Veamos de qué se trata

¿Por qué a los mileniales se los considera la generación más trabajadora?

Los boomers disfrutaban de sus almuerzos en el pub durante horas, mientras que los centennials se niegan a contestar después de terminar la jornada laboral. Entonces, ¿qué les pasó a los millennials que terminaron siendo adictos al trabajo? Helen Coffey analiza la ética laboral poco saludable que define a la generación Y

Martes, 19 de noviembre de 2024 18:06 EST
¿Por qué los ‘millennials’ son adictos al trabajo?
¿Por qué los ‘millennials’ son adictos al trabajo? (Getty)

En una entrevista con The Guardian, Jodie Foster señaló que trabajar con la generación Z puede ser “bastante molesto” debido a que deciden sus propios horarios laborales y porque consideran que hacer buen uso de la ortografía y la gramática es algo “limitante”.

Pero no nos desviemos del tema en cuestión.  The Times  publicó un artículo respecto a las personas nacidas entre 1990 y principios de la década de 2010 y su actitud “holgazana” en el lugar de trabajo. En dicha publicación, se menciona la siguiente anécdota: “Una amiga, directora de comunicación de 33 años, me contó sorprendida que las cuatro personas menores de 25 años que tiene a su cargo nunca consideraron conectarse al correo electrónico laboral desde su teléfono. En lugar de comer una ensalada sobre el teclado a la hora del almuerzo, se toman un receso completo de una hora. Al final de cada jornada, marcan tarjeta a las 6:00 p. m. en punto”.

Más allá de la anécdota, el tema nos ha llevado a preguntarnos si, en realidad, las personas nacidas a principios de los 80 y mediados de los 90, son quienes están completamente equivocadas. Al fin y al cabo, ¿qué tiene de malo finalizar la jornada laboral según lo estipulado? ¿Por qué habría que responder los correos electrónicos después de hora? ¿Por qué sería una obligación hacer más de lo que corresponde cuando rara vez se retribuye o siquiera reconoce este tipo de comportamiento?

El usuario de Twitter/X @TypeForVictory quizás lo expresó de manera más acotada:

“La gente de 55 años se tomaba dos horas para el almuerzo, tragos de por medio, no respondía correos electrónicos y a las 6 p. m. ya estaba en el pub. La gente de 35 almuerza en el escritorio, responde llamadas y mensajes las 24 horas del día y trabajan hasta tarde. La gente de 25 se toma una hora para almorzar, responde sus mensajes en horario laboral y se va a casa a las 6:00 p. m. Millennials, creo que metimos la pata”.

La generación Z es más estricta a la hora de tomarse un descanso completo para almorzar
La generación Z es más estricta a la hora de tomarse un descanso completo para almorzar (Getty)

Esto no es solo algo anecdótico: hay datos que lo comprueban. En un estudio grupal y continuo denominado Monitoring the Future (Supervisión del futuro) en el que se ha encuestado a 50.000 estudiantes de 9.o, 10.o y 12.o grado en los EE. UU. desde 1975, una vez al año, se les preguntó a los estudiantes de 18 años qué tan dispuestos estarían a trabajar horas extras. Después de recopilar y analizar los datos de las distintas cohortes, Jean Twenge, autora de Generaciones: las diferencias reales entre la generación Z, los millennials, la generación X, los boomers y los silenciosos, y lo que significan para el futuro, descubrió que el porcentaje de jóvenes dispuestos a trabajar más allá de sus horas contratadas fue descendiendo de forma constante hasta el periodo de 2009-2010, cuando se produjo un repunte significativo. Por el contrario, el porcentaje se ha desplomado en los últimos años, y entre el 2020 y el 2022 disminuyó del 54 % al 36 %. Estas tendencias también se vieron reflejadas en otros aspectos, por ejemplo, cuando se les preguntó si el trabajo era una parte central de sus vidas y si querrían trabajar si no lo necesitaran. “Hay algo de cierto en la idea de que, cuando eran jóvenes al menos, los millennials estaban más orientados al trabajo en comparación con las personas que vinieron antes y después”, señaló Twenge.

Esta mujer de 36 años se sintió identificada con la situación. ¿Por qué? Cuando era más joven, mi percepción del periodismo como profesión estuvo muy marcada por el libro de Bill Bryson, Notas desde una pequeña isla, en el cual el autor recuerda cómo era trabajar en una redacción británica durante los 80: los colegas ingresaban, presentaban una sola historia, se dirigían al pub para el almuerzo y nuca regresaban. Y todo eso por un sueldo decente, con el que yo solo podía soñar. Pensaba: “Eso bastará”.

