La ‘Ciudad Perdida’ del Atlántico no se parece a nada que hayamos visto en la Tierra
Los científicos descubrieron el campo hidrotermal submarino en en el año 2000 a más de 700 metros de profundidad
Los misterios que se esconden en el fondo de nuestros océanos han fascinado a los seres humanos desde tiempos inmemoriales. No es de extrañar que hayamos creado innumerables mitos sobre las profundidades marinas.
En el año 2000, un grupo de científicos descubrió una auténtica ‘ciudad perdida’ bajo las olas, y está repleta de vida.
El paisaje rocoso y elevado está situado al oeste de la dorsal Mesoatlántica, a cientos de metros por debajo de la superficie del océano Atlántico, y consiste en enormes muros, columnas y monolitos de más de 60 m de altura.
Para que quede claro, no se trata de las ruinas de una civilización humana olvidada hace mucho tiempo, pero eso no hace que su existencia sea menos significativa.
Según Science Alert, el campo hidrotermal, apodado la “Ciudad Perdida” tras su descubrimiento en el año 2000, es el entorno de ventilación más antiguo conocido en el océano.
Nunca se ha encontrado nada parecido en la Tierra, y los expertos creen que podría ofrecer una visión de los ecosistemas que podrían existir en otros lugares del universo.
Durante más de 120.000 años, caracoles, crustáceos y comunidades microbianas se han alimentado de los respiraderos del campo hidrotermal, que emiten hidrógeno, metano y otros gases disueltos en el agua circundante.
A pesar de la ausencia de oxígeno, también sobreviven animales más grandes en este entorno hostil, como cangrejos, gambas y anguilas, aunque los mismos son escasos.
Los hidrocarburos producidos por los respiraderos no fueron creados por la luz solar ni el dióxido de carbono, sino por reacciones químicas en el fondo marino.
A raíz de este proceso químico, pudo originarse la vida en nuestro planeta hace unos 3.700 millones de años, y tal vez otros planetas también.
“Constituye un ejemplo de un tipo de ecosistema que podría existir en Encélado o Europa en este mismo instante [...] y quizá Marte en el pasado”, declaró el microbiólogo William Brazelton a The Smithsonian en 2018, al referirse a las lunas de Saturno y Júpiter respectivamente.
El más alto de los monolitos de la Ciudad Perdida se llama Poseidón, en honor al dios griego del mar, y mide más de 60 m de altura.
Según investigadores de la Universidad de Washington, al noreste de la torre hay un acantilado en el que los respiraderos “escupen” fluidos, produciendo “formaciones frágiles de carbonato con múltiples puntas que se parecen a los dedos de manos abiertas”.
Ahora se pide que se declare la Ciudad Perdida como Patrimonio de la Humanidad para proteger este fenómeno natural, sobre todo teniendo en cuenta la propensión de los humanos a destruir ecosistemas valiosos.
Ya en 2018, se confirmó que Polonia había ganado los derechos para explotar las profundidades marinas en las cercanías del campo termal.
Science Alert señala que, si bien la Ciudad Perdida no se debería ver afectada por tales obras, la destrucción de su entorno podría desencadenar consecuencias imprevistas.
Traducción de Anna McDonnell