Venezolanos en el centro del debate migratorio en EEUU: “No migramos porque queremos”

Lo que hoy es un debate constante de campaña tiene, de alguna manera, su génesis en aquel momento en el que gobernadores republicanos tuvieron el gesto de enviar a los migrantes masivamente a ciudades demócratas enviando un mensaje: si estaban a favor de una inmigración permisiva, debían encargarse de sus consecuencias, escribe Lucía Cholakian Herrera

Martes, 12 de noviembre de 2024 16:45 EST
REP-INM MÉXICO-EEUU-VENEZUELA MIGRANTES
REP-INM MÉXICO-EEUU-VENEZUELA MIGRANTES (AP)

La migración de los últimos años es un tema crucial en las elecciones presidenciales en Estados Unidos, un tema de campaña que se amplificó cada vez más y ocupa hoy un lugar protagónico en los discursos, sobre todo, del expresidente Donald Trump. Y en esa batalla retórica, la ciudad de Nueva York juega un rol fundamental.

En 2022, cuando la migración de Venezuela hacia Estados Unidos aumentó en niveles exponenciales por la situación política y económica del país, Nueva York recibió a más de 130.000 migrantes venezolanos en pocos meses. Al ver que aumentaban los cruces fronterizos, los gobernadores de Texas y Arizona tomaron la política de enviar a los migrantes en buses desde sus estados, más conservadores, hacia ‘ciudades santuario’, como se conoce a aquellas que tienen una política más benévola con la recepción de migrantes.

Las ciudades santuario, entre las que se encuentra Nueva York, San Francisco, Chicago, entre otras, limitan su cooperación con autoridades inmigratorias federales y proveen de asistencia en albergues. Son lugares más seguros para quienes necesitan asistencia legal y permisos de trabajo para poder iniciar una nueva vida en el país.

Lo que hoy es un debate constante de campaña tiene, de alguna manera, su génesis en aquel momento en el que gobernadores republicanos tuvieron el gesto de enviar a los migrantes masivamente a ciudades demócratas enviando un mensaje: si estaban a favor de una inmigración permisiva, debían encargarse de sus consecuencias.

Desde entonces que el Roosevelt Hotel, pegado a la Grand Central Station en el corazón de Manhattan, fue reconvertido en un albergue de recibida para migrantes recién llegados a la ciudad. Daniela Gómez, una enfermera de 31 años, llegó por primera vez allí luego de viajar desde Venezuela con sus dos hijas de 7 y 8 años.

Hace más de un año que vive en albergues mientras espera tener los papeles para acceder a un trabajo formal. Mientras tanto, sus hijas van a la escuela en el sistema público de Nueva York y ya aprendieron a hablar inglés.

“Yo no imaginaba un año así”, dijo. “Pensé que podría venir, estudiar, trabajar de lo que sé hacer, tener mis papeles”. Hace un tiempo que dejó de ver la televisión, dice, porque se preocupa al ver lo que se dice sobre las elecciones.

Durante las últimas semanas, Trump prometió deportaciones masivas de migrantes en EE. UU. Acusa a Kamala Harris y su partido de haber permitido el ingreso indiscriminado de “migrantes criminales” por la frontera con México, algo que no se condice con las estadísticas. En Texas, un estado fronterizo, hubo la mitad de migrantes arrestados por crímenes relacionados con drogas en comparación a locales.

Durante sus últimos actos de campaña, Trump sugirió que el crimen organizado proveniente de Venezuela estaba poniendo en riesgo las vidas de los estadounidenses.

Pero el Partido Demócrata, lejos de prometer políticas migratorias específicas, ha enfocado también su discurso en reforzar la seguridad en la frontera.

Nicole Elizabeth Ramos, abogada y directora en la organización Al Otro Lado, opina que la migración está siendo usada por ambos partidos para ganar votos. “No significan nada para ellos”, dijo. “Todos pensaban que Biden iba a ser mejor, pero ya supimos que no, y no tenemos expectativas de que su vicepresidenta [la candidata Kamala Harris] sí lo sea”.

Ramos trabaja en la frontera y dice que día a día aumenta el cuello de botella del lado de México por las políticas cada día más duras de EE. UU. “Tijuana en este momento es la segunda ciudad más violenta en el mundo”, dice. “Tenemos migrantes de varios países esperando hasta 10 meses en estas ciudades. No todas las ciudades tienen un sistema de albergues, hay muchos migrantes viviendo en campamentos sin acceso a agua potable, un baño, donde no tienen que pagar, suficiente comida, educación para sus hijos. Y están más expuestos a la violencia y la extorsión”.

Si bien los candidatos Trump y Harris tienen enfoques diferentes, Ramos opina que la situación en la frontera no va a mejorar en ninguno de los dos casos. Lo que debe cambiar, opina, son las políticas exteriores. “Estamos recibiendo a las víctimas de las políticas exteriores de Estados Unidos”, dijo. “Y no queremos lidiar con nuestras propias víctimas”.

Lo mismo piensa Gómez mientras espera en la puerta del Roosevelt Hotel. “Estados Unidos tiene que tener conciencia de que Venezuela está sancionado”, dijo. “Todas las sanciones son por ellos mismos [los Estados Unidos] y como país no pudimos avanzar más, pero aquí hay muchísima oportunidad”.

La situación de los países de origen queda generalmente obturada por la discusión sobre las “fronteras abiertas”, una acusación de Trump contra el gobierno de Joe Biden que permeó con eficiencia en su base votante. Aunque, como la acusación del crimen migrante, no se refleja en la realidad.

Richard Feinberg, profesor de la Universidad de San Diego y experto en política exterior, considera que las declaraciones del candidato Trump sobre el desborde migratorio son, de hecho, falsas.

“[Trump] Está gritando por todos lados como si el país estuviera prendido fuego por la inmigración”, dijo. “Y eso es totalmente falso: muchas ciudades reciben muchos migrantes, y sus comunidades los absorben, hay una gran demanda de trabajo, que es el motivo por el que llegaron en primer lugar”, dijo.

Feinberg considera que el crecimiento económico de EE. UU. está, de hecho, vinculado a la gran fuerza de trabajo y potencial de los migrantes que llegan en busca de mejores oportunidades.

Pero la caracterización de desborde migrante y acusación de que son mayormente criminales despierta inquietudes en la masa votante de un país donde la idea de invasión y amenaza externa ha sido recurrente a lo largo de su historia.

Desde el hotel donde espera ser trasladada una vez más a un albergue — los traslados suceden cada 60 días hasta que los migrantes logran tener autonomía económica y papeles para trabajar — Gómez espera que llegue su turno de tener un lugar en la sociedad estadounidense.

“No migramos porque queremos, migramos porque en nuestro país hay hambre y persecución: nosotros queremos libertad, y yo quiero que mis hijas tengan oportunidades”, dijo Gómez.

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