contaminada”.
“No soy tan buena como los demás, no soy aceptable para los demás, y quizás no pertenezco a un hogar agradable, quizás no debería haber esperado estar en un hogar agradable, porque eso no le pasa a la gente así”, expresó.
Cuando le preguntaron cómo se las arregló para seguir con su vida mientras llevaba una carga tan pesada, Teresa respondió: “Tomé una decisión muy importante: decidí que si venía de ese entorno, y con todos los retos físicos y mentales que podrían ocasionar una vulnerabilidad a mis propios hijos si los tuviera, decidí nunca tenerlos”.
“Eso fue algo enorme, porque yo quería mucho, mucho, tener hijos, era uno de mis mayores deseos. Pero sencillamente no me sentía capaz de traer un niño al mundo sabiendo que, una generación antes, esa había sido la historia”.
Teresa continuó hablando de cómo, aunque seguía teniendo citas y relaciones, las terminaba en cuanto empezaban a ser serias. De este modo, nunca tendría que hablar de por qué no quería formar una familia ni revelar su secreto.
Sin embargo, con el paso de los años, la carga del secreto de Teresa se hizo demasiado pesada para soportarla sola, así que, finalmente, cuando tenía 30 años, se lo confió a un amigo íntimo que trabajaba en consejería.
“Recibí una respuesta increíble”, recordó, y explicó que su amigo le respondió: “Eso no te cambia, tienes que dejar de pensar así y, de todos modos, aunque ese sea el trasfondo, ¿qué importa? Tú eres tú, no te defines por cómo te trajeron a este mundo y tampoco debes pensar así”.
Teresa relató que él reforzó repetidamente estos puntos hasta que, finalmente, ella misma comenzó a creerlos.
“En ese momento, decidí que debía decírselo a mis padres”, añadió.
“Fue muy, muy duro, pero en realidad me apoyaron mucho y se mostraron bastante afligidos porque no fui capaz de decírselo antes”, continuó, y agregó que le dijeron que no había “ninguna diferencia”, que seguía siendo su querida hija, y que simplemente “sentían mucho que hubiera elegido tomar la decisión que tomé”.
Cuando le preguntaron qué sintió al abrir por fin la “caja de secretos” que había llevado consigo durante tanto tiempo, contestó: “Fue increíble, se volvió más y más increíble cuanto más tiempo me permití asimilarlo. Y por primera vez en mi vida, nunca había sentido que yo importaba y que me valoraban tanto, que realmente era buena siendo yo”.
La historia de Teresa es un importante recordatorio para todos nosotros de que no importa de dónde vengas, ni cuáles sean tus circunstancias, eres bueno siendo tú mismo.