Enero, el inicio de año más sangriento de Ecuador y prólogo de elecciones que miden lucha de Noboa
Se presentó en televisión nacional con un chaleco antibalas para debatir frente a otros siete aspirantes a presidente. Unos días después ganaba las elecciones y durante un año y cuatro meses ha hecho de la “mano dura” su política para un Ecuador que vive una crisis de seguridad.
Es Daniel Noboa y el domingo busca reelegirse en un país que aún está lejos de superar la situación de violencia, y una muestra fue enero de 2025, que se volvió el inicio de año más sangriento desde que hay registro.
Los asesinatos sumaron 731 en enero, según las cifras oficiales, y devuelve las estadísticas a niveles del segundo semestre de 2023, el año más violento de la historia de Ecuador. Pero respecto al mismo mes, el de 2025 ha sido el peor enero: en el de 2024 hubo 493 homicidios; en 2023, 529; en 2022, 318, y 119 en 2021.
El gobierno de Noboa ha sostenido durante la campaña electoral que los crímenes descendieron en 2024, lo cual es correcto a nivel nacional: el año pasado hubo 8.248 mientras en 2023 fueron 6.987, según estadísticas del Ministerio de Interior.
Sin embargo, cuando el lente se enfoca en zonas específicas y consideradas “calientes” por las propias autoridades, la situación es distinta. Como en Guayaquil, la segunda ciudad más importante del país, donde la espiral de sangre sigue desbocada.
De los crímenes de enero, la policía registra que 244 se dieron precisamente en esa ciudad costera y sus alrededores, lo que representa un 36% más que las 179 de enero de 2024.
La violencia en Ecuador se disparó hace cuatro años en consonancia con la expansión de las bandas criminales locales y de sus conexiones con cárteles mexicanos y organizaciones europeas para mover la droga que pasaba por el país. Ecuador está acorralado geográficamente por los dos mayores productores de cocaína del mundo según la ONU: Colombia y Perú.
Y las operaciones criminales pasan por lugares como Guayaquil y sus alrededores, que han visto un repunte de la violencia y un aumento de masacres.
Un punto clave es Durán, el municipio vecino a Guayaquil, y que según las autoridades es utilizado como bodega de la droga antes de salir por los puertos. También es un termómetro de cuánto han calado las bandas criminales en el país.
El coronel Roberto Santamaría, comandante de la policía de Durán, reconoce que hay una tendencia al alza de homicidios múltiples —de dos o más personas— en un mismo evento. ¿La explicación? Dice que hay un cruce de ataques para acabar con los líderes de dos bandas rivales en su sector, mientras un grupo con presencia nacional pelea por ampliar su participación en el negocio y todo eso se traduce en enfrentamientos y asesinatos.
El miedo entra en la papeleta de votación
El problema de los ecuatorianos no es sólo de narcotráfico y de rivalidad entre criminales. De esa confrontación han brotado otros delitos violentos que han permeado a la sociedad común e incorporado al miedo entre los condicionantes con los que los ecuatorianos irán a las urnas. Por ejemplo, la extorsión a manos de bandas.
“No hay trabajo y además hasta a los pobres nos extorsionan," cuenta resignado Richard Piedra, pintor de de 30 años. "Mi esposa trabaja como empleada doméstica, yo pinto casas y los delincuentes tocan la puerta y nos exigen dar cinco dólares semanales. ¿Qué presidente va a solucionar esto? Ninguno”.
Los políticos, sigue Richard, “viven en una burbuja, no saben lo que es vivir con el amén en la boca”.
Dos abuelitos de casi 90 años que vivían en Las Malvinas llevan seis meses rotando por las casas de varios familiares desde que recibieron un panfleto exigiéndoles 20.000 dólares bajo amenaza de muerte porque dos de sus hijos son abogados. Pagaron 10.000 dólares pero aún tienen que esconderse. Se sienten encerrados.
Las Malvinas es el mismo vecindario de Guayaquil en el que cuatro menores fueron detenidos en diciembre por soldados —ahora bajo proceso— y encontrados 16 días después incinerados cerca de una base militar fuera de Guayaquil. Cerca de allí, una vendedora de repuestos de motocicleta denunció en la Fiscalía que era víctima de extorsión —le exigieron un pago inicial de 8.000 dólares más 800 adicionales por mes— y el mismo día de la denuncia su casa fue baleada.
El miedo se quedó con ella. No entiende cómo se enteraron de que fue a denunciar. Ni ella ni los demás ciudadanos que cuentan cómo han chocado con el mundo criminal se atreven a que sus nombres sean publicados.
