“Fui yo”: el giro no tan inesperado de la trama en el juicio de Wagatha Christie
Rebekah Vardy debe haber visto el momento venir en el horizonte como un tren en cuyas vías ha estado parada durante los últimos tres meses, pero se niega a apartarse de su camino
“Fui yo”. Son tres palabras “alborotadoras” en asuntos de esta naturaleza. En los dramas criminales y judiciales reales o ficticios, el momento de “fui yo” tiende a ser donde la trama comienza a resolverse.
Sin embargo, Rebekah Vardy, que se enfrenta a un segundo día completo de contrainterrogatorio en los Reales Tribunales de Justicia, debe haber sabido que el momento “fui yo” llegaría al menos desde febrero. Y lo que hace que las cosas sean aún más extrañas es que ella no es la acusada. Esta es una demanda por difamación que ella misma inició.
Ella está demandando a Coleen Rooney por atreverse a sugerir que fue ella [Rebekah] quien filtró varias noticias sobre Rooney al periódico The Sun (historias que Rooney inventó únicamente para detectar a la persona responsable, ganándose el ahora inquebrantable apodo de “Wagatha Christie”).
Vardy debe haber visto el momento venir en el horizonte como un tren en cuyas vías ha estado parada durante los últimos tres meses, pero se niega a apartarse de su camino.
Fue poco antes del almuerzo cuando llegó, cuando Vardy había realizado siete horas y media de interrogatorio, todo lo cual implica que ella haya podidio afirmar de manera creíble que nunca se confabularía con su agente para vender historias a The Sun. Se lo leyó el abogado de Rooney. Tres palabras simples. “Fui yo”.
Para ser claros, no fue Vardy quien dijo “fui yo”. Fue su agente, Caroline Watt. Aunque ese hecho casi hace que las cosas sean menos complicadas para ella.
Lamentablemente, el propio teléfono de Watt desapareció en las primeras etapas de este caso, cuando se cayó del costado de un bote y cayó al mar del Norte. La propia Watt ahora lamentablemente también desapareció, en el sentido de que fue considerada demasiado indispuesta para prestar testimonio en este juicio.
(En un momento, se le dijo a Vardy que era algo útil que los mensajes cruciales en el teléfono de Watt estuvieran ahora en el “casillero de Davy Jones”. Rebekah volteó hacia el juez para preguntar: “¿Quién es Davy Jones? No sé quién es”. La respuesta del juez, que fue “figurativo”, no pareció aclarar completamente el misterio).
De todas formas. Watt había dicho que “fui yo” para dejar en claro que Rooney se equivocó al pensar que alguien en quien “confiaba” estaba filtrando historias sobre ella a la prensa. Incorrecto porque no había sido Vardy, era simplemente su agente.
De esta distinción depende la defensa de Vardy (aunque una vez más debemos aclarar que ella no es la acusada, toda esta locura fue idea suya). Que Watt, quien tenía acceso a las cuentas de redes sociales de Vardy —o, si no era a las de ella, por algún proceso de alquimia digital— estaba contando historias obtenidas del Instagram privado de Rooney a los periodistas del periódico The Sun. Y que Vardy no tuvo nada que ver con eso.
Por lo tanto, es más que un poco inconveniente que Vardy haya tenido que pasar 10 horas insoportables en un estrado de testigos en los Reales Tribunales de Justicia. Ahí, se le leyó una serie interminable de mensajes de WhatsApp, todos ellos describiendo con gran detalle el grado en que ella y Watt parecen haber trabajado juntas para proporcionar historias a The Sun.
Cuando Rooney lanzó su polémico tuit hace casi tres años, inmediatamente fue anunciada como una investigadora privada incomparable. Había puesto historias completamente falsas en su Instagram, se aseguró de que solo una cuenta pudiera verlas (la cuenta de Vardy) y luego observó cómo estas historias llegaban a The Sun.
Pero este escándalo fue al menos igualado, si no es que superado, por el incidente igualmente escandaloso, anteriormente en este caso, donde una gran cantidad de mensajes de WhatsApp intercambiados entre Vardy y Watt se compartieron accidentalmente con el equipo legal de Rooney.
