Tal vez Elon Musk sea una de las peores personas de la Tierra para arreglar el mayor problema de Twitter
El controvertido jefe de Tesla y SpaceX parece deleitarse a menudo con el “infierno” en el que se ha convertido Twitter
Un infierno. Esa es la palabra que tan a menudo eligen los usuarios de Twitter para describir el sitio web en el que, por sus pecados, pasan tanto tiempo. También está muy cerca de la palabra que el magnate tecnológico Elon Musk utilizó el jueves por la noche cuando por fin confirmó que compraría la red social, que prometió no convertir en un “infierno”.
Ese eco subraya el colosal reto al que se enfrenta ahora Musk. Desde hace años, Twitter se encuentra atascado a nivel comercial por su incapacidad para atraer nuevos usuarios a una escala y velocidad similares a las de Facebook, Instagram o TikTok.
Según Pew Research, aunque el 22% de los adultos de EEUU utilizan Twitter, la mayoría de ellos casi nunca tuitean o dan “favoritos” a los tuits de otros. Otra encuesta de YouGov reveló que el 53% de los ciudadanos de EEUU tiene una opinión desfavorable de Twitter, más que cualquier otra empresa por la que se preguntó en la encuesta.
No es casualidad que los usuarios habituales de Twitter -entre los que me incluyo- tiendan a experimentar el sitio como una implacable máquina de la miseria que intenta, con una devoción propia de Terminator, enredarles en la controversia más absurda e intratable de cada día. Cuando JK Rowling escribe una novela sobre lo desagradable que es tu producto, sabes que tienes un problema.
Musk, también un gran usuario de Twitter, parece ser consciente de ello, al prometer el jueves por la noche restaurar “la plaza de la ciudad digital, donde una amplia gama de creencias puede ser debatida de manera saludable”. Por desgracia para todos nosotros, su conducta anterior en Twitter sugiere que se encuentra entre las peores personas de la Tierra para intentar arreglarlo.
¿Qué quiere decir la gente cuando llama a Twitter un sitio infernal? En el mejor de los casos, el servicio es asombroso, ya que ofrece al público un acceso instantáneo a conocimientos de primera clase y oportunidades inigualables para conectar con compañeros de ideas afines. Tampoco hay muchas redes sociales que ofrezcan a los grupos minoritarios tanto poder para organizarse y encontrar una comunidad.
Pero también se ve afectada por decisiones de diseño -algunas de las cuales se remontan a los primeros días de la empresa- que empujan a los usuarios de forma constante hacia contenidos que les hacen sentirse furiosos, aterrorizados, deprimidos o las tres cosas a la vez.
Empecemos por la estructura básica de Twitter, que combina los peores aspectos de la comunicación hablada y escrita. La facilidad para hacer un tuit, el corto límite de caracteres y la naturaleza transitoria de la discusión hacen que parezca que estás lanzando pensamientos casuales a una audiencia de tus amigos. Sin embargo, con suficientes likes y “retuits”, cualquier tuit puede sobrepasar a su público previsto y, en casos extremos, alcanzar una notoriedad pública permanente.
Es el epítome de lo que los estudiosos de la tecnología han llamado “colapso del contexto”, en el que las declaraciones son despojadas de la información contextual que por lo general utilizamos para interpretarlas (un discurso de un político frente a un mensaje de voz de tu mejor amigo a las 2 am).
La introducción de los tuits citados en 2015, y el posterior compromiso de Twitter de mantenerlos como característica principal, añadieron a esto una especie de sustitución del contexto, lo que permite (o posiblemente aliente) a la gente a tomar la respuesta desprevenida de otro usuario a un colega o amigo y transmitirla a su propia audiencia con un enfoque hostil.
Estos problemas se ven exacerbados por los intentos de Twitter de mejorar sus resultados económicos al aumentar la participación de los usuarios. En 2016, Twitter cambió a la mayoría de los usuarios de un feed cronológico -es decir, los tuits más recientes primero- a un feed organizado por algoritmos de aprendizaje automático que intentan seleccionar los tuits que más interesan.
Como en casi todas las demás redes sociales que emplean este tipo de métodos, estos algoritmos resultaron ser muy buenos para promover la contienda y el sensacionalismo. A pesar de que Musk describió en el pasado a Twitter como una cámara de eco liberal, las investigaciones sugieren que tienen un sesgo de derecha.
En 2019, Twitter introdujo una característica llamada “temas”, que permite a las personas seguir tipos particulares de noticias en lugar de solo personas individuales. Sin embargo, aquí también los algoritmos de Twitter se inclinan hacia el rencor.
Por ejemplo, como mujer transgénero que a veces cubre temas LGBT+, presto mucha atención a las discusiones entre personas transgénero en Twitter. Esto no ha pasado desapercibido para el ojo robot de Twitter, que todo lo ve, y ahora me resulta casi imposible utilizar el sitio sin que me inunden los tuits sobre la creciente ola de intolerancia y discriminación anti-transgénero en Estados Unidos. En esos días ocasionales en los que el acoso me obliga a permanecer fuera de Twitter, es francamente un alivio.