Cuando me incorporé a la vida laboral, las cosas fueron totalmente distintas. Fui parte de una generación a la que se le dijo que, si trabajaba lo suficiente, podría conseguir todo lo que se propusiera. Me gradué en 2008, el año de la crisis bancaria.

Hay algo de cierto en la idea de que, cuando eran jóvenes al menos, los millennials estaban más orientados al trabajo en comparación con las personas que vinieron antes y después

Jean Twenge, psicóloga y autora

Dar el primer paso en la vida profesional es un reto en el mejor de los casos. En medio de una recesión mundial, es casi imposible. A mis 21 años, llena de juventud y entusiasmo, estaba orgullosa de haber obtenido un título con honores en una de las mejores universidades, pero no conseguía trabajo ni por amor al arte ni por dinero. Todos los puestos administrativos básicos a los que me presenté ya tenían más de 1.000 candidatos. Conseguir una primera entrevista era una tarea maratónica y la presión era tal que, la semana anterior, pasaba las noches en vela llena de ansiedad mientras me preparaba para el gran día. ¿Y todo para qué? Para nada. Me inscribí para recibir el subsidio de desempleo y caí en una profunda depresión por primera vez en mi vida.

Seguramente, se pregunten a qué se deben tantos detalles de mis dramas personales. La verdad es que siempre he tenido la teoría de que el mercado laboral en el que se llega a la mayoría de edad tiene un profundo impacto en la ética de trabajo y en la actitud hacia el empleo durante el resto de la vida profesional. Mi grupo etario y yo tuvimos que abrirnos paso a duras penas en nuestras carreras; aún agradecemos de manera servil que nos hayan contratado y vivimos con el miedo constante de que nos despidan, incluso 15 años después. Constantemente, estamos intentando demostrar que somos “indispensables”. Nuestro ejemplo es Andy Sachs, la asistente de Miranda Priestly en la película de los años 90, El diablo viste a la moda.

Entonces, ¿la situación económica en la que ingresamos al mercado de trabajo moldeó nuestra ética laboral de verdad? “Creo que sí”, aseguró Twenge. “Si eso persistió, es más bien una incógnita. Pero la gran recesión sin duda influyó en estas actitudes. Al graduarse con más desempleo, los millennials se dieron cuenta de que quizá tendrían que trabajar más para salir adelante”.

Entre 2008 y 2009, el desempleo en el Reino Unido tuvo el incremento más abrupto de los últimos 30 años, en un periodo de 12 meses, y pasó del 5,62 % al 7,54 % (casi un 2 % de aumento), según datos del Banco Mundial. La tasa aumentó durante los dos años siguientes y alcanzó un máximo de un poco más del 8 % en 2011. La generación Z, por el contrario, no se graduó en este contexto. En 2018, la tasa de desempleo había descendido al 4 %. En 2022, se redujo al 3,57 %: el porcentaje más bajo de los últimos 30 años. En un mercado así, ¿por qué no habría que exigirles a los empresarios que valoren a sus empleados y respeten sus límites? Los datos lo confirman: el 67 % de la generación Z está de acuerdo con que “los empleados solo deben hacer el trabajo por el que se les paga, ni más ni menos”, en comparación con el 51 % de los millennials y la generación X, según datos de YouGov.

Las tasas de desempleo se dispararon después de la crisis bancaria
Las tasas de desempleo se dispararon después de la crisis bancaria (Alamy)

"La generación Z se ha beneficiado de un mercado de trabajo fuerte y de la escasez de mano de obra, por lo que han podido pedir un mejor equilibrio entre el trabajo y la vida personal”, señaló Twenge. “También tiene que ver con la mentalidad de esa generación: no tienen miedo de hablar de las cosas que son importantes para ellos”.

Si bien los boomers, nacidos entre 1946 y 1964, tienen fama de poseer una fuerte ética laboral, solo el 35 % de ellos estuvo de acuerdo con que los empleados debían trabajar según las normas, mientras que más de la mitad consideró que los empleados debían hacer más de lo que les correspondía. Además, la sociedad en la que trabajaron era muy diferente. Por empezar, sin correos electrónicos ni teléfonos inteligentes durante la mayor parte de su vida laboral, los límites entre la vida personal y profesional eran más claros. Marcaban tarjeta, completaban un turno y se iban a casa.

