Sequías, inundaciones e incertidumbre económica. Retratos del pueblo wayúu en el norte de Colombia

Ivan Valencia,Steven Grattan
Viernes, 21 de febrero de 2025 13:58 EST

El cambio climático está alterando rápidamente el modo de vida del pueblo indígena wayúu, un grupo indígena seminómada que vive en la árida región de La Guajira, que se extiende por el norte de Colombia y Venezuela.

Las prolongadas sequías, intensificadas por el cambio climático, han agravado la escasez de agua, poniendo a prueba el ya limitado acceso de los wayúu al agua potable y a los recursos para la ganadería y la agricultura. A medida que las lluvias se vuelven más irregulares, aumenta la inseguridad alimentaria, los cultivos se pierden y el ganado lucha por sobrevivir.

También aumentan los riesgos para la salud: las olas de calor incrementan la deshidratación y los fenómenos climáticos extremos provocan inundaciones y enfermedades transmitidas por el agua.

Su modo de vida también se ve amenazado por la construcción de parques eólicos por parte de empresas y gobiernos que quieren aprovechar el potencial eólico de la región.

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Gran parte de la población wayúu conserva formas de vida tradicionales, seminómadas, en “rancherías”, chozas con techo de paja, hechas de cactus secos y barro, y cría ganado vacuno y caprino. También tienen un sistema de gobierno tradicional y leyes basadas en sus prácticas culturales y espirituales.

El empeoramiento de las condiciones ha obligado a muchos wayúu a emigrar, ya sea a centros urbanos o a través de las fronteras, intensificando aún más sus dificultades socioeconómicas. Este desplazamiento amenaza sus medios de vida tradicionales de agricultura, pesca y pastoreo. Las repercusiones van más allá de la economía, ya que la identidad cultural de los wayúu, arraigada en su conexión espiritual con la tierra, también está en peligro.

Luciane Mengual, de 22 años, madre de dos hijos de la comunidad wayúu, vive con su madre, Nelly, de 47 años, en un asentamiento informal llamado Villa del Sur, a las afueras de Riohacha, en el norte de Colombia. La familia emigró desde Maracaibo, Venezuela, cerca de la frontera, en busca de mejores oportunidades ante las penurias económicas en Venezuela.

Su casa, construida con materiales de desecho como hojalata, madera y lona de plástico, se encuentra en una zona devastada recientemente por inundaciones extremas. La región de La Guajira, habitualmente seca, se ha visto afectada por inundaciones cada vez más frecuentes e intensas, que han sumergido viviendas improvisadas que carecen de servicios básicos como agua corriente o sistemas de alcantarillado. Los fuertes vientos, típicos de la zona, suelen arrancarles el tejado, amenazando aún más sus frágiles condiciones de vida.

Una familia indígena wayúu descansaba en un chinchorro, una cama tradicional tejida que muchos prefieren a los colchones. A diferencia de una hamaca normal, el chinchorro tiene un diseño cerrado y alargado, con lados que envuelven suavemente el cuerpo y ofrecen una sensación similar a la de un capullo. Los wayúu lo consideran más cómodo para dormir que una hamaca.

Esta familia, también formada por migrantes wayúu de Venezuela, vive en un asentamiento informal, justo al lado del aeropuerto de Riohacha. Su casa, sin agua corriente, es propensa a las graves inundaciones y al calor extremo que han asolado la región de La Guajira en los últimos años.

Rosa Elena González, de 45 años, es una mujer wayúu de Maracaibo, Venezuela. Lleva siete años viviendo en el barrio informal Somos Unidos de Maicao, Colombia, tras emigrar de Venezuela.

“Del aguacero, y a raíz de tanta lluvia, hubo enfermedades a los niños y a la tercera edad... la mayoría no tienen seguro social”, explicó.

“Hay algunas familias que tienen techo de bolsa, se le rompe la bolsa. En enero, la brisa fue un caos para todos, porque casi la mayoría se quedaron sin techo”.

Alfredo Atencio, de 69 años, es de la comunidad wayúu del lado colombiano de la frontera y vive en el barrio Amanecer de la Paz, en Maicao, con su hija y sus tres hijos. Su casa, construida con materiales reciclados y cubierta de zinc, carece de divisiones internas y dice que el fuerte viento y las inundaciones lo han impactado.

“La lluvia siempre es fuerte... pega duro a uno...el sol pega duro y el calor es duro”, dijo a The Associated Press.

Con la ayuda de un kit proporcionado por el Consejo Danés para los Refugiados, Atencio pudo ampliar su casa utilizando la madera y las planchas de cemento suministradas, con lo que mejoró notablemente el espacio en donde vive.

Kelmis María González, de 45 años, mujer wayúu y profesora de Mayapo, en la costa de La Guajira, vive con su hijo David. También está capacitada para enseñar sobre la “Madre Tierra”. González afirma que el cambio climático, impulsado por las actividades multinacionales, está afectando gravemente al pueblo wayúu, en especial a los pescadores tradicionales conocidos como apalaanchi. La erosión costera está destruyendo rápidamente el litoral y los manglares de su comunidad, y señala a la producción de gas en alta mar, visible en la distancia, como uno de los principales responsables.

“Es una crisis territorial, climática y nos afecta a nosotros como pueblo desde la parte espiritual”, declaró a la AP. “Por nuestra convivencia con la naturaleza como pueblo. Somos wayúu y nuestra cosmovisión hace de que el mar es nuestra abuela ancestral y de ella vivimos porque ella nos entrega la alimentación, somos recíprocos con ella, entonces ella también nos cobra, nos dice de que la estamos afectando”.

González culpa a aquellas culturas que le apuestan a lo que consideran que sea el progreso, especialmente a través de la explotación de los recursos naturales.

En el remoto Cabo de la Vela, corazón del pueblo wayúu, Luis Arturo Barliza, de 48 años, representa a la pequeña comunidad de Casa Eléctrica, donde se ha propuesto construir un parque eólico.

Varios proyectos de parques eólicos en La Guajira están actualmente en suspenso mientras las comunidades wayúu luchan por llegar a un consenso sobre cómo deben proceder estos proyectos y qué beneficios recibirán. Aunque Barliza no se opone a los parques eólicos y ha firmado acuerdos para permitir la instalación de turbinas en sus tierras, muchos miembros de su comunidad, e incluso su familia, rechazan vehementemente a las empresas que están detrás de los proyectos.

“Es bien complejo llegar a un acuerdo, bien complejo”, dijo Barliza, reconociendo que las comunidades wayúu tienen líderes y perspectivas diferentes sobre el tema. Más de 50 proyectos de parques eólicos siguen en suspenso debido a la resistencia del pueblo wayúu, según Indepaz, un centro de estudios con sede en Bogotá.

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Este despacho forma parte de una serie que explora la manera en que las tribus y comunidades indígenas están lidiando y combatiendo el cambio climático.

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La cobertura climática y ambiental de The Associated Press recibe apoyo financiero de múltiples fundaciones privadas. La AP es la única responsable de todo el contenido. Encuentra los estándares de la AP para trabajar con organizaciones filantrópicas, una lista de las fundaciones y las áreas de cobertura que financian en AP.org.

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Esta historia fue traducida del inglés por un editor de AP con la ayuda de una herramienta de inteligencia artificial generativa.

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