Tras una vida para lograrla, Jane Schoenbrun estrena “I Saw the TV Glow”
La cineasta Jane Schoenbrun camina por un sendero en el cementerio Green-wood en Brooklyn, buscando el estanque junto al que se sentó mientras trabajaba en el guion de la película “I Saw the TV Glow”.
Los panteones no suelen ser un lugar favorito para entrevistas, pero el lugar tiene un significado particular para Schoenbrun. Construido en la década de 1830 en una ladera con vistas al puerto de Nueva York, en Green-wood están enterrados Leonard Bernstein, Boss Tweed y Jean-Michel Basquiat. Pero también fue un santuario rural para los neoyorquinos antes de que se construyeran parques. La gente solía hacer picnic aquí.
“Es increíble que esté aquí”, dice Schoenbrun, sonriendo bajo un cielo nublado de primavera. “El nivel de aislamiento en comparación con todo lo que lo rodea es una locura”.
Para Schoenbrun, el atractivo no son las famosas tumbas. La cineasta, que en inglés utiliza el pronombre “they”, equivalente al “elle” del castellano, para referirse a sí misma, considera este bosque un refugio seguro para la reflexión y la transformación. En su primer año tomando hormonas, Schoenbrun se reunía aquí con amigos que, mientras descansaban en una colina, le tomaban fotografías para capturar su evolución física. El primer encuentro en persona de Schoenbrun con Brigette Lundy-Paine, una de las estrellas de “I Saw the TV Glow”, fue aquí.
Schoenbrun escribió la película a finales de 2020, apenas unos meses después comenzar su transición. En ese momento tenso, el guion surgió como una carrera maníaca.
“Recuerdo que salí tambaleándome de mi habitación después de terminarlo y me acerqué a mi pareja y le dije: ‘No puedo hacer esto muchas veces’, el nivel de derramar mis entrañas en la página”, dice Schoenbrun.
En el momento en que “I Saw the TV Glow” se acercaba a su producción, Schoenbrun ya no estaba en el mismo espacio mental. Regresó a Green-wood para hacer esbozos y reavivar el “terror de la transición temprana” que ya había pasado desde entonces.
“Estaba enamorándome. Estaba teniendo una sensación más consistente de comodidad en mi cuerpo de una manera que nunca había tenido”, dice Schoenbrun. “Y yo estaba como, ‘(Improperio), estoy a punto de hacer esta película de trauma’”.
“I Saw the TV Glow”, que A24 estrena en cines el viernes, ha sido aclamada desde su debut en el Festival de Cine de Sundance como un psicodrama muy intenso sobre el autodescubrimiento. En los suburbios de la década de 1990, un torpe solitario llamado Owen (Justice Smith) se encuentra con Maddie (Lundy-Paine), una estudiante de secundaria mayor genial y aguda que le presenta una serie de televisión al estilo de “Buffy the Vampire” (“Buffy la cazavampiros”) llamada “The Pink Opaque”. La serie es protagonizada por un par de mujeres jóvenes que luchan contra un villano sobrenatural llamado Mr. Melancholy.
Su obsesión con el programa, particularmente con Maddie, adquiere una cualidad febril. “The Pink Opaque” se convierte en algo así como un portal a otro yo más auténtico. “I Saw the TV Glow”, que irradia angustia adolescente y se agita con la disforia corporal, es para Schoenbrun una parábola del momento previo a la transición.
“De lo que creo que trata ‘TV Glow’ es del desagradable proceso de comprometerse a tirarse por un precipicio”, dice Schoenbrun. “Creo que la represión existe porque sabes que, si te liberas, va a haber consecuencias y tu vida tal como la conoces ya no va a ser así”.
“I Saw the TV Glow”, que se encuentra en ese precipicio del devenir, está en la punta de lanza de una nueva etapa para el cine trans. Películas como “The People’s Joker” de Vera Drew, “Orlando, My Political Biography” (“Orlando. Mi biografía política”) de Paul B. Preciado y “T-Blockers” de Alice Maio Mackay han creado nuevas formas e imágenes cinematográficas que reflejan de manera convincente la experiencia trans.
“I Saw the TV Glow”, sin embargo, ha sido defendida de manera única. El estudio independiente A24 la distribuye. Emma Stone es productora. Los coprotagonistas incluyen a Danielle Deadwyler, Phoebe Bridgers y Fred Durst. Todos ellos respondieron a la visión sin filtros de Schoenbrun.
