“Acabar con el hambre”: Lula promete responsabilidad social, fiscal y ambiental
Lula da Silva combatió la dictadura militar de la que Bolsonaro es nostálgico y defensor. De formación sindicalista, el presidente electo fundó el Partido de los Trabajadores y ha ganado por tercera vez la presidencia de Brasil
Medio ambiente, desigualdad social y salud pública son algunos de los rubros en los que, en campaña, Lula Da Silva se comprometió a ejercer acciones. ¿Cuáles fueron las promesas que llevaron a poco más del 50% de la población a darle la tercera victoria al candidato de izquierda en unas presidenciales?
“Un país con democracia, sin armas, donde el amor prevalece ante el odio”, dice el entonces candidato del PT (Partido de los Trabajadores) en uno de sus promocionales.
A pesar de que Jair Bolsonaro, conocido en los medios como el “Trump de los trópicos” que buscaba la reelección, contaba con apoyo de figuras populares como Neymar Jr. y de varios líderes evangélicos, que tienen una gran fuerza entre el electorado, alrededor de 60 millones de personas eligieron un gobierno de izquierda luego de una gestión que dejó 700.000 muertos en la pandemia de covid-19, una deforestación voraz de la Amazonia, y la inflación en niveles no vistos en décadas.
Lula, trae bajo el brazo lo que llamó su Programa de Reconstrucción y Transformación de Brasil, en el que el desarrollo económico sustentable, la estabilidad, la creación de empleos y las inversiones en infraestructura y vivienda tienen el peso mayor.
"Que cada brasileño pueda desayunar, almorzar y cenar cada día", ha dicho Lula que llega acompañado de su tercera esposa, Rosangela “Janja” Silva, de 55 años.
Combatir el hambre, que está en niveles similares a los de los años 90 y afecta a aproximadamente a 33 millones de brasileños, es la prioridad número uno para quien, con 77 años, dirigirá al país más grande de América Latina.
“El pueblo brasileño quiere vivir bien, comer bien. Quiere un buen empleo, un salario ajustado por encima de la inflación. Quiere salud y educación pública de calidad”, dijo Lula.
El hoy presidente electo, propuso impulsar una economía solidaria, incluida un alza al salario mínimo y la reindustrialización con sustentabilidad ambiental. Además, promete volver a los días de crecimiento económico y baja en la pobreza que hubo en su primer periodo de gobierno, hace más de una década.
Durante sus dos primeras gestiones, Lula consiguió una gestión liberal que resultó en un crecimiento económico del 4% y una reducción en el desempleo al 4%.
Lula después de un negacionista del calentamiento global
Luego de que la deforestación en el Amazonas alcanzara niveles críticos durante los últimos cuatro años que gobernó Bolsonaro, un negacionista del calentamiento global, y de que Brasil ostentó el récord en asesinatos de ambientalistas e indígenas protectores de la selva, Lula asegura que es “imperativo” poner fin a la deforestación, así como combatir la minería ilegal regulando al sector.
Brasil es uno de los países con mayor biodiversidad del mundo y Lula asegura que “tiene todo para ser una gran potencia ambiental”, por lo que la agenda verde del líder del PT será un “elemento central en la política exterior, porque de la cuestión climática depende la supervivencia del planeta”.
Según la ecologista y fundadora del partido Red Sustentabilidad, Marina Silva, quien acompañó a Lula en la campaña, la política ambiental será “transversal”, tendrá “cero tolerancia” a la deforestación e impulsará metas climáticas ambiciosas.
A pesar de alejarse de Luiz Inácio cuando su visión ecologista se enfrentó con el modelo desarrollista de Dilma Rousseff, Marina dijo que la amenaza que representa Bolsonaro para Brasil y para el mundo la llevó a reconciliarse con él y dejar atrás las diferencias, para atraer a parte del voto evangélico, como integrante de la Asamblea de Dios, la mayor iglesia evangélica del país.
Lula también propuso dar mayor visibilidad y espacios a las mujeres, a los jóvenes negros y a las minorías LGBTQ+, priorizando la prevención, investigación y persecución de los delitos y la violencia contra ellas. Un enorme giro de las políticas conservadoras y las posturas homofóbicas de Bolsonaro.
A pesar de los actos de corrupción que lo mantuvieron en prisión varios años, Lula fue la opción ante los temores de una escalada autoritaria por parte del presidente Jair Bolsonaro, capitán retirado del Ejército, quien durante su gestión entregó a las Fuerzas Armadas puestos clave del gobierno, tal como el Ministerio de Salud en plena pandemia.
Además, Brasil atravesó por una de las peores crisis económicas y Da Silva prometió a los sectores más pobres mayor atención y prosperidad para los próximos años. La promesa de revertir el daño de las políticas neoliberales de Bolsonaro y atender a los jóvenes, será una de las difíciles de cumplir ante un escenario económico mundial complicado que amenaza con extender la ralentización durante, por lo menos, un año.
En este sentido, Lula asegura que Brasil volverá a ser líder mundial, como durante sus dos primeros mandatos, impulsando la unificación de la región a través del Mercosur, Unasur y la Celac, así como del grupo de los BRICS.
Los retos de Luiz Inácio
“Me considero un ciudadano que ha vivido un proceso de resurrección. Me intentaron enterrar vivo y aquí estoy”, dijo el domingo en una sala de prensa abarrotada.
Ganar la presidencia era importante, sin embargo, en esta tercera ocasión, el presidente tendrá que gobernar para el país completo, incluyendo la mitad que votó por Bolsonaro y que no está contento con el resultado.
También tendrá que enfrentarse a la presencia del PL (Partido Liberal), al que pertenece Bolsonaro, en Sao Paulo, el estado más rico de Brasil, que será gobernado por Tarcísio Gomes Freitas; así como en el Congreso, en donde el partido de corte conservador tendrá la mayor bancada de la Cámara de Diputados, con 99 escaños, es decir, uno de cada cinco.
“Enfrentamos la máquina del Estado, colocada al servicio del candidato para evitar que ganáramos”, dijo en su discurso refiriéndose a los apoyos sociales que el gobierno de Bolsonaro anunció en meses previos para tratar de tener una ventaja en las encuestas y en las urnas.
Otro de los obstáculos que enfrentará Lula serán los más de 65 millones de brasileños, es decir, un tercio de la población, que se consideran evangélicos y que representaron el 65% de los votos que Bolsonaro tuvo en la primera vuelta.
Lula se acercó a este sector, conservador y en contra de los derechos de las mujeres y las minorías, con una carta en la que prometió no cerrar iglesias, como pronosticó Bolsonaro que pasaría.
A partir del 1 de enero de 2023, el presidente deberá espantar a un fantasma que lo persigue desde hace años, la corrupción. En 2005, un escándalo de sobornos parlamentarios llevó a la cárcel a 25 personas, incluyendo varias de su entorno más íntimo y aunque no impidió su reelección, fue la primera piedra de lo que significaría, diez años después, la destitución de Dilma Rousseff, su sucesora y primera presidenta de Brasil, así como el enjuiciamiento en encarcelamiento durante 580 días de quien, de todas formas, nunca dejó de ser líder moral del PT.
Los procesos contra Lula fueron anulados por una infinidad de errores procesales. Recuperó entonces sus derechos políticos y su imagen de "paz y amor" para derrotar al líder de la ultraderecha.