Atletas devotos encuentran fortaleza en la fe a pesar de las dificultades del deporte de élite
Han pasado 100 años desde que un atleta escocés se negó a correr un domingo en los Juegos Olímpicos de París debido a sus creencias cristianas. Los deportistas devotos de alto nivel dicen que el rendimiento en deportes de élite todavía plantea algunos obstáculos para las prácticas religiosas que consideran fundamentales para sus vidas, no sólo para su profesión.
En los Juegos Olímpicos de París gran parte de la controversia se ha centrado en el islam. Francia prohíbe a sus atletas usar velos en la cabeza, así como otros símbolos religiosos visibles, aunque esa restricción no afecta a los atletas olímpicos de otros países.
Pero los atletas de diferentes religiones argumentan que las organizaciones deportivas y los grandes eventos deberían respetar más la gran variedad de prácticas religiosas, especialmente a medida que se esfuerzan por ser más inclusivos. Para muchos, la fe y la espiritualidad también son esenciales para el bienestar mental, que se ha convertido en el centro de atención especialmente tras lo sucedido con la estrella de la gimnasia estadounidense Simone Biles en los Juegos Olímpicos de Tokio 2021.
“La mayoría de la gente vería el deporte y la religión como algo muy separado, pero yo veo una gran superposición. Todo lo que tenemos es un regalo de Dios, Él es el que me ha dado esta fuerza”, dijo Beatie Deutsch, una atleta judía ortodoxa que se clasificó para representar a Israel en los Juegos Olímpicos de Tokio pero no compitió porque el maratón femenino estaba programado para un sábado, cuando ella se encuentra en Shabat.
“Me encantaría que los organismos rectores del deporte hicieran más para acomodar a la religión”, dijo la estadounidense israelí de 34 años, quien tiene cinco hijos. Las lesiones le impidieron clasificarse para los Juegos de París, pero Deutsch comenzó a entrenar nuevamente con la vista puesta en el Campeonato Mundial del próximo año y los Olímpicos de 2028 en Los Ángeles.
Su negativa a correr en un día dedicado al Señor trajo reminiscencias de 1924, con Eric Liddell, una historia inmortalizada en la película ganadora del Oscar “Charriots of Fire” (Carrozas de fuego). Liddell se negó a correr las eliminatorias un domingo en su desafío más fuerte, el sprint de 100 metros, pero ganó una medalla de oro en la carrera de 400 metros.
La campeona olímpica estadounidense Sydney McLaughlin-Levrone, quien rompió su propio récord mundial en las eliminatorias el domingo pasado en los 400 metros con vallas, describe cómo las palabras de Liddell sobre correr para glorificar a Dios resonaron en ella.
McLaughlin-Levrone ha publicado un nuevo libro, “Far Beyond Gold”, que se inspira en ese concepto. Dice que abrazar su fe cristiana ha transformado su vida y su carrera, al ayudarla a superar la duda y el miedo.
“Durante mucho tiempo, mi persona estuvo en el atletismo”, dijo a The Associated Press días antes del preolímpico de Estados Unidos. “Pero me di cuenta de que, ante todo, soy una hija de Dios. Me liberó para correr la carrera que Dios ha establecido para que corra”.
McLaughlin-Levrone, de 24 años, ha compartido su viaje de fe en Instagram, donde tiene más de 1 millón de seguidores, y reza con su entrenador y esposo antes de cada carrera.
Considera que, cuando su mente está arraigada en Dios, es cuando es capaz de manejar las presiones y las altas expectativas de ser una deportista olímpica, “especialmente en el atletismo, donde las cosas son tan inciertas y siempre cambian”.
“Eso significa estar en la Palabra, estar en oración, mantener eso en primer plano y permitir que eso sea lo que centre mi mente, no las voces externas del mundo”, dijo McLaughlin-Levrone.
