Al Detalle

Francisco era el papa del pueblo, y quien lo suceda debe continuar con su legado

Mientras los cardenales se preparan para elegir un nuevo papa, no deberían sustituir a un progresista por un conservador, y el sucesor de Francisco debería ser lo suficientemente audaz como para terminar lo que él empezó

Martes, 22 de abril de 2025 15:17 EDT
El papa Francisco fallece a los 88 años tras luchar contra una neumonía bilateral

Los católicos romanos de todo el mundo se alegraron cuando el papa Francisco celebró el Domingo de Resurrección bendiciendo a miles de personas reunidas en la Plaza de San Pedro del Vaticano y, después, realizó un recorrido sorpresa por la plaza en su papamóvil.

Aumentaron las esperanzas de que el Pontífice (88) se hubiera recuperado de la neumonía bilateral que lo había dejado al borde de la muerte. Sin embargo, trágicamente, su aparición adquirió un significado muy diferente hoy lunes, cuando el Vaticano anunció que había fallecido horas más tarde. Resulta sorprendente que un papa con un estado de salud tan frágil hiciera lo que quiso hacer durante un día tan simbólico.

Hasta el final de sus días, el papa Francisco fue fiel a las causas que convirtió en un sello distintivo de su papado, en particular, la difícil situación de los inmigrantes. En su tradicional mensaje urbi et orbi del domingo, leído en su nombre, lamentó el “desprecio” que “a veces se incita hacia los vulnerables, los marginados y los inmigrantes”. Lo hizo un día después de reunirse con J. D. Vance, vicepresidente de Estados Unidos y católico, con quien ya había discrepado públicamente sobre las políticas migratorias del Gobierno de Trump.

Otra causa que defendía era la lucha por el cambio climático. Estableció acertadamente el vínculo entre la amenaza que se cierne sobre el planeta, “la casa de todos”, y la emigración a gran escala que podría provocar, afirmando que los pobres son “los más afectados por la degradación medioambiental”, ya que a menudo subsisten gracias a la agricultura, la silvicultura y la pesca.

En su último mensaje, el papa Francisco también condenó la “deplorable situación humanitaria” de Gaza. Firme defensor de los derechos de los palestinos, habló regularmente durante el conflicto entre Hamás e Israel con el párroco de la Iglesia de la Sagrada Familia (“latina”) del territorio, donde miembros laicos daban cobijo tanto a musulmanes como a cristianos.

Francisco, un soplo de aire puro en la Iglesia católica, rechazó los símbolos del poder y, sin duda, fue un líder con calidez humana. La palabra “marginados” nunca faltaba en sus declaraciones públicas, y quienes no pertenecían a la Iglesia le reconocen el mérito de haberlos defendido, lo que ha provocado el antagonismo de sus oponentes conservadores dentro un movimiento muy dividido que no fue capaz de unir.

Una de sus intervenciones más conocidas en sus 12 años como pontífice fue su declaración de 2013, en la que aseguró que no se debe excluir a las personas homosexuales. “Si una persona es homosexual y busca a Dios y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla?”, expresó. Sin embargo, solo llegó hasta ahí; ya que reafirmó la postura de la Iglesia católica de que los actos homosexuales eran pecaminosos, y criticó “el lobby de [esa] orientación” (los gays). La bendición de las parejas del mismo sexo tardó otros 10 años, y el matrimonio gay sigue siendo tabú en el catolicismo.

Del mismo modo, el papa Francisco hizo un llamamiento para que las mujeres desempeñen un papel más importante en la Iglesia, y sostuvo: “No podemos limitar el papel de la mujer en la Iglesia a monaguilla o presidenta de una asociación benéfica”. Sí, promovió la elección de miembros laicos para los distintos cargos, pero, lamentablemente, la puerta a la elección de mujeres permaneció cerrada.

Su reputación de reformador progresista no se tradujo en una actuación decisiva respecto de la lucha contra los abusos sexuales a menores. Estos eran unos lentes a través de los cuales muchos no católicos verían a la Iglesia, aunque, como se demostró con la renuncia de Justin Welby como arzobispo de Canterbury por su respuesta a las acusaciones de abuso, la crisis no se limita a la Iglesia Católica. Los críticos del Papa Francisco afirman que no ha mostrado un liderazgo suficientemente fuerte y que ha protegido a clérigos que deberían haber sido despedidos.

Su sucesor será elegido ahora por hasta 138 cardenales, según el místico y altamente secreto proceso descrito en Cónclave, la película basada en el libro de Robert Harris. El papa argentino Francisco, el primer papa no europeo en 1.300 años, nombró muchos cardenales del “sur global” al que tanto apreciaba. Quizá el cónclave honre su legado eligiendo al primer papa afroamericano.

La Iglesia católica debería resistir a la tentación de hacer lo que la Iglesia de Inglaterra ha hecho en el pasado: jugar a la política del péndulo, sustituyendo a un progresista por un tradicionalista, o viceversa. El Papa Francisco fue un reformista, cuyos deseos se vieron frustrados por lo que podría llamarse el “Estado profundo” de los intereses conservadores establecidos en el Vaticano. Podría decirse que Francisco generó descontento tanto entre los progresistas, cuyas esperanzas de un mayor cambio se vieron suscitadas, pero defraudadas, como entre los conservadores, que sospechaban que tenía intenciones de ir más lejos de lo que admitió.

Por desgracia, su revolución no pudo concretarse, pero debería ser completada por su sucesor. Debería regirse por el principio rector del papa Francisco: la Iglesia debe aplicar el Evangelio al mundo actual.

Traducción de María Luz Avila

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