Noboa, millonario e hijo del dueño de uno de los conglomerados empresariales del país, ha sembrado su campaña repartiendo figuras de cartón con su imagen. Se ven en las ventanas de los barrios populares, en las camisetas de empleados en urbanizaciones adineradas, en los carteles electorales de las carreteras y calles de todo el país.
Las encuestas las encabezan el presidente y Luisa González, la candidata de la Revolución Ciudadana que llega a sus segundas elecciones apadrinada por el expresidente Rafael Correa. En 2023 perdió precisamente contra Noboa. Ninguno apunta a tener los porcentajes necesarios para evitar una segunda vuelta.
Hay otros 14 candidatos con casi nulas opciones. Todos han aludido a la necesidad de un plan de seguridad para el país que dé resultados.
“Una cara, por más que sea de una o de un guapo, no es lo que va a solucionar el nivel de inseguridad que hay en Ecuador y en especial en Guayaquil”, dice desde un barrio considerado peligroso al sur de la ciudad Karina Riofrío, licenciada en Educación de 50 años.
En poco más de un año de gobierno de Noboa, el presidente ha declarado que en el país hay un “conflicto armado interno”, una figura que le permitió movilizar a los militares en tareas de seguridad propias de la policía, como el patrullaje de calles o la supervisión de las cárceles. También subió el impuesto al consumo para destinar más recursos a la lucha contra el crimen. La oposición, sin embargo, lo cuestiona por los difusos efectos de su plan.
En algunas zonas muy conflictivas de Ecuador aún rige un toque de queda nocturno después de la medianoche. Pero eso tampoco ha frenado la acción delictiva. Los crímenes y los secuestros ocurren a plena luz del sol.
Vecinos secuestrados en zonas residenciales
The Associated Press tuvo acceso a grabaciones de las cámaras de seguridad que captaron en Guayaquil crudos episodios de violencia contra ciudadanos de a pie: en medio de una transitada vía, un hombre vestido de blanco cruza la calle cuando se le atraviesa un pistolero. Le dispara al paso de un autobús y queda rendido entre la acera y el asfalto de la carretera mientras siguen pasando los coches. El asesino y un compinche se marchan a pie. Fue hace poco más de dos semanas, el 18 de enero a las 16:38 de la tarde en la Entrada de la 8, un zona muy conocida por sus niveles de riesgo.
Apenas ocho días antes de las elecciones, el pasado 1 de febrero a las 14:05, en una zona residencial acaudalada de la misma ciudad, por el Portón de Las Lomas, dos personas en moto que simulaban ser policías detienen un vehículo. De otro auto rojo, que se detiene delante, salen cuatro hombres armados. Dos coches más impiden la huida por la retaguardia. Extraen al conductor y se lo llevan. Hoy sigue secuestrado. Le cortaron una oreja y pidieron un millón de dólares por él. Las autoridades presumen que ya está muerto.
“Mija, por ahí no vaya”, advierte una señora, vecina del Cerro Santa Ana, una barriada de asentamientos pintados de colores en un cerro que adorna la postal típica de Guayaquil. “Aquí asaltan y si no se deja, sí hay violencia”, insiste para que los periodistas avancen en su recorrido. Apenas unos metros bajando la calle, está una de las zonas turísticas de la ciudad que, en su momento, también era un punto de ocio nocturno con varios locales de salsa.
En Las Peñas, ese resquicio turístico en medio del colorido pero peligroso cerro al borde del río Guayas, ya no hay tanto negocio. “Algunos moradores se han ido”, reconoce Bolívar García, de 34 años, desde la tiendita instalada en la puerta de su casa en la que vende refrescos o cigarrillos.
Vive ahí de siempre y recalca que en el último año no ha habido ni un asalto en esas famosas escalinatas, pero sabe que la gente sale aún con temor por más anuncios que haga el gobierno. “Prometen, prometen y luego se olvidan”, confiesa sobre su desafección por los políticos.
El temor por la violencia se extiende por todos lados. En una escuela de la conflictiva zona de Socio Vivienda 1 han enseñado a los niños el protocolo de actuación cuando suenen disparos, de la misma forma que aprenden a evacuar ante terremotos. Deben tirarse al suelo y protegerse con las mesas y bancas.
El cuartel policial que está enfrente de la escuela fue tiroteado en octubre de 2022 donde murió una mujer policía. Por suerte, la comunidad ha conseguido acordar con el líder de la banda que controla ese sector que haya respeto al entorno educativo y su personal.
“En las otras etapas de Socio Vivienda están peor”, admite uno de los profesores, quien como casi todos también se niega a dar su nombre. El miedo se ha vuelto el vecino de todos.