Bajé 19 kilos en tres meses, pero Ozempic arruinó mi salud mental
El medicamento para bajar de peso, conocido como Ozempic en los Estados Unidos, ayudó a Daniel Cooper a perder peso en poco tiempo. Pero no tardó mucho en descubrir el lado oscuro del medicamento que hacía su vida insoportable…
No soy un llorón. Podía contar con las dos manos la cantidad de veces que he llorado como adulto, pero todo cambió en 2024. He pasado horas de cada día tirado en el suelo, gritando y llorando, a causa de medicamentos para bajar de peso que se suponía que mejorarían mi vida.
Siempre he tenido sobrepeso. Siempre he sido gordo. Siempre he sido obeso. Un visitador médico me puso a dieta en mi primer año de primaria y hasta la fecha sigo haciendo una. Pero con la llegada de los medicamentos como la semaglutida, pensé que finalmente podría vencer a este dragón.
En Estados Unidos se vende con el nombre Ozempic/Rybelsus y Wegovy aquí en el Reino Unido. El medicamento ha sido aclamado como una solución mágica para la diabetes, el abuso de alcohol, drogas y enfermedades cardiacas.
En enero, me inscribí en el tratamiento con Wegovy a través de una farmacia acreditada del Reino Unido, y lo mantuve en secreto para todos, excepto mi esposa. No quería enfrentar el juicio de personas que podrían sentir que tomar estos medicamentos equivale a un atajo. Incluso soy un poco reacio a compartir mi historia ahora, sobre todo cuando algunas personas buscan provocar un pánico moral sobre estos medicamentos.
Si se pueden utilizar de forma segura y responsable, y si pueden ayudar a las personas a resolver sus problemas, entonces, por supuesto, distribuyan los medicamentos. Pero aquí el énfasis está en la forma “segura” y “responsable”.
Tomé mi primera dosis el 20 de febrero, pero no fue hasta la segunda, una semana después, que sentí los efectos. ¡De repente tuve autocontrol! Durante la noche, dejé de comer cuando estaba lleno y dejé de comer bocadillos entre comidas. Iba a cafeterías y simplemente bebía agua, en lugar de comer por obligación.
Pero a medida que pasaba el tiempo, comencé a sentir una picazón en la parte posterior del cerebro, y sin darme cuenta me volví cada vez más ansioso. Estaba irritable con colegas y familiares y comencé a tomar incluso los comentarios más inocentes como un insulto personal. Estuve dando vueltas durante horas por un correo electrónico que no me involucraba en absoluto y tenía miedo de alguna humillación pública imaginada.
No mucho después, dejé de disfrutar las cosas. Iba a eventos de comedia y me sentaba allí sin la menor sonrisa. Detestaba salir a caminar bajo el sol o pasar tiempo con amigos. La paranoia y la ansiedad se intensificaban cuanto más tiempo pasaba en el tratamiento y comencé a obsesionarme con las catástrofes. Me trastornaba la muerte de mis hijos, la pérdida de nuestra casa, el abandono de mi esposa… y estaba convencido de que todo eso iba a suceder pronto.
Seis semanas después, comencé a llorar, y una vez que lo hice, no paré, le gritaba a mi familia y luego rompía en llanto. Los culpaba por mi miseria y luego lloraba sabiendo que pronto me abandonarían o fallecerían. Dejé de comer y pasé día tras día tirado en el suelo, y la mayoría de mis sesiones de llanto duraban 90 minutos sin parar.
A mi peso le fue de maravilla, por supuesto, ya que de 110 kg al principio de mi proceso bajé a 85 kg en mayo. Pero el precio fue que no quería salir y lucir mi nueva figura, y pasaba la mayor parte del tiempo simplemente acostado en la cama. Me iba a dormir cada vez más temprano, rezando todas las noches para que mi corazón dejara de latir mientras dormía y finalmente terminara con mi miseria y la de quienes me rodeaban.
Un sábado por la mañana, después de una sesión de llanto particularmente agonizante de 90 minutos, mi esposa leyó el folleto de información para el paciente del fármaco y sintió curiosidad por saber si los problemas de salud mental figuraban como un efecto secundario en particular. Pero si bien se mencionan la depresión y la ideación suicida en el documento de EE.UU., la versión del Reino Unido los omite, por lo que seguí con las inyecciones durante un mes más.
Seguí adentrándome en un pozo, sintiendo cada vez más como si mi vida no pudiera llegar a su fin lo suficientemente rápido y fuera incapaz de funcionar en el trabajo o en mi vida familiar. Hasta que alguien muy querido para mí me dijo que nunca volvería a hablarme fue que comencé a mirar las anotaciones de mi diario. A pesar de mi malestar, pude notar que las sensaciones comenzaron a aparecer con las inyecciones.
A la mañana siguiente, envié un correo electrónico a la farmacia para informarles que necesitaba suspender el tratamiento y por qué. En cuestión de minutos, recibí una llamada telefónica de pánico de la médica de planta que había visto mi nota y me dijo: “Detente. Detente ahora”. Añadió que había visto a otras personas que habían sufrido estos síntomas de manera similar, aunque lo sabía por anécdotas.
Los reguladores sanitarios estadounidenses y europeos determinaron que estos medicamentos son seguros, pero cada vez hay más datos recopilados a través de anécdotas que sugieren que los impactos en la salud mental no son tan raros como se cree. En EE.UU., hay mucho debate sobre la “personalidad por el consumo de Ozempic”, ya que el medicamento para bajar de peso provoca cada vez más casos de depresión y ansiedad.
Si hay motivos para ser optimista, es que la Agencia Reguladora de Medicamentos y Productos Sanitarios (MHRA) del Reino Unido me informó que está revisando los datos de seguridad de este tipo de medicamentos. Un portavoz no pudo hacer comentarios directamente, ya que el Reino Unido se encuentra en un periodo preelectoral, pero la agencia recomienda de manera más general a los usuarios que informen los efectos secundarios sospechosos a través del Formulario de Tarjeta Amarilla.
Llevo casi dos meses sin el medicamento y los síntomas han disminuido a medida que vuelvo a algo cercano a la normalidad. Sin embargo, el daño que esta terrible experiencia ha causado en mi vida personal y profesional es suficiente para que sienta el deber moral de compartir mi historia. Si te administras este fármaco y de repente comienzas a sentir que no hay esperanza en tu vida, suspéndelo en este momento.
Si sientes angustia o te está costando trabajo salir adelante, puedes hablar con los Samaritans, en confianza, llamando al 116 123 (Reino Unido e Irlanda), enviando un correo electrónico a jo@samaritans.org, o visitando el sitio web de los Samaritans para encontrar los detalles de su sucursal más cercana.
Si vives en Estados Unidos y tú o alguien que conoces necesita asistencia en salud mental en este momento, llama a la Línea Nacional de Prevención del Suicidio y Crisis al 1-800-273-TALK (8255). Es un teléfono para casos de crisis gratuito y confidencial que está a disposición de todo el mundo las 24 horas del día, los siete días de la semana.
Si estás en otro país, puedes visitar a www.befrienders.org para encontrar la línea de ayuda más cercana.
Traducción de Michelle Padilla