“Cuando mis padres tenían mi edad, no había forma de ponerse en contacto con ellos fuera del horario laboral, salvo por teléfono, el de casa”, comentó Caitlin Fisher, autora del libro La manipulación de la generación millennial: cómo triunfar en una sociedad que te culpa de todos sus males. "Nunca recuerdo que mis padres tuvieran que dejar de hacer la cena o pasar tiempo con la familia para atender una llamada de trabajo o responder a un jefe, pero hoy en día es extremadamente común que revisemos el correo electrónico por la noche, recibamos un mensaje de Slack, enviemos una respuesta rápida, y sigamos pensando en el trabajo mucho después de que sea hora de dar por terminado el día”.

Sin embargo, como señala Twenge, la penetración de la tecnología en nuestras vidas tiene algunos altibajos: “La desventaja es que la gente te molesta a las 8 p. m., pero la ventaja es que puedes trabajar desde casa. Como ocurre con muchas tecnologías, no todo es bueno o malo. Todo es cuestión de negociar los límites”.

Los jóvenes de todas las economías avanzadas se vieron afectados por la crisis financiera, que terminó con décadas de progreso

Sophie Hale, coautora del estudio Intergenerational Audit for the UK

También está el hecho de que, si se trabajaba de manera ardua, incluso en una profesión poco remunerada, los boomers podían alcanzar un cierto nivel de seguridad laboral, acceder a una vivienda y conseguir una pensión decente, tres logros que los millennials no han conseguido alcanzar.

Según un informe de 2023 elaborado por economistas de la Resolution Foundation, los efectos a largo plazo de la crisis financiera han dejado a los millennials británicos luchando por alcanzar el nivel de vida de las generaciones previas. Según el informe Intergenerational Audit for the UK (Auditoría intergeneracional para el Reino Unido) esto se debía, por una parte, al estancamiento de la economía británica y, por otra, a las decisiones políticas que beneficiaron a las personas mayores. Los salarios en el Reino Unido también han bajado: los millennials ganaban, en promedio, un 8 % menos a los 30 años que los jóvenes de la generación X cuando tenían esa misma edad.

Los autores del estudio compararon el Reino Unido con los EE.UU. y descubrieron que el primero ha tardado mucho más en cerrar la brecha. “Los jóvenes de todas las economías avanzadas se vieron afectados por la crisis financiera, que terminó con décadas de progreso”, aseguró la coautora del informe, Sophie Hale. “Quince años después, este 'grupo en situación de crisis' ya no es joven”. En el Reino Unido, los millennials conservan sus “cicatrices económicas mientras se acercan a la mediana edad”.

Una tiktoker revela las formas más fáciles de identificar a un millennial o centennial

Sin embargo, culpar a otras generaciones no nos llevará a ninguna parte, señaló Twenge. “Hay grandes cambios culturales, y todas las generaciones forman parte de ellos. La idea de atribuirle la culpa a una generación obstaculiza el progreso. Eso es válido en ambas direcciones. Es contraproducente culpar a los millennials por lo que compran o dejan de comprar, por postergar el matrimonio y el tener hijos; eso forma parte de una tendencia cultural mayor. Y también es contraproducente que los millennials culpen a los boomers y los responsabilicen de que todo es terrible. La idea de que los boomers manipularon la economía y de que todos son ricos porque escalaron posiciones dejando obstáculos detrás de sí mismos, no es precisa”.

A nivel personal, poner nuestros propios límites (y seguir el ejemplo de la generación Z) podría ser un buen punto de partida. “Deberíamos parecernos más a ellos”, coincidió Fisher. “Dejar el trabajo en el trabajo implica ser firmes respecto a la hora de salida al final de la jornada laboral y responsabilizarse de ese límite. Si suelen consultar el correo electrónico a deshora, quítenlo del teléfono. Si es tan importante, pueden volver a conectarse por la mañana. Si trabajan un poco más porque lo hacen desde casa y no tienen una hora clara de inicio y fin, incorporen un hábito diario que equivalga a viajar al trabajo: un momento de transición del entre la vida laboral y la vida personal”.

Así que, en lugar de lamentarnos por la falta de ética laboral de la generación Z, quizá deberíamos alabarla e intentar emular su enfoque más equilibrado. Como dice Fisher: “Ignora el mensaje de WhatsApp fuera de horario de tu jefe y continúa tu velada. ¡Te lo ruego!”.

Traducción de Noelia Hubert

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