La experiencia de Blake Lively evidencia la falta de límites de algunos hombres
Caroline Brown afirma que las condiciones planteadas por la actriz de ‘Gossip Girl’ son cuestiones básicas que deberían ser claras para todos. No corresponde a las mujeres tener que explicar qué conductas son inapropiadas
Noticias impactantes: la lista de condiciones que Blake Lively entregó a Justin Baldoni, coprotagonista y director de Romper el círculo, sobre su conducta en el set resulta aún más desalentadora de lo que parece.
Como parte de su demanda legal, en la que acusa a Baldoni de acoso sexual y de liderar una campaña para dañar su reputación (acusaciones que Baldoni niega), Blake Lively presentó una lista de condiciones. Entre los puntos más alarmantes se encuentran solicitudes como evitar hablar de “experiencias personales en las que no se dio consentimiento físico en encuentros sexuales”, “no hacer más referencias a sus propios genitales” y “no establecer contacto físico personal”.
Lo peor de esta situación es que parece un espejo de los tiempos actuales. Ninguna de las 30 condiciones, como “no mostrar videos de mujeres desnudas, incluida la esposa del productor”, o “no entrar al tráiler de Blake Lively mientras esté desnuda, bajo ninguna circunstancia”, debería haber tenido que ser dicha. Ni una sola.
Una queja recurrente entre algunos hombres es que las mujeres esperan que les adivinen el pensamiento.
¿Cómo van a saber, dicen, lo que está bien o lo que no? Quizás sería todo más fácil si no existieran áreas grises y nada quedara a interpretación. Tal vez, antes de cada encuentro, las mujeres deberían entregar una guía detallada sobre cómo quieren ser tratadas y qué límites no deben cruzarse.
Cuando mi hijo asistió a su primera fiesta de cumpleaños en la escuela, los padres nos quedamos en un rincón del salón mientras los niños jugaban y comían pastel. Apenas nos conocíamos más allá de los saludos en la entrada. Durante una charla con uno de ellos, me preguntó a qué me dedicaba. Al contarle que trabajaba como escritora para un periódico, no tardó en decir: “¿Escribes sobre sexo? ¡Seguro que sí! ¡Todo tiene que ver con eso! ¡Qué traviesa!”.
Si tan solo se me hubiera ocurrido repartir a cada hombre presente una hoja tamaño A4 que dijera: “No me hables de sexo en la fiesta de cumpleaños de un niño, especialmente si acaba de conocerme”, quizá me habría ahorrado una charla tan incómoda como absurda. Y, quién sabe, tal vez también habría evitado que, años después, cada vez que me lo encuentro, siga diciendo en voz alta: “¡Aquí viene la experta en sexo!”.
Que alguien haga un comentario fuera de lugar es un ejemplo mucho menos grave que lo que Blake Lively afirma haber sufrido. Aun así, demuestra que hay hombres que claramente no entienden dónde están los límites de lo que está bien y lo que no.
Incluso para una actriz de cine acostumbrada a imponer condiciones, debió ser difícil para Blake presentar esa lista, y leerla no deja de ser impactante.
Aunque suene extremo, es un reflejo de algo que muchas mujeres vivimos. Todo en esa lista debería ser de sentido común, pero cualquier mujer que ha recibido bromas inapropiadas, ha visto imágenes no pedidas o ha sido tocada sin su permiso sabe que no lo es. No conozco a ninguna mujer que no haya pasado por algo similar. Es más, la mayoría tiene varias historias que contar.
Hacer una lista así sería tan absurdo como tener que usar una camiseta que diga: “No me golpees”. Todos deberían saber que no se agrede a otra persona, así como los hombres deberían entender que no se hacen comentarios fuera de lugar, no se toca a las mujeres sin su consentimiento y no se convierten los espacios laborales en lugares tóxicos.
Lamentablemente, no es así. Las historias siguen apareciendo, una tras otra, como si no hubiera forma de detenerlas. Mientras los casos en sets de filmación con figuras famosas se convierten en noticias, los que suceden en oficinas, comercios, fábricas, hospitales y otros espacios laborales, donde hombres y mujeres comparten, apenas reciben atención.
Tener que hacer una lista de tus límites y repartirla a todos los hombres, solo porque algunos no saben comportarse, sería tedioso, molesto y absurdo. Sin embargo, la triste realidad es que tal vez podría ser más efectivo que el sistema actual.
Traducción de Leticia Zampedri