“No existe una manera correcta de meditar”; basta encontrar la forma que se adecua a tu personalidad
Según la doctora en psicología Tara Brach, una de las creencias falsas sobre la meditación es que debemos (y podemos) detener los pensamientos
La primera vez que Marcelle Hutchins intentó meditar, se sentó, comenzó a escuchar una sesión guiada, relajó los hombros y trató de cerrar los ojos. Duró dos minutos.
“Tenía una entrega pendiente, y pensé: 'No sé si puedo quedarme quieta tanto tiempo'”, dijo Hutchins, quien en ese momento trabajaba como periodista de radio.
Por insistencia de su padre, quien era practicante desde hacía mucho tiempo, decidió intentarlo de nuevo; en su tercera práctica ya había logrado llegar al final de un video de 10 minutos. “Recuerdo que al terminar me sentí feliz y relajada”, relató. “Pero antes pensaba que era incapaz de meditar”.
Hutchins, quien ahora es maestra certificada de meditación, es la prueba de que las personas inquietas que no han logrado meditar deberían seguir intentándolo. Las investigaciones muestran que la práctica diaria de meditación reduce la ansiedad, mejora la salud en general y facilita crear conexiones humanas, entre otros beneficios.
El truco es sobreponerse a ese desaliento inicial. Los expertos afirman que es más fácil lograrlo una vez que se dejan de lado las ideas equivocadas más comunes sobre esta práctica. Por ejemplo, muchas personas se rinden después de un solo intento porque creen que lo están haciendo mal, o porque no pueden tranquilizar la mente.
Pero según la doctora en psicología Tara Brach, quien ha formado a más de 7.000 maestros de meditación, ese no es el punto.
“No se trata de detener los pensamientos. La mente produce pensamientos en la misma medida que el cuerpo produce enzimas. Se trata de expandirnos más allá de esos pensamientos y observarlos”, explica.
No existe una manera correcta de meditar.
Lo importante es relajarse y concentrarse en algo que nos ancle al presente. Por ejemplo, podemos sentir cómo el aire entra y sale de la nariz, escuchar una meditación guiada, hacer un escaneo corporal (es decir prestar atención plena a tu cuerpo y analizarlo de pies a cabeza), o repetirnos una frase inspiradora.
Puedes sentarte en el suelo, en una silla o en un almohadón. Si no logras sentirte cómodo, acuéstate. Ni siquiera tienes que cerrar los ojos, aunque se recomienda intentarlo.
No hay una duración establecida, pero proponte metas alcanzables.
“Puedes adaptar la meditación a tu personalidad”, explica Branch, quien ha publicado varios libros, incluyendo Aceptación radical: abrazando tu vida con el corazón de un Buda.
“Empieza con lo máximo que puedas hacer cómodamente sin sentir que quieres dejarlo”, dice.
Esto podría significar comenzar meditando solo unos pocos minutos, dice por su parte John Mitchell, profesor titular de psiquiatría y ciencias del comportamiento de la Universidad de Duke en Carolina del Norte (EE. UU.). Mitchell utiliza la meditación para tratar a pacientes con TDAH (trastorno de déficit de atención con hiperactividad). La meta debería ser introducir la meditación en la rutina poco a poco y enfocarnos en la calidad de la práctica, no en la cantidad de tiempo.
La pregunta es cómo hacerlo funcionar para entrar en un ritmo que nos permita sentir que lo estamos logrando, explica.
Cuando inevitablemente te distraigas (y va a ocurrir) toma nota de ese pensamiento o esa necesidad de moverte; reconócelos, y trae tu atención de vuelta al presente.
En lugar de juzgarte, reflexiona por un momento sobre la sensación de sentirte agitado. Pregúntate: “¿Qué significa no sentirme en tranquilo en mi propia piell?”.
Luego haz una respiración larga y profunda, y evita moverte por lo menos un minuto. Si pasado ese tiempo aún necesitas moverte, hazlo. Pero Branch recomienda hacerlo de una manera consciente: levántate, haz estiramientos suaves, respira profundo, y siéntate de nuevo. Es sorprendente cómo esa sensación de agitación cambia y evoluciona con el tiempo, dice la autora.
Si esa inquietud llega a provocar incomodidad, dice Mitchell, una caminata lenta y meditativa puede ser una buena alternativa. Mantente alerta pero en calma. Enfócate en los sonidos y olores, en lo que ves, o en cómo se sienten el viento y los rayos del sol en tu rostro.
“No es una práctica restrictiva. No tienes que sentarte y permanecer quieto y en silencio todo el tiempo”, explica.
Al final de la primera sesión, independientemente de cuánto haya durado, sentirás más tranquilidad. Pero las investigaciones han revelado que para obtener todos los beneficios, es necesario practicar de una manera consistente. Lo mismo ocurre con el ejercicio físico.
Esto puede resultar inalcanzable para quienes están comenzando, pero Branch sugiere probar distintas técnicas hasta encontrar la que mejor funcione.
“Es necesario experimentar un poco para encontrar el tipo de meditación que mejor se adapta a tu cuerpo, tu mente y tu personalidad”, explica.
Por suerte, existe una gran cantidad de recursos para meditar en Internet:
“Nadie que esté leyendo esto necesita comprar nada”, concluyó.
Traducción de Sara Pignatiello