Tampoco hay escapatoria en el ámbito de las aficiones de los nerds. Sigo algunos temas relacionados con los juegos de rol de mesa, como D&D (Dungeons & Dragons), con los que disfruto. Por ello, me bombardean sin cesar con las últimas disputas de los aficionados sobre qué juego es mejor, o con fuertes discusiones políticas sobre la representación de los orcos y otras especies “monstruosas” en D&D. Estos algoritmos también pueden equivocarse de forma cómica, e inyectar en tu línea de tiempo un tuit sombrío que casualmente menciona los espaguetis bajo el tema “comida”.
Para ser justos, es difícil saber cuánto de esto es culpa mía. No me cabe duda de que los algoritmos de Twitter reflejan hasta cierto punto mi propio comportamiento, y reflejan una tentación medible hacia el contenido desagradable pero convincente. Dado que estos algoritmos son secretos comerciales, es posible que tampoco nos enteremos nunca qué tanto influyen en la decisión.
Sin embargo, el diseño de Twitter también se resiste a los intentos de los usuarios de mitigar sus propias debilidades. No ofrece ninguna manera de ocultar el panel de “trending topics” (otra fuente fiable de tonterías que destruyen el cerebro), y muy poco control sobre lo que sus algoritmos sirven. Hay un millón de maneras de empeorar de forma involuntaria tu experiencia, y solo un puñado de maneras de mejorarla intencionadamente.
Hace unos meses eliminé la aplicación de Twitter de mi teléfono móvil para no tener la tentación de consultarla durante mis horas de ocio. La táctica funcionó, pero Twitter respondió bombardeándome con notificaciones sobre tuits populares, muchos de los cuales son precisamente el tipo de contenido que intentaba evitar. Como un detective retirado, no paran los intentos de atraerme de nuevo.
La declaración de Musk del jueves por la noche abordaba este tema en específico, con el argumento que los usuarios de Twitter deberían poder “elegir su experiencia deseada” del mismo modo que podrían elegir jugar a un videojuego brillante y apto para niños en lugar de uno sombrío y agotador. De hecho, este es el tipo de elección con el que Twitter lucha ahora mismo, porque sus inyecciones de veneno algorítmico a menudo socavan los intentos de los usuarios de limpiar sus propias líneas de tiempo.
Pero hay pocas evidencias de que Musk sea el hombre para resolver estos problemas. Por un lado, su historial de apoyo a la libertad de expresión es cuestionable, desde el supuesto despido de denunciantes y organizadores sindicales hasta la supuesta petición al gobierno chino de que censure las publicaciones en redes sociales en su nombre. También está la vez que trató de pagar a un adolescente para que dejara de tuitear información de acceso público sobre los movimientos de su avión privado.
Y lo que es peor, Musk tiene un largo historial de cortejar e inflamar exactamente el tipo de controversia despiadada que hace que Twitter sea un infierno. Suele intervenir en temas candentes como los derechos de los transexuales y las protestas de los camioneros canadienses, lanzando “chistes” o frases de humor que provocan la reacción de los partidarios, mientras que se niega a ofrecer una articulación seria de sus opiniones reales.
Con frecuencia ataca a sus críticos, desde periodistas a blogueros, pasando por investigadores y el buzo británico Vernon Unsworth, que le demandó por difamación después de que Musk le llamara “pedófilo” en Twitter. Aunque los abogados de Musk argumentarían más tarde ante el tribunal que se trataba “tan solo” de un insulto y “no de una afirmación literal de los hechos”, también envió correos electrónicos a BuzzfeedNews sugiriendo que Unsworth era un “violador de niños” que se había trasladado a Tailandia para el “tráfico sexual de niños” (declaraciones que no se incluyeron en el juicio).
Como es lógico, estas escaramuzas han atraído a una base de fans ferviente y pugnaz. Musk inspira -y parece acoger- una feroz lealtad no muy distinta de la que se profesa a los grupos de K-pop o a Taylor Swift. Muchos seguidores parecen verle como un avatar de la justicia justa contra las élites corruptas. La devoción a menudo se vuelve tóxica, ya que los periodistas e investigadores que escriben de forma crítica sobre Tesla se ven invadidos por devotos de Tesla que defienden a la empresa en términos que van desde la seriedad hasta el abuso.
Aquellos a los que Musk responde o menciona en Twitter se convierten en objetivos particulares. El pasado mes de abril, la jefa de política y asuntos legales de Twitter, Vijaya Gadde, quien se vio implicada muy de cerca en la decisión de la empresa de prohibir el acceso a Donald Trump, recibió torrentes de invectivas racistas tras las críticas públicas por parte de Musk.
Mientras tanto, muchos miembros de la extrema derecha online -que siempre ha desempeñado un papel destacado en la expulsión de las minorías étnicas y sexuales de Twitter- han adoptado a Musk como su defensor, con la esperanza de que se relaje la limitada y errática moderación de contenidos a la que se enfrentan hoy en día.
En conjunto, ¿son estas las acciones y cualidades de un hombre comprometido con el restablecimiento de un diálogo saludable? ¿O sugieren que, al fin y al cabo, Elon Musk se siente como en casa en este sitio infernal?
Io Dodds es una reportera de tecnología con sede en California