Las consecuencias de esa filtración accidental han sido bastante espectaculares. Ha llevado a incidentes como el de Vardy, sentada con cara de piedra en el estrado de los testigos, afirmando que una declaración jurada anterior proporcionada al tribunal no era deliberadamente falsa, sino que solo era inexacta porque no había leído los mensajes de WhatsApp en cuestión. Lo cual puede ser cierto. Tal vez ella no los había leído. Pero ella los escribió.
Para tratar de establecer el grado de contacto de Vardy con los periódicos, la corte se enteró de un incidente en un restaurante en la Copa del Mundo de Rusia en 2018. Vardy niega haber persuadido a un gran grupo de esposas de futbolistas ingleses para reunirse afuera de un restaurante para una fotografía. Supuestamente, ella había hecho arreglos para que se encontraran con un fotógrafo que debía estar escondido en los arbustos, pero que no había sido informado sobre un cambio de planes de última hora, por lo que estaba parado allí con su cámara bastante grande apagada, para disgusto del resto de su grupo.
Vardy niega que esto le haya causado “entrar en pánico”, pero también negó el porqué, si no estaba entrando en pánico por eso, envió un mensaje a su agente, Watt nuevamente, con la palabra “¡m****a!”.
También es crucial para el caso de Rooney que establezca que Vardy tuvo una larga y próspera relación con The Sun y con su reportero del mundo del espectáculo Andy Halls. Y es igualmente vital para el caso de Vardy que ella demuestre que no existió tal relación.
Y este es el caso que siguió presentando, incluso mientras se le mostró, por ejemplo, una fotografía de Instagram de ella misma, comiendo un kebab en el área de hospitalidad de The Sun en los Premios Nacionales de Televisión, por lo que agradece personalmente a Halls en el pie de foto adjunto. Al mismo tiempo, el tribunal la escuchó declarar que no sabía si él estaba allí ese día o no.
Su caso se basa en convencer a un juez de que nunca le enviaría un mensaje a Halls de The Sun con historias sobre otras personas. Y sus mensajes de WhatsApp a su agente incluyen frases como “le envié un mensaje a Halls”.
También está el hecho desafortunado de que, allá por 2019, cuando le respondió a Rooney afirmando que muchas personas tenían acceso a su cuenta y que podría haber sido cualquiera de ellas, sin darse cuenta, nos dejó ver detrás de la cortina del mago. Nos abrió la puerta a los mensajes de WhatsApp, una vez más con Watt, donde se elabora la respuesta, sin mencionar una defensa (sugerida por Watt), en la que podrían afirmar que ella abandonó la empresa y que alguien más se apoderó de su computadora portátil. Esta línea, explica Watt, solo debe usarse si todo se vuelve “innegablemente obvio” de que fue ella.
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Es importante recordar que, dado que se trata simplemente de un juicio por difamación civil, el juez tendrá que decidir si Vardy estuvo involucrada en la venta de estas historias a The Sun únicamente con base en el “cálculo de probabilidades” en lugar de “más allá de toda duda razonable”. Que es, en otras palabras, más probable que improbable que ella estuviera involucrada.
Todavía hay una posibilidad de que Vardy pueda ganar. El juez aún puede decidir que la evidencia en su contra no es lo suficientemente abrumadora. En ese momento, Vardy podría decidir presentar daños y perjuicios. Entonces dependerá del juez decidir cuánto dañó su reputación la sugerencia de que filtraría historias a la prensa. Después de todo, es algo bastante mezquino y sin tacto. Y si bien pueden decidir que no es seguro que ella filtró esta historia, los intrincados detalles de otros casos similares han quedado al descubierto, y son excepcionalmente feos.
Uno busca esa metáfora con gran desgana, pero si acusaras erróneamente a Harold Shipman de matar a tu abuela, él podría tener un caso de difamación, pero no habría sido del todo fácil para él sugerir que tu escandalosa sugerencia había dejado su reputación por los suelos.
El caso continúa.