“Sentí que venía de un lugar muy profundo en Jane. Pedía que se conectara con ello. Fue como una invitación”, dice Lundy-Paine. “Era como: ¿Vamos a tener alma por completo, mostrarnos completos? Y dijimos: ‘Sí’. Nos permitimos ir allí”.
Schoenbrun camina por los senderos zigzagueantes de Green-wood. Habla brillantemente, es autocrítica y perspicaz, particularmente sobre su propia historia de vida.
Tiene 37 años y creció en Ardsley, en el estado de Nueva York. Trabajaba en un cine local, pero lo que más le cautivó fueron las evoluciones de personajes de series como “Buffy the Vampire Slayer”. Antes de comenzar como cineasta, Schoenbrun escribía a menudo para Filmmaker Magazine. Recientemente, fue fotografiada para su portada.
Estuvo casada por una década antes de descubrir que era trans en abril de 2019 en un viaje de hongos cuando luchaba por escribir su debut cinematográfico, “We’re All Going to the World’s Fair” (“Todos vamos a la feria del mundo”), finalmente estrenado en Sundance de 2021.
“Realmente estaba tratando de averiguar por qué tenía tanta vergüenza de hacer mi propio arte. Ese era explícitamente el objetivo de ese viaje”, dice Schoenbrun. “Pensé: necesito averiguar por qué puedo tener un trabajo diario y trabajar muy duro para lo de otra persona, pero ¿por qué la idea de compartir y defender lo mío me parece horrible? La vergüenza de género internalizada fue donde llegué de una manera muy tortuosa”.
El género, la transición y el cine siguen estando conectados de forma innata para Schoenbrun. Sus gustos cinematográficos son amplios, pero tienden a, dice, películas que parecen imposibles y películas que sugieren nuevas posibilidades. Los dramas de Kelly Reichardt, el horror corporal de David Cronenberg y la extravagancia de “Freddy Got Fingered” de Tom Green son algunas de sus guías.
“¿Cómo el cine, cómo el arte sigue convirtiéndose en sí mismo cuando, esperamos, los seres humanos siguen haciendo lo mismo en sus formas incipientes, defectuosas y destructivas?”, dice Schoenbrun, sonriendo.
Smith, el actor de 28 años de “Dungeons & Dragons: Honor Among Thieves” y “The American Society of Magical Negroes”, se sintió atraído por la historia de Owen.
“Por lo general, a medida que los personajes envejecen, se vuelven más seguros de sí mismos. Este personaje se vuelve menos”, dice Smith. “Fue una de las primeras películas en las que pensé: ‘Realmente tengo que soltar’. Estaba teniendo esta experiencia paralela al personaje que se resistía tanto a aceptarse a sí mismo”.
En este momento Schoenbrun emerge como cineasta y como ellas misma. El estreno de “We’re All Going to the World’s Fair”, sobre un adolescente inmerso en un juego de rol de terror en internet, fue virtual. Pero seguía siendo lo más público que Schoenbrun había hecho desde su transición. “Eso fue protagonizar la obra de teatro de la escuela en ropa interior para mí”, dijo.
En ambos casos, la respuesta fue validadora. Eso no significa que no hubiera dificultades. Al caminar rodeada de tumbas, Schoenbrun comenta sobre la alta tasa de mortalidad de las personas transgénero.
“Existes en un espacio mucho más precario que antes”, dice. “El pasado está (grosería) por todo ese tiempo perdido y el futuro está (grosería) porque ya no puedes sentirte segura en la narrativa de ‘voy a ser abuela algún día’”.
Pero sería difícil ver en Schoenbrun otra cosa que no sea la liberación y la autorrealización ganada con tanto esfuerzo. Las puertas de la autoconciencia pueden estar abriéndose con un chirrido para Owen en “I Saw the TV Glow”, en el caso de su creadora las ha arrancado de sus bisagras.
“Han sido unos años increíblemente conmovedores, de sentir cosas por primera vez que conocía o había experimentado como un fantasma”, dice Schoenbrun. “A las personas trans les encanta ‘Under the Skin’ (Bajo la piel). Creo que eso se debe a la sensación de finalmente entrar en la raza humana, pero como este alienígena que experimenta cosas por primera vez”.
Un punto de vista externo, sin embargo, puede ser muy deseable, incluso necesario para una cineasta. A medida que nuestra ruta nos lleva de regreso a la puerta principal de Green-wood, Schoenbrun dice que ahora no se siente de 37 años, sino de 23.
“Es tan, tan increíblemente hermoso”, dice Schoenbrun, mirando hacia adelante. “Me muero de ganas de hacer una obra al respecto”.
___
Siga al periodista de AP Jake Coyle en: http://twitter.com/jakecoyleAP