“¡Debería darte verguenza!”: Robert De Niro niega acusaciones de abuso laboral
Tanto en la pantalla como en la vida real, el actor ha cultivado un personaje de viejo gruñón que los fans adoran. Si bien las recientes denuncias de acoso laboral no han manchado su reputación entre los fans, sí arrojan luz sobre lo que hasta ahora ha sido una vida sumamente privada, escribe Annabel Nugent
“¡Debería darte vergüenza!”, grita el hombre canoso y con gafas desde el estrado. Su voz es áspera por la edad y ronca por la indignación. A veces se levanta de su asiento apasionado, a veces agita un puño en el aire. El objeto de su ira es una mujer y está sentada frente a él en un tribunal de Manhattan. Están en juego millones de dólares. La reputación de cada uno también. Es una escena digna de un drama judicial de Netflix, más aún dada la fama monumental de su protagonista. Solo que esta vez no se trata de un personaje ficticio.
Robert De Niro, el ya mencionado hombre del banquillo de los testigos, gritó ayer por la tarde en un juzgado de Nueva York: “¡Debería darte vergüenza!” El ganador de dos Oscar, de 80 años, ha sido demandado por su exasistente ejecutiva y vicepresidenta de su productora, Graham Chase Robinson, por 12 millones USD en concepto de daños y perjuicios por angustia emocional grave y daño a su reputación. Robinson afirma que era un jefe abusivo. De Niro niega las acusaciones, tachándolas de “tonterías” y demanda a Graham por 6 millones USD, acusándola de gastar grandes sumas de dinero de la empresa en sus propios viajes y comida. Graham también está acusada de “holgazanear durante las horas de trabajo, y de pasarse horas viendo programas de televisión en Netflix”.
Desde que comenzó a declarar en el tribunal a principios de esta semana, De Niro, según todos los periodistas presentes en el juicio, se ha mostrado iracundo, enfadado, gritón, cascarrabias, molesto, desdeñoso y brusco. “Sacado”, es cómo lo definió TMZ. Después de un “intercambio irritable” entre él y uno de los abogados de Robinson, el juez se vio obligado a intervenir y recordar a De Niro, y al abogado, que no levantaran la voz. Aunque es tentador creer que actuar de esta forma en los tribunales ha mostrado al mundo una cara diferente del querido actor, ¿no ha sido siempre De Niro la viva encarnación del viejo gruñón de Hollywood?
A partir de papeles que definieron su carrera en películas como Buenos muchachos, Casino, Taxi Driver y, más recientemente, Los asesinos de la luna, a lo largo de seis décadas De Niro, quizá el mejor actor de su generación, se labró una reputación de tipo solitario, de hombre rudo, de cascarrabias incluso antes de encanecer (hay un artículo entero dedicado a sus 'Mejores papeles de cascarrabias'). De Niro es famoso por no tener paciencia con los tontos, ya sea Donald Trump (del que el actor, un hombre de pocas palabras, es un crítico inusualmente locuaz), o una periodista bienintencionada pero algo despistada.
En 2015, De Niro saltó a los titulares tras salir furioso de una entrevista en Radio Times debido a una “crítica velada”. Según la periodista Emma Brockes, De Niro discrepó con la pregunta: “¿Cómo es que te las arreglas para no estar en piloto automático?” Le pidió que apagara la grabadora, se puso de pie y empezó a dar vueltas “de forma desquiciada”.
“Me hiciste una crítica velada. Insististe tanto que la verdad ya no tengo ganas de seguir con la entrevista. Simplemente no lo pienso hacer, cariño”, le espetó De Niro a Brockes antes de asomar la cabeza por la puerta para buscar a alguien que le acompañara fuera de la sala. Por su parte, Brockes declaró más tarde que “empatizaba” con De Niro, y que entendía que estuviera “malhumorado y agotado” tras un largo día de entrevistas, pero criticó su actitud “hostil y condescendiente”.
Ese mismo año, De Niro no midió las palabras al dirigirse al director ejecutivo de Flickr y Slack cuando ambos asistieron a los Premios Innovadores del Wall Street Journal. El magnate de la tecnología Stewart Butterfield se refirió a los “supermodelos y estrellas de cine” que estaban en la audiencia cuando subió al escenario para aceptar el “premio nerd”.
“Estamos muy lejos de San Francisco”, señaló, antes de dirigirse directamente a De Niro: “Vi El Padrino II en el avión [ ...] cuando mataste a Don Fanucci. Me gustó”. Al parecer, a De Niro no le hicieron gracia los comentarios aparentemente jocosos. Subió al escenario después de Butterfield y comentó: “No sé quién fue el último orador, pero me pareció que fue un poco condescendiente con nosotros; los actores y los famosos. Que quede registrado que lo dije yo. Y me importa un ca***o quién eres”. Tanto su aversión a compartir detalles de su vida privada, como su poca delicadeza en las entrevistas y su disposición a llamar la atención, han dado lugar a una imagen general de De Niro como el patriarca malhumorado de Hollywood.
Las acusaciones contra De Niro son variadas y van de lo excéntrico a lo preocupante. El tribunal oyó que una vez le pidió a Robinson que le trajera un martini “específico” del lujoso salón de sushi Nobu a las 11 de la noche. Por otra parte, están las denuncias de “contacto físico gratuito no deseado”, como cuando el actor supuestamente pidió a Robinson que le rascara la espalda. Cuando ella le pidió que utilizara un rascador de espalda en su lugar, ella alegó que él respondió: “Me gusta cómo lo haces tú”. De Niro admitió que es posible que se lo haya pedido un par de veces, pero “nunca faltándole el respeto, ni le pedí nada de forma desubicada”. Fue esta acusación en particular la que le llevó a gritar: “¡Debería darte vergüenza!”. Al parecer, lo que más le irritó a De Niro fue que lo acusaran de indiscreción sexual.
“A veces, De Niro negaba rotundamente algo, para luego admitir que podía ser cierto pero que no había ocurrido de la forma en que se había sugerido”, escribe Larry Neumeister, de Associated Press. Un ejemplo es cuando el actor declaró: “Nunca maltraté a nadie, jamás”. Es una declaración que depende de la definición que uno tenga de la palabra, ya que más tarde De Niro reconoció que podría haber llamado a Robinson “una amargada” a la cara. Además, admitió que, una vez, cuando a ella se le olvidó de recordarle una importante reunión en California, la había “reñido” y posiblemente llamado “mocosa”.
Ante las acusaciones de que la llamó a su exasistente dos veces mientras estaba en el funeral de su abuela (porque quería que le comprara un pasaje de autobús a su hijo adolescente), el actor, citado por la BBC, respondió: “¿Y qué?” Preguntado sobre las afirmaciones de que exigía a Robinson que estuviera siempre disponible para hacer “cualquier cosa” (incluso decorar su árbol de Navidad y remendar su ropa), De Niro explicó al tribunal: “Le pedí que hiciera cualquier cosa dentro de lo razonable. Dentro de los límites de su trabajo. No es que le pida que friegue el suelo. Son puras tonterías". Desestimó las afirmaciones de que se orinaba mientras hablaba por teléfono con ella: (”¡Qué exagerada que es!”).
De Niro siempre ha sido un viejo gruñón (el ceño siempre fruncido es sin duda parte de su personaje y de su atractivo), pero el juicio actual revela un poco más la verdadera personalidad del actor y nos recuerda que un calificativo aparentemente inocuo (como gruñón) puede, tal vez, ocultar algo más hostil.
Traducción de Anna McDonnell