Proyecto "Espejo", un semillero de bailarines que busca preservar cultura musical en Cuba
El legendario Tropicana con sus fastuosos espectáculos de cabaret sigue atrayendo a turistas de todo el mundo. Escultóricos bailarines, hombres y mujeres, con diminutos trajes de lentejuelas suelen levantar aplausos al son de una rumba en las cálidas noches habaneras.
Pero en una reciente tarde de domingo, la coreografía arriba del escenario corrió a cargo de una docena de niñas vestidas con una sencilla playera blanca y pantalones deportivos.
Sus maestros Miguel Ángel Herrera y Karelys Noa las trajeron para bailar una coreografía que mezcla son y mambo en un homenaje al gran cantautor cubano Benny Moré.
Los instructores saben que muchas de sus discípulas no llegarán a ser profesionales de la danza, pero esperan que las horas invertidas en su formación puedan ayudar a preservar su cariño por la cultura de la isla y contrarrestar el fuerte avance de géneros extranjeros, como el globalmente popular reguetón.
Precisamente en los últimos años el reguetón se extendió por toda Cuba, y muchos consideran que ese género --con sus letras subidas de tono y su base repetitiva que lleva al meneo-- de alguna manera está desplazando en el gusto por la sensual salsa o el cadencioso son típico isleño.
Hace tres años y con este objetivo, Noa, una instructora de arte, y su colega Fernández crearon el proyecto comunitario “Espejo”, en el municipio de San Miguel del Padrón, en las afueras de La Habana, y a donde muchos jóvenes por la lejanía no tienen opciones para la recreación o la posibilidad de asistir a espectáculos.
En una reciente visita de The Associated Press a la sede del proyecto, posterior a la presentación de la agrupación en Tropicana, se constató cómo se forman a los jóvenes para rescatar el gusto por los bailes esencialmente cubanos.
“Es difícil defender nuestra cultura... mis raíces, mi baile popular; mi baile yoruba está en la sangre, somos cubanos”, afirmó a la AP la profesora en una pausa durante el entrenamiento en el local estatal en San Miguel del Padrón que usa el grupo.
“Hay que bailar pilón —un género bailable cubano que debe su nombre al movimiento de los brazos de los danzarines quienes simulan moler café—, bailar salsa, identificarse con lo nuestro y después entonces vamos a lo que está más allá”, agrega.
La docente aclaró varias veces que no desestima los ritmos foráneos o en concreto el reguetón, pero lamentó que se imponga como único.
Una de las tradiciones más arraigas de Cuba y de la que sus ciudadanos se sienten más orgullosos son su música y bailes asociados, una mezcla de su legado africano, español y chino que logró tener identidad propia expresando su natural afabilidad, su carisma y picardía criolla.
Pero en los últimos años junto con la globalización que llegó a Cuba en parte por el acceso masivo a internet, el reguetón alcanzó una alta popularidad, como ocurre en otros países.
“A lo mejor muchos de ellos (los discípulos) no salen bailarines, pero van a llevarse el concepto de lo que son nuestras danzas populares cubanas”, comentó, por su parte, el profesor y también coreógrafo Herrera.
Por ahora el grupo tiene unas 30 niñas y aunque los varones son bienvenidos, en esta temporada no cuentan con ninguno.
Del municipio recibieron el apoyo el local de ensayo, una construcción amplia con una estatua del prócer José Martí que da a la calle y un gran patio cercado por frondosos árboles.
Los padres pagan una colegiatura de 700 pesos cubanos (29 dólares al cambio oficial) mensuales, una cifra importante para las familias más humildes y que hacen proezas para conseguir zapatos y vestuario adecuado o el transporte para algunas presentaciones especiales.
Maylen Ricardo, un ama de casa de 45 años y mamá de Daylen de 11, una de las niñas más grandes del grupo, dijo que se siente feliz con el proyecto porque inculca en su hija disciplina y la sensibilidad.
“Ella lo lleva en la sangre, le fascina”, afirmó.
El programa se organizó con una asistencia de tres veces a la semana a partir de las cinco de la tarde y reciben una sesión de flamenco –que ayuda a la elongación--, y dos de bailes populares sea de técnicas o montando coreografías.
Durante la visita de la AP, las niñas se veían muy serias durante la parte del ritmo español y algunas hasta se distraían, pero cuando el maestro Herrera les dio un recreo y las llamó para bailar pilón y mambo todas dieron saltos y gritos de alegría. Ninguna equivocó los pasos.
De regreso en Tropicana, los propios profesionales destacaron el valor que tiene la formación desde las más tiernas edades y el legado cultural.
“La música cubana desde principios del siglo XX ha sido un paradigma para otros músicas y naciones”, refirió el director artístico del afamado cabaret, Juan Armando Pérez. “Hay muchas identidades musicalmente hablando en el mundo, está la de Brasil con sus características, la afroamericana con sus características y está la cubana con sus raíces muy fuertes”, agregó.
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Andrea Rodríguez está en Twitter como www.twitter.com/ARodriguezAP