Los atletas que perciben un vínculo firme con Dios tienden a estar menos deprimidos, ansiosos y solos que los que tienen una percepción negativa de un Dios castigador o los que no son religiosos, afirmó Laura Upenieks, profesora de sociología de la Universidad de Baylor que ha estudiado a los atletas de élite en universidades de Estados Unidos.
Eso se debe en gran parte a que no basan su autoestima en la aprobación de los demás, son menos egocéntricos y pueden encontrar un mayor significado más allá de ser “tan buenos como su última carrera”, añadió Upenieks.
“La fe me da la capacidad de mantenerme firme y seguir adelante, y me recuerda que siempre hay un objetivo más grande y más alto que perseguir”, dijo la tunecina Marwa Bouzayani, de 27 años, mientras entrenaba para disputar el steeplechase en los Juegos Olímpicos de París.
Musulmana devota que compitió por primera vez en los Juegos de Tokio, se medirá en los 3.000 metros con obstáculos femeninos vistiendo un atuendo modesto, que incluye un hiyab. Entrena regularmente durante el Ramadán, cuando los musulmanes se abstienen de comer y beber desde el amanecer hasta el atardecer, un desafío que este año fue noticia en Francia, donde la federación de fútbol negó alojamiento para los jugadores que se reservaron de entrenar.
“Me he enfrentado a muchos desafíos, ya sea cuando trato de combinar mis obligaciones religiosas con las exigencias de la capacitación o cuando se trata de enfrentar estereotipos y prejuicios, pero cada desafío ha fortalecido mi determinación”, dijo Bouzayani.
De hecho, espera ser un modelo a seguir para las niñas musulmanas, mostrándoles “que el éxito en los deportes de élite se puede lograr sin renunciar a los valores y creencias religiosas”. También quiere aumentar la conciencia en los círculos deportivos sobre la importancia de respetar la diversidad cultural y religiosa.
Deutsch es admiradora tanto de Bouzayani como de McLaughlin-Levrone por su compromiso y apertura sobre su fe. Espera ser un modelo para las niñas judías ortodoxas que no han visto a un aatleta de élite competir vestida como ellas: con la cabeza cubierta, mangas largas y falda por debajo de la rodilla.
En carreras en las que cada fracción de segundo cuenta, un atuendo tan modesto puede ser “un obstáculo”, reconoció Deutsch, pero inspirar a otros supera toda barrera.
“Espero que mi historia empodere a las atletas”, dijo.
En las últimas décadas, los deportistas, entrenadores y aficionados han aceptado mucho más la necesidad de proteger el bienestar de los jugadores incorporando el cuidado mental y espiritual con el entrenamiento físico, dijo Tamir Goodman. Conocido a finales de la década de 1990 como “el Michael Jordan judío”, era el único miembro de esa religión que jugaba baloncesto universitario de la División I en los Estados Unidos, aunque nunca en sábado.
Carl Lewis, una leyenda del atletismo estadounidense que ganó nueve medallas de oro olímpicas y ahora es mentor de jóvenes atletas, dijo a la AP que aunque no se considera religioso, es un seguidor de Sri Chinmoy, el difunto maestro indio que creía que la vida espiritual y el deporte iban de la mano.
“Los atletas jóvenes ahora también miran a su espiritualidad en busca de orientación y esperanza, y creo que eso es maravilloso para ellos”, dijo.
Justo después de clasificarse para París, sus terceros Juegos Olímpicos, la saltadora de altura estadounidense Vashti Cunningham, cuyo padre y entrenador es el ex mariscal de campo de la NFL Randall Cunningham, le dijo a la AP cómo su fe ayuda en competencias intensas como las pruebas de Oregon.
“Sin mi espiritualidad, siento que realmente estaría perdida”, dijo Cunningham, de 26 años. “Especialmente en un deporte de alto nivel como este, donde mucha gente depende de sí misma, de su fuerza y de su entrenamiento. Realmente confío en Dios, en su fuerza y en su poder”.
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La periodista especializada en religión de AP Mariam Fam, el periodista deportivo Pat Graham y el periodista nacional Eddie Pells contribuyeron en este artículo.
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